100 DÍAS: DE DOCTOR A IMPOSTOR
Queda demostrado que estamos ante una persona de dudosa transparencia, construyendo su imagen alrededor de una mentira repetida por 25 años. En estos 100 días Peñalosa pasó de ser Doctor a Impostor, y su eslogan “Bogotá Mejor para Todos” una trágica paradoja que acaba de comenzar.
Andrés Camacho@andrescamachomp
www.olapolitica.com
En un reconocido artículo titulado “El fracaso y el triunfo del neoliberalismo” Atilio Boron señala, con análisis de casos, cómo el neoliberalismo no es una forma de desarrollo, en ningún caso ha significado el fortalecimiento de economías nacionales y por el contrario es evidencia de la crisis del capitalismo. También ofrece en su escrito un análisis sobre el triunfo ideológico del neoliberalismo, triunfo que se manifiesta por ejemplo en la dificultad que tiene la gente del común, la sociedad e incluso los movimientos sociales para descifrar las claves de ese fracaso económico; reflexiona sobre el éxito que este ha tenido en conquistar la cotidianidad, en imponer categorías e incluso conquistar un espacio cultural. A propósito del escándalo sobre el título de doctorado que nunca tuvo Peñalosa se ha desatado una interesante discusión entre mis amistades: el neoliberalismo nos ha puesto en una carrera desenfrenada de títulos y lo político ha sido vaciado de contenido para ser reemplazado por la técnica, discusión que me hace recordar el triunfo del neoliberalismo del cual nos hablaba Atilio Boron. El neoliberalismo nos ha incorporado su concepto de “competencia” de “eficiencia” de “sabiduría”, nos ha empujado a un mercado laboral donde no importa el conocimiento sino los títulos y a una política de la tecnocracia y no de la ética.
Estoy convencido de que esa fue una de las maneras a través de la cuales Peñalosa logró ser alcalde, los medios masivos de comunicación repitieron una y miles veces “Bogotá necesita un gerente”, y en la campaña apareció su “gerente”, vendieron a la gente la imagen de Peñalosa como un tecnócrata más que como un político, del urbanista súper calificado, de un personaje respaldado por títulos, reconocimientos y un doctorado. Por ello, desenmascarar la farsa de su título no es solo un ejercicio ético, es también una forma de desenmascarar al neoliberalismo que hoy gobierna la Ciudad. En estos 100 días de gobierno de Peñalosa no solo ha caído ese imaginario de tecnócrata, también se ha demostrado que es un impostor, un impostor no solo porque sus pergaminos resultaron falsos, también porque sus decisiones demuestran que aquellas “cualidades” que vendieron como sus fortalezas resultaron siendo una mentira, y para ello me voy a referir solo a tres de los aspectos centrales del debate sobre Bogotá:
1. PLAN DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL: El POT es la norma que define cómo puede la Ciudad hacer uso de su suelo y dónde están las áreas protegidas, en qué condiciones se puede ubicar vivienda, actividades productivas, culturales y de esparcimiento1. Si bien Peñalosa aún no presenta su propuesta de POT tenemos algunas claves que en estos 100 días permiten proyectar la intencionalidad que este tendrá. El anuncio de “urbanizar” la Reserva Thomas van der Hammen devela la intencionalidad de su POT, su posición frente al crecimiento de la ciudad, la ubicación de viviendas y su postura frente a las áreas protegidas. Su propuesta de ciudad plantea un crecimiento poblacional de 20 millones de habitantes, cifra que manteniendo el ritmo actual de crecimiento se alcanzaría solo en unos 40 a 50 años. Cabe preguntarse, ¿Peñalosa pretende presentar un POT proyectado a 50 años? Recordemos que el POT en su contenido estructural tiene una vigencia de tres periodos constitucionales, por esta vía, sin sustento técnico Peñalosa pretende imponer la construcción de la Ciudad hacia los bordes, lo cual le permite asegurarle jugosas ganancias a sus patrocinadores y, por otra parte, explica porqué la Reserva TVDH, los cerros y la estructura ecológica del borde de la Ciudad se convierten en los blancos de su administración.
