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MÉXICO: LÓPEZ OBRADOR, UN TRIUNFO INEVITABLE

DOSSIER: 

"Una mayoría de ciudadanos ha decidido emprender la cuarta transformación de México"
 "No les fallaré, no voy a decepcionarles, no voy a traicionar al pueblo". 
"Seremos amigos de todos los países y pueblos del mundo. Se volverán a aplicar los principios de autodeterminación de los pueblos"

Andrés Manuel López Obrador obtuvo un amplio triunfo en las elecciones presidenciales
La izquierda mexicana hace historia
El conteo rápido le daba una ventaja al candidato de Morena que mostraba una tendencia irreversible: de 43% a 49% de la votación. Sus rivales, el panista Ricardo Anaya y el priísta José Antonio Meade reconocían la derrota.

Por Gerardo Albarrán de Alba

En su tercera candidatura a la presidencia, AMLO obtenía la victoria, emulando a Lula da Silva. Imagen: AFP

Desde la Ciudad de México

Andrés Manuel López Obrador será el 57º presidente de México, al perfilarse con un amplio triunfo en las elecciones federales de ayer, que le da una legitimidad política y social no vista en décadas. El conteo rápido le daba una ventaja que lucía una tendencia irreversible: de 43% a 49% de la votación nacional, de acuerdo con Consulta Mitofsky, una de las firmas demoscópicas con mayor prestigio en el país. Muy atrás, peleaban PAN y PRI por el segundo lugar: el panista Ricardo Anaya oscilaba entre 23% y 27% contra el 22% y 26% del candidato priísta José Antonio Meade, un virtual empate técnico.

Los resultados anunciados por Mitofsky a través de los noticieros de Televisa se mantuvieron en la misma tendencia que señalaron las encuestas a lo largo de tres meses de campaña.

José Antonio Meade fue el primero en reconocer su derrota y en desear éxito a López Obrador. “Reconozco que las tendencias del voto no nos favorecen”, dijo Meade en conferencia de prensa en la sede nacional del PRI, y anunció que seguirían con atención el resto de los resultados de las elecciones federales para renovar el Congreso y de las elecciones locales en 30 de los 32 estados del país, incluidas nueve gobernaciones que, por cierto, también parecían perder.

Meade no dejó espacio a la especulación: “En este momento habrá que reconocer que, de acuerdo a las tendencias, fue Andrés Manuel López Obrador quien obtuvo la mayoría. Él tendrá la responsabilidad de conducir al Poder Ejecutivo, y por el bien de México le deseo el mayor de los éxitos.”

Media hora después del cierre de la votación, a las 8 de la noche (las 22 horas en Buenos Aires), el candidato de la alianza PAN-PRD, junto con Movimiento Ciudadano, llamó a López Obrador para felicitarlo. Luego, en conferencia de prensa, reconoció públicamente su derrota: “Como ya lo hice telefónicamente hace unos minutos que hablé con él, reconozco su triunfo, le expreso mi felicitación y le deseo el mayor de los éxitos por el bien de México.”

El efecto AMLO (las iniciales del que será el primer presidente de izquierda desde Lázaro Cárdenas, el 43º mandatario que gobernó entre 1934 y 1940) se transmitió al resto del país y enfiló a los candidatos de Morena y sus aliados, el PT y el Partido Encuentro Social, a ganar seis de nueve gubernaciones en disputa.

Al cierre de esta edición no podía adelantarse la composición del Congreso, que renovó a los 500 diputados y los 128 senadores, pero se perfilaba una muy probable mayoría de Morena y sus aliados.

De este resultado depende en gran medida la gobernabilidad que tendrá López Obrador y su margen de maniobra para revertir la mayor parte de las reformas estructurales realizadas durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el segundo presidente priista que deberá entregar el poder a un opositor, como lo hizo Ernesto Zedillo en 2000 ante el derechista Vicente Fox, sólo que Peña lo tendrá que hacer ante el izquierdista López Obrador, al que venció hace seis años con cierta holgura, luego de una exitosa campaña de desprestigio y guerra sucia en que impuso la percepción de que el entonces candidato perredista era “un peligro para México”.

Esa imagen prendió con facilidad entre la ciudadanía luego de las protestas que López Obrador había encabezado por el supuesto fraude electoral de 2006, cuando el derechista Felipe Calderón se quedó con la Presidencia por apenas 243 mil 934 votos de un total de casi 41.8 millones.

