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HEGEMONÍA Y GEOPOLÍTICA EN EL CAPITALISMO DEL SIGLO XXI

HEGEMONÍA Y GEOPOLÍTICA EN EL CAPITALISMO DEL SIGLO XXI

Imagen: ecoportal.net

Marco A. Gandásegui, hijo*

Tenemos que formularnos dos preguntas. La primera es ¿si el sistema mundo capitalista colapsó con el estallido de los mercados en 2008? Se desprende de esta pregunta un agregado: 

¿Está condenado el capitalismo a seguir por un período indefi- nido en el presente estado de estancamiento? ¿En el aparente estancamiento que pronto cumplirá seis años? 

La segunda pregunta es, si se está recuperando el siste- ma, como dicen los gurús del establishment, ¿cuáles son los indi- cadores que lo pueden demostrar? Al mismo tiempo, la pregunta tiene dos lados. El otro lado es si el sistema no se puede recupe- rar ¿qué lo reemplazará? ¿Cuáles son las tareas inmediatas que nos corresponden? 

Estas son las preguntas que abordaremos en la presen- te ponencia. El sistema capitalista que conocemos en el siglo XXI ha madurado mucho. Esta maduración, sin embargo, no significa que ha superado las contradicciones que caracterizan su esencia. Su estructura industrial-financiero tiene más de dos siglos de funcionar y expandirse incesantemente. Sus formas de producción y reproducción han sido estudiadas y existen numerosas teorías que lo abordan. Quizás Marx y los marxistas han sido los más abundantes en proponer teorías sobre el siste- ma capitalista. 

Hemos dividido la presentación de las preguntas en dos partes. La primera – que hemos decido llamar en forma eufe- mística “El fin de la historia” - se refiere a las contradicciones que genera el desarrollo capitalista, tanto a nivel de sus aspectos productivos como en la reproducción propiamente del sistema de dominación sobre las clases subordinadas (hegemonía). La segunda apunta al fraccionamiento de la expansión capitalista en entidades nacionales que compiten por espacios, materias primas y trabajadores baratos que en la teoría marxista se lla- ma imperialismo. Para otros, es el permanente movimiento de la geopolítica. Por eso la segunda parte la llamamos “La geopolíti- ca del sistema capitalista”. 

Hay que recordar que el sistema capitalista funciona cuando genera ganancias que se extraen del trabajo. Sin em- bargo, a veces se nos olvida agregar que el capitalismo com- plementa sus ingresos con el saqueo de las comunidades y de la naturaleza. 

Harvey nos recordó recientemente que la rapiña y el saqueo – que no es contemplado formalmente en el proceso de producción capitalista – debe sumarse cuando llega la hora de hacer los cálculos. Ruy Mauro Marini también ha regresado sobre la es- cena con su dialéctica de la dependencia para mostrarnos como la superexplotación de la fuerza de trabajo a escala mundial consti- tuye un factor permanente en la reproducción capitalista. 

El capitalismo genera ganancias cuando la realización de la producción supera holgadamente el costo de los factores productivos. Es decir, la fuerza de trabajo. También genera ga- nancias cuando se apropia mediante el saqueo de las riquezas ahorradas por los trabajadores de otros sistemas no-capitalistas. Además, el capitalismo tiene mecanismos mediante los cuales se apropia de parte de los salarios de los trabajadores a través de la súper-explotación. 

Recientemente se han publicado un sin-número de libros sobre los cambios radicales que se están dando a nivel de la co- rrelación de fuerzas entre países y regiones. Los análisis más re- cientes giran en torno al caso de Ucrania y las luchas entre EEUU y Rusia por el control del este europeo. Apenas desplazó de los medios de comunicación, por un tiempo, al medio oriente y el Caribe. El Pacífico y la confrontación entre China y EEUU es también noticia. 

En este sentido, Piketty, Stiglitz y otros autores enfocan el problema desde una perspectiva geo-política. Es decir, cambios en las líneas geográficas de confrontación política y económica. Los Kissinger, Brzezinski y otros convierten estos planteamien- tos en tácticas operativas. 

En los trabajos tan populares en las capitales mundiales, sin embargo, faltan los actores sociales. ¿Quiénes son los actores que están cambiando las líneas, que están ganando las batallas y preparando las guerras? Piketty no se preocupa de teorizar sobre las luchas por apropiarse de las riquezas. Su preocupación se centra en la descripción del crecimiento de la riqueza y porqué tiende a ser desigual su distribución en la sociedad. No indaga en las causas de esa distribución desigual ni tampoco en las luchas de los diferentes grupos sociales. El premio Nóbel Stiglitz tam- bién pasa por alto las luchas por el control de los procesos pro- ductivos y de las luchas por definir otro plano para la distribu- ción más justa de la riqueza. Ambos apenas le prestan atención a los conflictos que generan el control de la fuerza de trabajo, de las rutas de transporte o de los mercados.

esde hace 40 años la correlación de fuerzas a escala mundial está cambiando rapidamente. No es sólo un problema de competencia entre ‘naciones’ o Estados. Los estudios abun- dan en el sentido de que una clase de trabajadores, los obreros, han perdido un porcentaje importante de la riqueza que su tra- bajo produce. La diferencia ha sido acaparada por los dueños de los medios de producción. Más que todo, un sector de ese sector propietario: los financistas. En realidad, los financistas no son dueños de bienes concretos o ‘reales’. Los financistas tampoco son una clase propiamente capitalista. No son productivos, tam- poco son rentistas (un residuo de otros modos de producción). Los financistas modernos nacieron en Inglaterra cuando se creó el Banco de Inglaterra. En EEUU aparecieron organizados en 1913 con la creación del Banco de Reserva Federal (Fed).