Preocupa entonces que los tecnócratas de la administración Peñalosa hagan anuncios sin sustento técnico, sin una discusión previa y rigurosa sobre el POT, desconociendo por ejemplo para el caso de la Reserva TVDH los estudios científicos, estudios doctorales e investigaciones diversas, así como la normatividad emitida para su protección, como la resolución 0475 de 2000 de Min. Ambiente, el Plan de Manejo Ambiental (acuerdo 021) de 2014, y la (resolución 0835) por medio de la cual la reserva fue declarada suelo de interés público.
2. MOVILIDAD: en la primera alcaldía de Enrique Peñalosa, cuando la empresa japonesa Japan International Coperation Agency (JICA) estructuró el Plan Maestro de Transporte Urbano, en el cual se incluyó la primera línea del metro, este prefirió la implementación del proyecto Transmilenio. En esta oportunidad, en su segunda alcaldía, cuando se completan 8 años de los más recientes y avanzados estudios para el metro de Bogotá, la historia se repite. Una de sus primeras decisiones fue suspender el proyecto Metro, pero ¿cuál es el sustento técnico para la suspensión?, aquellos elegidos por su “formación académica y su experiencia profesional” han tomado en estos 100 días decisiones sin sustento, decisiones que afectan la vida cotidiana de la ciudadanía. ¿Dónde están los estudios frente a la conveniencia o no de un metro elevado?, simplemente no existen, y producto de ello es muy posible que Bogotá se quede sin metro una década más.
Adicionalmente, Peñalosa inició la aplicación del alza en las tarifas para Transmilenio. La medida está justificada en el supuesto mejoramiento del sistema de transporte público, hecho que contrasta con el mal servicio, las filas y la falta de buses y de frecuencias que han ocasionado innumerables protestas de usuarios en portales y estaciones. Otro de los argumentos es la necesidad de brindar sostenibilidad y “viabilidad” al sistema; sin embargo, la rentabilidad de los operadores del sistema ha aumentado casi el doble del promedio, enriqueciendo sin pausa a las firmas más grandes del país, es decir que el alza termina favoreciendo los intereses privados sobre los usuarios y el Distrito. Cabe recordar que de cada 100 pesos recaudados por el sistema, el Distrito solo recibe 5, mientras que los costos de la operación, el mantenimiento vial, las comunicaciones, la seguridad y el parqueo son asumidos por la administración distrital.
3. GESTIÓN Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA: Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la Administración Pública es todo un conjunto de herramientas que permite el buen uso de los recursos y la capacidad del Estado para producir resultados en pro de los intereses ciudadanos, mientras que la Gestión Pública mide los resultados y el cumplimiento de una serie de principios en el marco de la administración. Dicho de otro modo, estos dos conceptos definen lo que es la gerencia en lo público. Entonces ese perfil “gerencial” que fue vendido como la mayor virtud de Peñalosa debería aplicarse en lo público; sin embargo, estos 100 días demuestran todo lo contrario. Ellos dirán que están haciendo uso de la “racionalización” de los recursos para garantizar una buena “gestión” pero, desde el punto de vista de su gestión, los indicadores sociales, que por ejemplo en los últimos años tuvieron una mejoría sustancial, hoy se encuentran en riesgo debido a sus determinaciones.
La política pública para la atención y garantía del derecho a la salud mediante la cual se logró casi la eliminación de la mortalidad infantil en Bogotá, o el aumento exponencial de la cobertura en salud, hoy sufren un revés con profundas consecuencias. El Concejo de Bogotá aprobó la iniciativa del alcalde Peñalosa para modificar el modelo de salud en Bogotá a través de una reorganización que busca, desde la justificación demagógica de la “eficiencia”, reducir los costos del sector salud, para lo cual se habla de una red matriz y subredes hospitalarias.