En su tercera candidatura a la presidencia –emulando al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva–, López Obrador ha ganado con holgura y arrastró el resto de la votación nacional tras de él.

Un primer corte de las encuestas de boca de urna de la empresa Consulta Mitofsky, la coalición conformada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Partido del Trabajo y el Partido Encuentro Social, encabeza las preferencias de voto en la Ciudad de México y en los estados de Chiapas, Veracruz, Puebla, Tabasco y Morelos. El PAN ganó el estado de Guanajuato, uno de sus bastiones, tierra de Vicente Fox, y peleaba cerradamente con el PRI por Yucatán. El estado de Jalisco fue ganado por el candidato de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro.

La capital del país será gobernada por Claudia Sheimbaun, la candidata de Morena, al registrar una votación que oscila entre 47.5% a 55.5%, según las encuestas. Lejos quedaron los candidatos del PAN-PRD, Alejandra Barrales, con no más de 33%, y del PRI, Mikel Arreola, que apenas llegará a 16%. El estado de Morelos también será morenista, con la victoria del exfutbolista y exalcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco, que podría alcanzar 55.5% de la votación. El segundo lugar, el candidato del PAN, tiene apenas 18.9%. El estado de Tabasco, de donde es nativo López Obrador, su partido arrasó con 69.7% de la votación.

El presidente del Instituto Nacional Electoral, la institución encargada de organizar el proceso electoral, informó que hubo una votación masiva y tranquila, con unos pocos incidentes aislados.

En la Ciudad de México, miles de simpatizantes de López Obrador festejaban anoche en las calles y esperaban la aparición pública de su nuevo presidente. Al cierre de esta edición, López Obrador seguía en su cuartel en un hotel del centro histórico, a solamente un kilómetro del Zócalo.

En cualquier caso, esta mañana de lunes, en México ha amanecido un nuevo país.

PáginaI12 En México


Fuente: https://www.pagina12.com.ar/125715-la-izquierda-mexicana-hace-historia


El triunfo de Andrés Manuel López Obrador
AMLO, el adversario de un modelo de opresión

Por Eduardo Febbro


Desde Ciudad de México

Fue un día del color de México: el verde intenso y ensoñador de los chiles poblanos. Punto de partida y término de una historia de casi un siglo durante el cual un mismo partido, el PRI, gobernó a lo largo de 70 años ininterrumpidos. Sólo hubo una transición de desencantos entre el 2000 y 2012 (PAN) hasta que el PRI, con Enrique Peña Nieto, volvió a gobernar hasta este domingo. Generaciones y generaciones de mexicanos sólo conocieron a los descendientes del partido fundado en 1929 por el ex presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928). Este domingo de comunión entre familias y largas sobremesas abrió una grieta en la historia mexicana. México asumió colectivamente el desafío de una contra revolución democrática, pacífica, y moral. Manuel López Obrador, el candidato de Morena que venció en los comicios, lo soñó. Su pueblo lo plasmó, sin groserías, ni quema de banderas, ni menosprecios raciales como lo hizo el emperador de la grosería política que es Donald Trump. 

AMLO, un hombre que se forjó en el PRI, pasó a formar parte de la izquierda en el partido PRD hasta que, en 2012, fundó su propio movimiento, Morena, hizo realidad en las urnas lo que él llamó la cuarta transformación de México después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. El vuelco ha sido enorme, a la altura de un país que encarna como pocos el sueño de la emancipación americana y luchó y lucha por su soberanía y su libertad ante el vecino norteamericano que desde el siglo XIX lo lastima en su piel y su alma. Estados Unidos se estrenó como imperio intervencionista con la primera expedición colonial de su historia cuando, entre 1846 y 1848, invadió el territorio mexicano y terminó creando La República de Texas, un territorio que antes pertenecía al Estado mexicano. 

