Ángel Guerra Cabrera
Ha fracasado el intento del secretario de Estado Rex Tillerson de imponer en su gira por América Latina y el Caribe obsesiones y pesadillas del imperialismo estadunidense en su momento de mayor decadencia. Su propósito principal de avanzar hacia el derrocamiento del presidente Maduro mediante un golpe de Estado u otras vías cruentas que ya conocemos, de liquidar la revolución bolivariana y apoderarse del petróleo de Venezuela, está muy lejos de concretarse como resultado de su recorrido. Recibió un contundente e inmediato repudio no sólo de Maduro sino de Vladimir Padrino, general en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, rodeado de los principales mandos de la institución, apoyado clamorosamente por los cuadros y las masas chavistas.
La gira fue precedida de un discurso irrespetuoso, trasnochado e injerencista contra Cuba y Venezuela en la Universidad de Texas en el que tuvo la osadía de reivindicar la vigencia de la Doctrina Monroe y de cuestionar las relaciones de China y Rusia con nuestra región. América Latina no necesita de nuevos poderes imperiales que sólo miran por su interés. Estados Unidos es distinto: no buscamos acuerdos a corto plazo con ganancias asimétricas, nosotros buscamos socios. ¡Qué cinismo!
El secretario pasó por alto que es la potencia que él representa, junto a sus corporaciones, y no China y Rusia, la que ha sometido por más de un siglo a nuestra región al saqueo, la explotación, la injerencia, las intervenciones militares, los golpes de Estado y el asesinato de cientos de miles de obreros, campesinos, estudiantes e indígenas.
Tillerson llegó a sugerir que se fuera el presidente electo por una mayoría de venezolanos y a entrometerse descaradamente en el proceso electoral de Cuba. El jefe del Departamento de Estado no parece haberse dado cuenta que ni Estados Unidos es el poder casi omnímodo que aparentaba al desaparecer la URSS y que la actual presencia china y rusa en nuestra América obedece a decisiones soberanas de los gobiernos de la región, incluso algunos muy a la derecha como Argentina y Brasil. Tillerson podrá decir lo que se le ocurra pero como demuestran los ejemplos de Cuba y Venezuela, Washington no siempre consigue sus objetivos con la política de sanciones, amenazas, intentos de chantaje e intervenciones. Al contrario, resultan contraproducentes como comprendió el presidente Obama después de seis décadas de aplicarla a Cuba.
Tampoco los gobiernos de la región van a cesar las relaciones con Rusia y China por más presión que haga Washington pues necesitan venderles sus materias primas, que benefician a sus economías y enriquecen a las oligarquías e incluso a las trasnacionales. También porque ya existen proyectos conjuntos de infraestructura con Pekín por miles de millones de dólares y hay muchos más en camino que la potencia del norte carece de los recursos y la voluntad de acometer. Esto se vio muy claro en la última Cumbre CELAC-China en Santiago de Chile. En cuanto a las armas rusas, aparte de su gran calidad y precios razonables, es evidente que para cualquier país decidido a ser independiente y a preservar su soberanía son una mucho mejor opción que las estadunidenses.
Tillerson no ha hecho más que traernos su versión personal del desprecio hacia nuestros pueblos y los africanos –países de mierda (sic)– a que acostumbra Trump un día sí y otro también. De la grosería y la arrogancia con que habla su jefe de nosotros. Vino por lana y salió trasquilado. Pretendía que saltara un Pinochet y lo rechazó un coro de militares patriotas venezolanos por boca del general Padrino En Venezuela no aceptaremos jamás que algún gobierno o potencia extranjera intervenga bajo ninguna forma. Contrasta con la conducta servil y suicida de los líderes de la oposición venezolana, a quienes les bastó una llamada de Tillerson desde Bogotá para no firmar los acuerdos de República Dominicana.
El viaje del secretario se concentró en los países del llamado Grupo de Lima. Cabe recordar que Estados Unidos tuvo que recurrir a estos gobiernos ultraneoliberales porque los caribeños y los países del ALBA le impedían imponer sanciones a Venezuela en el seno de la OEA. Pero aún estos gobiernos injerencistas, como el mexicano, puntualizan que no son partidarios de una salida violenta en Venezuela. Supongo que se miran en el espejo de Irak, Libia y Siria.
Como dice la declaración de la cancillería cubana en respuesta a Tillerson: Nuestra América ha despertado y ya no será tan fácil doblegarla.
Twitter:@aguerraguerra
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/08/opinion/024a1mun