Así mismo, bajo su idea de “gerencia”, ha anunciado en reiteradas ocasiones su intención de privatizar la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB). Según el “gerente”, el valor de la ETB es 2,2 Billones de pesos, valor al que aspiran con su posible venta. Curiosamente no encuentran valor en los recursos provenientes de su operación, o en la infraestructura robusta que la ETB ha construido y que la hacen llamativa para los “inversionistas”. Estos anuncios han generado pánico financiero y deterioro patrimonial de la Empresa, su intención con ello es llevar la ETB a la quiebra y presionar de esta forma su venta. Nada distinto ocurre con otras empresas del Distrito en las cuales están aumentando cargas laborales mientras se reduce su presupuesto, se retrasa la compra de herramientas básicas para la buena gestión, tal como ocurre con la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá, a la que también quieren desmembrar, o con la Empresa de Energía de Bogotá, para la cual ya se aprobó la enajenación de sus acciones en ISAGEN. En resumidas cuentas, esas dotes de gerente terminaron siendo más las de un agente liquidador que las de un buen administrador.
Estos 100 días de la administración Peñalosa desautorizan la denominación mediática que hace de este un “gerente” y “urbanista”, si tomamos en cuenta no solo la inexistencia de su doctorado sino también su gestión política, o al menos no uno con la intención de administrar en función de los intereses de la ciudadanía. Queda demostrado que estamos ante una persona de dudosa transparencia, construyendo su imagen alrededor de una mentira repetida por 25 años. En estos 100 días Peñalosa pasó de ser Doctor a Impostor, y su eslogan “Bogotá Mejor para Todos” una trágica paradoja que acaba de comenzar.
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PEÑALOSA O EL NEOLIBERALISMO SOLAPADO
Así como parte del "éxito" del neoliberalismo consiste en disimular su propia violencia y aparecer como un modelo despolitizado, la fama de Enrique Peñalosa se ha construido sobre una imagen artificial de buen gerente y administrador, alejado de la politiquería. Este engaño se hace posible a través de la repetición y la mediatización de un discurso dominante, que naturaliza un modelo que es en principio únicamente una opción entre otras y deslegitima las voces discordantes.
Régis Bar@RegBarF
Fuente de la imagen: http://lacerationlove.deviantart.com
Enrique Peñalosa cumplió su sueño, volvió a la alcaldía de Bogotá, tras dos intentos fracasados y un poco más de un año después de una rotunda derrota en las elecciones presidenciales. A pesar de que no partió como favorito al inicio de la campaña, su "fama" terminó favoreciéndole y haciendo la diferencia. Esta se basó en una imagen aparentemente positiva que supo proyectar con la colaboración crucial del poder mediático. En consecuencia, el nombre de Peñalosa aparece muchas veces como sinónimo de "gerente", "técnico", "despolitizado", "moderno", "moderado", etc. Todas estas supuestas cualidades sirvieron de principal "argumento" para apoyar su última candidatura, sobre todo al distinguirlo de manera contundente del alcalde saliente, señalado de ser extremista, polarizador y pésimo gerente.
Sin embargo, bastaron pocas semanas de gobierno de Peñalosa para que las máscaras del candidato calleran, dejando aparecer la cara "fea" del alcalde. Así las cosas, uno podría afirmar que el triunfo de Peñalosa en las elecciones pasadas corresponde en gran medida a una especie de "malentendido político", es decir una profunda disconformidad entre la imagen proyectada y la realidad de la política aplicada. De alguna manera, este malentendido corresponde al que existe entre la aparencia que se da el actual modelo neoliberal, que se ha impuesto en todos los rincones del mundo, y las consecuencias concretas de su aplicación.
Hoy en día, el modelo neoliberal ejerce su dominación de manera hegemónica, a tal punto que ni siquiera se presenta como el mejor sistema posible sino como el único. Vivimos la consagración del famoso There is no alternative (eslogan pasado a la historia como TINA) de Margaret Thatcher. Claro, existen numerosas voces que critican el modelo y denuncian su violencia. Sin embargo, el sistema mismo sabe cómo hacer uso de ciertas técnicas para señalar las críticas como reacciones extremistas y deslegitimarlas frente a la "opinión pública". Así las cosas, la hegemonia del modelo le permite esconder su propio extremismo y marginalizar los que se permiten desafiarlo.