Fue un domingo del color mexicano: verde como el dulce guacamole donde no se notó que un hombre había ganado su apuesta en las urnas y con ello destrozó la sagrada ópera política de un sistema tan criminal como corrupto. AMLO, como también lo llaman a López Obrador, se esboza a estas horas como el ganador de la elección más importante de la historia de México: además del nuevo presidente, se eligió un nuevo Jefe de Gobierno de la capital y 16 Intendentes de la Ciudad de México, 9 gobernadores, 1850 presidentes municipales en 24 estados y 927 diputados en 27 Congresos Estatales (En el Congreso hay 500 diputados y 128 senadores que podrá reelegirse).Su victoria tiene el sabor de la burla retrospectiva de los estatutos originales del PRI. El dirigente que derrotó al partido dinosáurico simboliza y sintetiza las intenciones que figuraban en los primeros pasos del PRI en el siglo XX. “una disciplina de sostén al orden legal” e “Instituciones y reforma social”. Morena y la coalición Juntos haremos historia (Morena-Partido del Trabajo-Encuentro Social) consiguió perforar el muro del santuario protegido por el PRI y el PAN con una continua promesa de cambio, una reforma social substancial y la restauración del “orden legal” a través de la erradicación de la violencia y la corrupción. “Fue como el vuelo lento del pájaro que va por otro nido”, dice Ramón Sánchez, un coordinador de Morena en la Colonia Buenos Aires, un sector pobre de la capital. Por esas zonas de pobreza y trabajo de sol a sol se veía a un México aliviado, expectante todavía de las confirmaciones oficiales. “Nunca pensé que llegaría este día. Creí que a AMLO lo iban a matar antes”, dice Amalia, una de esas jóvenes de 23 años que constituyen la avanzada del voto de Morena. En los barrios más ricos, Polanco o Lomas de Chapultepec, los burgueses andaban con cara de susto. Un muchacho rubio y joven preguntaba por las calles de Polanco donde quedaba la casilla Pabellón para votar. Cuando le indicaron dijo: “qué horror, si gana López Obrador me voy a Suecia”. Esa clase dominante que defendió sus privilegios y su impunidad a punta de pistolas y sobornos tiene una máscara de terror. Los otros sectores sociales oscilan entre el entusiasmo, la felicidad que respiran los fines de ciclo y la incertidumbre. López Obrador ha sido el adversario radical de ese modelo de opresión que perduró durante décadas y décadas. Se izó como la bandera de la anticorrupcción y el saneamiento profundo a partir de lo que llamó “una Constitución moral”. Supo sumar a su batallón a la izquierda y a los ultraconservadores evangelistas del Norte del país, una pieza clave de cualquier victoria en México. Voló sobre su país como un pájaro sabio mientras los otros gastaban su credibilidad disparándole a sus muchas sombras. Entendió a México mientras sus enemigos políticos de esta elección, Ricardo Anaya, PAN, y José Antonio Meade, PRI, no se entendían ni a si mismos. El primero, un hombre de la cuna de centro liberal, hizo arreglos con las izquierda del PRD y se quedó sin su ala derecha. El segundo avanzó con el crepúsculo del PRI sobre sus espaldas. El partido del presidente Peña Nieto pagó sus incompetencias con la mayor desventura electoral en el ámbito Legislativo y en los estados donde estaba en juego el cambio de Gobernador. “No somos los triunfadores de este proceso”, admitió muy temprano José Antonio Meade. En la capital, la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, devastó al PRI y al PRD con diferencias que van de los 20 a los 40 puntos. 

En las presidenciales, las distancias son similares. Amlove (otro de sus apodos) ya no es “la esperanza” sino el jefe. Los 20 puntos que les sacó a sus rivales son la traducción inapelable de un país que gritó basta. Y lo hizo con los colores y la modestia silenciosa de este país donde se mezclan con una sabiduría inigualable todos los contrarios; el picante del chile con lo agrio del limón, la untuosidad soberana del chocolate con la ternura crocante del maíz. El nuevo modelo latinoamericana nació en la frontera entre el imperio y nosotros. La contra revolución democrática de México viene a iluminar en un territorio devastado un modelo apenas naciente. “Una cosa es ganar, la otra es gobernar”, aseguran los medios, afines o no. Ahora viene el inquietante cómo. El heredero del nacionalismo revolucionario ocupará el poder en un país donde la campaña electoral dio lugar a tantas alianzas al revés (izquierda con liberales, Obrador con evangelistas, el PRI fracturado entre la guardia vieja que optaba hacia la izquierda y su candidato oficial, un liberal de derecha) que México se despertará con las señales cambiadas. Sólo hay una certeza: la revolución del cambio arrasó en todo el territorio. Tal vez Andrés Manuel López Obrador sea para México lo que el ex presidente socialista francés François Mitterrand fue para Francia cuando ganó las elecciones presidenciales en 1981 con un programa de 100 puntos que nunca cumplió verdaderamente. Sin embargo, abrió el juego de una sociedad prisionera de una elite: aparecieron decenas de radios nuevas, canales de televisión, diarios, revistas y, con él, ascendió una nueva generación que modernizó a Francia. Eso y la derrota de la corrupción y de un Estado cómplice con el crimen organizado que siembra asesinatos de miles y miles de inocentes sería ya un México en el paraíso. Ayer fue un domingo del color y la sensibilidad de México: silencioso, profundo, secreto y siempre de pie. 


