Alarma por el aumento de refugiados e inmigrantes ilegales
Europa no rescatará a los que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo
Antonio Sánchez-Gijón
Melilla, avalanchas de inmigrantes.
El estado de ánimo de los políticos europeos ante el problema de la inmigración ilegal procedente de África y Oriente Medio ha quedado reflejado en las palabras de un portavoz del Home Office británico, que sin reserva alguna ha dicho, después de un consejo de representantes de los departamentos nacionales de Interior, que “los ministros europeos han expresado su preocupación por el hecho de que las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo son un efecto llamada para la inmigración ilegal, ya que animan a la gente a realizar navegaciones peligrosas con la esperanza de ser rescatada”.
La agencia Frontex, que se ocupa del control de las fronteras de la Unión Europea, acaba de cancelar la Operación Mare Nostrum, que en los últimos años enviaba barcos, generalmente navíos militares, hasta las aguas de Libia para rescatar los buques cargados de emigrantes, y la ha sustituido por la Operación Tritón, que comienza el próximo sábado y limitará sus operaciones al control de entradas en el territorio europeo, dentro de las aguas territoriales. Se trata de un problema que debe ser entendido desde una perspectiva histórica y otra de futuro. Vamos a intentarlo.
Europa vive en un entorno geopolítico favorable a la emisión de un gran número de emigrantes y refugiados, debida a las guerras civiles en un número de países del norte de África y de Oriente Medio: Libia, Siria, Líbano, Gaza, Iraq. Más al sur, en el cuadrante africano tenemos una faja subsahariana de países cuyas frágiles estructuras político-sociales se ven sacudidas por guerras civiles de naturaleza tribal, por luchas ideológicas o religiosas, por la pobreza extrema y por las enfermedades; fenómenos todos ellos que se producen en un entorno socioeconómico subdesarrollado, con altas tasas de corrupción y criminalidad. Cada uno de esos fenómenos ejerce una fuerte presión sobre las poblaciones, que se ven obligadas a desplazarse.
La emigración subsahariana gravita sobre España
Empecemos por el cuadrante subsahariano, que es el que más repercute sobre España. La masa de los africanos que emigran por razones de seguridad se desplaza a países vecinos más seguros, pero las minorías más arrojadas y vigorosas, es decir los hombres jóvenes, intentan llegar a los países más ricos del norte de su continente.
Y aunque saben que ni las leyes de la Unión Europea, ni las condiciones económicas en ésta permiten absorberlos como mano de obra legal, no se disuaden de emprender el viaje porque pueden obtener en Europa beneficios marginales por actividades irregulares como jornaleros temporales, la buhonería trashumante y la mendicidad en las grandes ciudades, sin olvidar su frecuente participación en tráficos ilícitos, como las drogas o la prostitución. Estas actividades generalmente generan unos ingresos que permiten ayudar a la familia que se ha quedado atrás.
Esta corriente de subsaharianos tiene su punto de mira en los accesos practicables al continente europeo, y es la que se agolpa ante las vallas de Ceuta y Melilla, y en alguna medida en los puertos de Libia. Gran parte de los que no consiguen dar el salto se acomodan a quedarse en Marruecos, donde crece la población negra en asentamientos más o menos estables.
Esta presión sobre Marruecos es una de las razones por las que las autoridades del reino colaboran con las europeas y españolas, en un intento de disuadir un movimiento migratorio que pesa sobre los recursos limitados del estado jerifiano, que aún se halla en un grado incipiente de desarrollo hacia la modernidad.
Los contingentes de subsaharianos que logran entrar en Europa se sobreponen en muchas ciudades europeas a capas de inmigrantes ya establecidos, procedentes de las oleadas de las dos grandes descolonizaciones del siglo XX, la francesa del Magreb (marroquíes y argelinos) y la británica de su Commonwealth (pakistaníes, indios, caribeños, etc.), o llamados por la reconstrucción de Alemania y su poderoso desarrollo en los años sesenta y setenta del siglo pasado, principalmente turcos, o por las altas tasas de desarrollo español antes de la crisis actual, principalmente marroquíes y asiáticos.