El eslogan de campaña de Peñalosa, Recuperemos Bogotá, es una muestra contundente de esta lógica. En efecto, detrás de él está la idea de que la ciudad estuvo "perdida" durante años, no sólo los cuatro correspondientes al mandato de Petro sino los doce últimos donde hubo un gobierno de izquierda. Perdida en el sentido de que fue gobernada de manera catastrófica e irresponsable, precisamente porque los tres últimos mandatarios se alejaron, supuestamente, de la doctrina neoliberal y de su "buena gestión". En este sentido, la recuperación de la ciudad no significa otra cosa que volver a aplicar las recetas típicas neoliberales. Pero concretamente, significa volver a someter la administración local a los grandes intereses privados. Se trata entonces de una recuperación ideológica al servicio de unos pocos poderosos.
En menos de cien dias de gobierno, Peñalosa ha dado varias muestras del carácter neoliberal de su visión de la ciudad, que dejan muy mal parado su imagen de "neutralidad técnica". En primer lugar, demostró muy rápidamente que el tema del metro todavía no cabía en su mente, a pesar de las promesas de campaña, y que el Transmilenio seguía siendo su juguete consentido. La manera como descartó, sin ninguna reflexión, los estudios efectuados sobre el metro y su defensa abierta del Transmilenio, a pesar del descontento generalizado de los usuarios, demuestra su intransigencia y su parcialidad. Igualmente, cuando se refiere a las protestas de ciudadanos contra el mal servicio del Transmilenio, no duda en calificarlas como actos de vandalismo, olvidándose de su "moderación" y sobre todo desconociendo que las mismas protestas eran consideradas, por él y por los grandes medios de comunicación, como totalmente legítimas durante el mandato de su predecesor.
Con respecto al tema de la reserva forestal Thomas van der Hammen, Peñalosa ha demostrado un desprecio hacia los ambientalistas, reacción típicamente neoliberal, al señalarlos de ser unos obstáculos al desarrollo y de ser animados por motivaciones políticas. Por otro lado, al hacer caso omiso de los numerosos aportes académicos que presentan argumentos de peso a favor de la preservación de la reserva, una vez más pone de manifiesto la falsedad de su carácter técnico y la ideologización de su agenda. En su mente neoliberal, cualquier pedazo de tierra es un vulgar potrero hasta que se pueda llenar de "construcciones" y así volverlo un territorio "moderno".
Una de las primeras medidas de Peñalosa fue desalojar a cientos de vendedores ambulantes para "recuperar" el espacio público. Así mostró de entrada la brutalidad que implica la recuperación neoliberal de la capital. Lo peor es que lo hizo en nombre de la seguridad, valor primordial del sistema neoliberal, cuando no existe absolutamente ningún indicio de que la presencia de estos vendedores fuera fuente de inseguridad, en medio de maltratos por parte de la Policía y sin ninguna propuesta laboral alternativa seria. Cuando el nuevo mandatario se percató de los efectos negativos para su imagen que provocaron esos desalojos y los regaños de algunos vendedores que cruzó en la calle, lo que hizo fue "invitar" a una de ellos al Palacio Liévano y montar un show para los medios, para mostrar su mejor lado.
Así como parte del "éxito" del neoliberalismo consiste en disimular su propia violencia y aparecer como un modelo despolitizado, la fama de Enrique Peñalosa se ha construido sobre una imagen artificial de buen gerente y administrador, alejado de la politiquería. Este engaño se hace posible a través de la repetición y la mediatización de un discurso dominante, que naturaliza un modelo que es en principio únicamente una opción entre otras y deslegitima las voces discordantes. En consecuencia, para poder derrotar este modelo, se hace necesario desvelar su contenido extremista y demostrar que se trata en realidad de una visión del mundo muy parcial, politizada e ideologizada, que arrasa con las conquistas sociales y empobreza a las clases populares.
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