Fuentehttps://www.pagina12.com.ar/125716-amlo-el-adversario-de-un-modelo-de-opresion


Cambió la historia


La elección presidencial de ayer es extraordinaria por donde se le vea y en muchas dimensiones marca un punto de inflexión en la historia de México y de América Latina. Representa el triunfo de un proyecto transformador en lo político, lo social, lo económico y lo ético que se propuso conquistar el poder presidencial por la vía pacífica y democrática; asimismo, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, de su partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y de su coalición Juntos Haremos Historia, integrada además por los partidos del Trabajo y Encuentro Social, marca el fin de un ciclo de gobiernos que empezó en 1988 y llevó al país por un camino de desarrollo supeditado a la economía de Estados Unidos, a una dramática concentración de la riqueza, al crecimiento desmedido de la pobreza, al quiebre del estado de derecho en diversas regiones, a una alarmante corrupción y a asimetrías sociales que terminaron por generar una crisis de inseguridad y violencia, exasperación ciudadana y pronunciado deterioro institucional.

Los comicios de ayer no tienen precedente, además, por el resultado que da una mayoría absoluta al triunfador, por el elevado porcentaje de participación popular (cercano a 63 por ciento de la lista nominal), por el número de funcionarios electorales involucrados –cerca de un millón 400 mil– por la normalidad en que transcurrieron y se resolvieron –a pesar de incidentes muy lamentables, pero aislados, y de desaseos marcadamente regionales, como en Puebla y Veracruz–; también porque la elección desembocó en un reconocimiento adelantado al triunfador por parte de sus rivales, José Antonio Meade y Ricardo Anaya. A esos discursos se unieron, tres horas más tarde, el anuncio de las tendencias –irreversibles– del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) por parte del consejero presidente del Instituto Nacional Electoral y del mensaje en cadena nacional del presidente Enrique Peña Nieto, quien se desempeñó a la altura de un estadista. Esas alocuciones democráticas despejaron cualquier escenario de conflicto y apaciguaron los ánimos sociales y las incertidumbres económicas y financieras que hubieran podido subsistir. Por lo demás, no dejó de resultar sorprendente para muchos que el grupo en el poder haya terminado por reconocer el triunfo electoral de una propuesta de viraje nacional que fue bloqueada en 2006 y 2012.

Después de tres décadas de gobiernos neoliberales, el proyecto de nación que servirá de base al programa de gobierno del dirigente tabasqueño y ex jefe de Gobierno capitalino propone una senda claramente diferente a los lineamientos seguidos por las últimas administraciones –y retomados, en lo fundamental, por los aspirantes presidenciales de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional con sus respectivas coaliciones, José Antonio Meade y Ricardo Anaya– y a las prioridades del sector público, empezando por la construcción de un estado de bienestar, la redistribución de la riqueza, el rescate del campo y el énfasis en la generación de empleos, la incorporación masiva de los jóvenes a la educación superior, la inclusión de grupos hasta ahora marginados, la austeridad republicana en el servicio público, diversas modalidades de recuperación del dominio de la nación sobre los recursos naturales y la soberanía nacional.

Independientemente de cuánto de ese programa pueda concretarse, el hecho de que haya recibido un apoyo abrumador en las urnas habla del dramático cambio de enfoque en el ánimo nacional. El país consumó ayer, en suma, un cambio de paradigma de gran trascendencia para los años venideros.

Ese proyecto no nació en las recientes campañas ni en los comicios presidenciales pasados o antepasados. El ideario de la coalición Juntos Haremos Historia tiene raíces de muchas décadas en movimientos obreros, campesinos y sociales, así como en luchas partidistas por la democratización del país, y reúne medio siglo (o más) de experiencias de movilización, participación y resistencia de buena parte de las izquierdas nacionales. Es la más reciente expresión de una visión alternativa que hasta hace unos años parecía aplastada por el pensamiento único característico del neoliberalismo, y es justo reconocer que tras el éxito electoral de López Obrador están la tenacidad y la abnegación de miles de activistas, dirigentes, militantes, intelectuales, informadores y simples ciudadanos que consagraron parte o la totalidad de sus vidas a una transformación con sentido social y popular. Debe admitirse, ciertamente, el tesón empeñado por el propio candidato triunfante en la construcción de una dirigencia y de una organización capaz de llevarlo a la Presidencia por la vía electoral.