Una amenaza surgida entre inmigrantes
Esas comunidades más antiguas de inmigrantes (‘comunidades’ en un sentido meramente figurativo) han tenido grados muy variables de integración o, en su caso, de voluntad de integración, así como de aceptación por las sociedades mayoritarias. La experiencia de sociedad multicultural de Gran Bretaña, o la de asimilación por virtud de los valores republicanos de Francia, han tenido éxitos considerables, pero también fallos alarmantes.
Muchos de los hijos de los inmigrantes resienten lo que perciben como discriminación y retraso en su grado de integración, y algunos de sus sectores se radicalizan a ojos vistas debido a que los movimientos revolucionarios de confesión religiosa los incitan a liberarse de la opresión que, al parecer, los no creyentes europeos ejercen sobre ellos.
Bajo las llamadas de Al-Qaida a golpear a los infieles de Europa, esas juventudes inadaptadas realizaron actos de terrorismo masivo en Madrid, Londres, y a menor escala en varias ciudades de Inglaterra, Francia y Alemania, así como numerosos intentos fracasados en España y otros países europeos, y otros consumados con éxito en los Estados Unidos.
Si todo lo anterior es el resultado de los impulsos sucesivos de la descolonización, y a continuación de la aparición en el mundo musulmán del yihadismo religioso en su versión conspiratoria, propio de Al-Qaida, hoy nos hallamos bajo la creciente presión del yihadismo en una versión revolucionaria y popular que se expande por Iraq y Siria, y que no ceja en sus intentos de ganar reductos en Libia, Túnez y de nuevo en Argelia.
La aparición de este yihadismo militante en Oriente Medio es el principal factor que impulsa a nuevas oleadas de emigración irregular hacia Europa. El negocio de la “exportación” de emigrantes desesperados por escapar de la guerra ha adquirido niveles de organización comparables con las redes comerciales de distribución de mercancías. A los puertos de “exportación” de Libia se han unido en los últimos meses Damieta y Alejandría en Egipto. Fue de Alejandría de donde salió el barco que en septiembre condujo a 500 emigrantes a la muerte en el mar, cerca de Malta.
El año 2014 terminará con un probable crecimiento del 200% del número de emigrantes ilegales, la mayor parte de ellos en busca de refugio lejos de las guerras civiles de sus países. Su reparto es desigual; entre marzo 2013 y marzo 2014 llegaron al Reino Unido 265.000 inmigrantes y refugiados no comunitarios y otros 130.000 procedentes de la Unión. En 2013, 130.000 personas solicitaron refugio en Alemania, aunque solo unos pocos miles lo consiguieron. Ello da lugar inevitablemente a la aparición de poblaciones de irregulares, con un status de inmigrantes ilegales difícil o imposible de resolver vía devoluciones.
Aunque es muy improbable que estas oleadas de refugiados e inmigrantes lleguen a plantear un problema de seguridad, sí son percibidos como una sobrecarga para los recursos sociales que los diferentes estados europeos dedican al bienestar de sus propias poblaciones, lo que crea resentimiento entre numerosas poblaciones locales, como Milán y Calais, y en infinidad de ciudades pequeñas y pueblos donde los gobiernos asientan a los refugiados e inmigrantes, lejos de los grandes centros urbanos. Sin contar, por supuesto, las tensiones derivadas de forma inevitable debido al choque cultural.
Esta tensión se refleja en el auge electoral de los partidos de extrema derecha y anti-EU en algunos países europeos, y explica en parte el cambio radical de política de inmigración que la Unión Europea acaba de tomar respecto del “frente” mediterráneo.
https://www.capitalmadrid.com/2014/10/30/35816/alarma-por-el-aumento-de-refugiados-e-inmigrantes-ilegales.html