En suma, el país debe felicitarse por la consecución de una madurez democrática que se traducirá en una renovada legitimidad institucional y en un nuevo estadio en la vida republicana, por el clima propicio a la reconciliación nacional que deja la contienda y por el fin de un tramo político y económico de consecuencias devastadoras que había llegado al pleno agotamiento.

Fuente: http://www.jornada.com.mx/2018/07/02/opinion/002a1edi

El día después

John M. Ackerman

No es momento paratriunfalismos. La victoria ciudadana en las urnas con Andrés Manuel López Obrador es apenas el primer paso hacia la transformación de la República. La llegada de un hombre honesto y digno a la Presidencia de la República implicará un cambio radical en las altas esferas del poder y un nuevo contexto para el florecimiento de la sociedad civil. Sin embargo, el futuro de México no dependerá de lo que haga o deje de hacer un solo hombre, sino de las acciones de cada uno de nosotros.

¿La oligarquía aceptará su contundente derrota en las urnas? ¿Qué harán los periodistas cómplices con el régimen corrupto ahora que se les acaban los moches desde el poder? ¿Y el gobierno de Enrique Peña Nieto entregará tranquilamente el poder al nuevo presidente electo?

La lucha por la justicia social y un buen gobierno apenas se inicia. La jornada electoral de ayer fue marcada por una serie de graves irregularidades: desorganización en la instalación de las casillas electorales, insuficientes casillas especiales, robo de urnas, violencia callejera, un operativo masivo de compra y coacción del voto, presión sobre beneficiarios de programas sociales y la continuación de las llamadas de intimidación. Frente a estos graves problemas, las instituciones públicas hicieron poco o nada para defender la legalidad del proceso electoral.

Pero a pesar de la indolencia y la complicidad de las autoridades electorales, los ciudadanos acudieron masivamente a las urnas para expresar su voluntad respecto de la conformación del nuevo gobierno de México. El pueblo rebasó a las instituciones y se escuchó su grito de hartazgo, de coraje y de esperanza por todos los rincones de la República.

La tarea ahora no debe ser la construcción de una unidad falsa, cómplice y superficial, sino de generar una coalición entre las diferentes corrientes democráticas, una verdadera alianza desde abajo y a la izquierda que cuente con suficiente fuerza para transformar de fondo al sistema autoritario imperante.

No podemos repetir los errores de Vicente Fox. El pacto de transición debe ser con la ciudadanía, no con la oligarquía o los mismos corruptos de siempre. La única forma para llegar al fondo, de extirpar de raíz los graves problemas de corrupción, pobreza e ilegalidad es a partir de una transformación profunda de las formas de ­gobernar.

No mentir, no robar y no traicionar, así resume López Obrador su proyecto de Nación. Estas tres expresiones no pueden quedarse como un simple discurso electorero, sino que deben convertirse también en los estandartes de su próximo gobierno. No mentir significa informar, de manera plena y con total transparencia, a la sociedad sobre todos los gastos, las acciones y los planes del gobierno. No robar implica acabar de una vez por todas con la corrupción en absolutamente todos los niveles de la administración pública federal. No traicionar significa cumplir con las altas expectativas del pueblo mexicano con respecto al crecimiento económico, el fin de la pobreza y la construcción de la paz y la justicia.

No podemos dejar solo a López Obrador. Si bien la crítica al poder gubernamental es siempre esencial, también tenemos que tener claro que los gobiernos de izquierda se enfrentan a enormes retos con respecto a su relación con los poderes llamados fácticos que operan fuera de la institucionalidad democrática, como los oligarcas, los narcotraficantes y los grandes medios de comunicación.

La sociedad mexicana ha dado una enorme muestra de valentía, de fuerza y de dignidad el domingo, primero de julio. Celebremos la victoria. Nos la merecemos después de tantas décadas de luchas constantes por la justicia y la democracia, en las cuales han ofrendado sus vidas miles de héroes ­anónimos.

Pero también hay que ponernos a trabajar. Hoy se abre una enorme oportunidad histórica para un cambio verdadero. No dejemos pasar este precioso momento para poner, cada quien, su granito de arena.

Twitter: @JohnMAckerman

Fuentehttp://www.jornada.com.mx/2018/07/02/opinion/026a2pol

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