Los financistas deben su poder a la capacidad que la co- rrelación de fuerzas de la formación social les da para crear ‘de la nada’ dinero que puede transformarse en capital. (No nos ol- videmos que el dinero es necesario para consumir mercancías. Es la mercancía que se transforma en dinero para adquirir otra mercancía del mismo valor. Se puede hacer en cualquier modo de producción. En cambio, el capital tiene el don maravilloso que puede reproducirse – indistintamente - en más capital o di- nero. Es el dinero (capital) que adquiere mercancías para trans- formarlas en más dinero (capital1). Para ello tiene que existir un modo de producción capitalista).

I El fin de la historia

El eufemismo popularizado por Francis Fukuyama, “el fin de la historia”, se refería a lo que los ideólogos de fines del siglo XX consideraban la derrota de la clase obrera y sus pretensiones de compartir los frutos de su trabajo y productividad. Fukuyama, por razones ideológicas comprensibles, presentó su tesis puesta de cabeza. El capitalismo, decía, en su forma liberal y jerarqui- zada, llegó a la cima de la civilización humana para quedarse go- zando de sus triunfos. Los ideólogos del capitalismo tenían mu- cha razón para celebrar. Habían quebrado el movimiento obrero de los países más desarrollados, reduciendo sus organizaciones en apéndices de los objetivos asociados con la acumulación ca- pitalista. Al mismo tiempo, sometieron los movimientos sociales de liberación nacional y de desarrollo autónomo de los países menos desarrollados.

Se creyeron su propia propaganda cuando colapsó el ex- perimento soviético en Europa central y oriental.1 La debacle so- viética, a su vez, dejó a EEUU sin un enemigo que le permitiera desarrollar su economía de guerra, única capaz de transferir con la legitimidad necesaria los excedentes extraídos a la clase obre- ra, en manos del gobierno, a la clase capitalista.2 (Gandásegui)

“El fin de la historia”, sin embargo, tenía otro significado muy distinto al imaginado por Fukuyama. La derrota de la clase obrera de los países más industrializados representaba también el fin de las altas tasas de ganancia. Marcó el inicio de las polí- ticas neoliberales que introducen la “financiación” de las econo- mías. Es decir, la extracción de ganancias mediante la circula- ción y no la producción.

El llamado fin de la historia, en los términos expuestos por ideólogos como Fukuyama, en realidad puede entenderse como la crisis del capitalismo entendido como la forma de do- minación (liberal) sobre la clase trabajadora y, a la vez, el some- timiento (dependencia) de enormes regiones del mundo en el marco de un sistema jerárquico tipo centro-periferia.

La derrota de la clase obrera representa la tendencia ha- cia la pauperización y su exclusión de los procesos de realización de los excedentes que produce la relación de producción capitalista. En un análisis de los datos arrojados por una en- cuesta realizada en 2005 por la Reserva Federal de EEUU, se destaca el estancamiento del ingreso de la familia media nor- teamericana en los primeros años del siglo. En contraste, los ingresos de las familias del rango superior (más ricas) crecie- ron en un 20 por ciento.

Cuando se analizan los datos correspondientes a la ri- queza neta de las familias norteamericanas se presenta otra realidad. La riqueza de la familia media de EEUU creció en un 30 por ciento entre 1998 y 2007. ¿Cómo se explica que mientras los ingresos de las familias medias norteamericanas se estancaran, su riqueza creció en un 30 por ciento? Según Pizzigati, no hay misterio alguno. “Los valores netos crecían, explica Pizzigati, porque el valor de los activos que las fami- lias medias poseían, especialmente viviendas y otras propie- dades, eran sobrevaluados”.3

Según el análisis de los resultados de la encuesta del ban- co central norteamericano (Federal Reserve), “las familias nor- teamericanas medias podían haberse hecho “más ricas” sobre el papel. Pero los números sobre el papel no pagan facturas. So- lamente los dólares reales pagan facturas y las familias medias, con sus ingresos estancándose, no los tenían”. Para entender lo que pasaba hay que estudiar la manera en que “las familias me- dias tomaron prestado a niveles record, según muestran los nue- vos datos de la Fed”. Además, “entre 2004 y 2007, el saldo medio no pagado de las familias con pasivos en sus tarjetas de crédito subió en un 30 por ciento.

La riqueza neta media de las familias norteamericanas se desplomó, según estimaciones de la Fed, en un 22,7 por ciento desde 2007, más que suficiente para eliminar virtualmente cada dólar de ganancia neta en riqueza que las familias medias regis- traron a lo largo de fines del siglo pasado. (Pizzigati)

Mientras que la clase obrera tendía a empobrecerse en los países del “centro”, la represión de los movimientos de libe- ración nacional y la oposición a los proyectos nacionales autó- nomos impidió la incorporación de los trabajadores de la perife- ria al sistema capitalista. Corcanholo diría, rescatando la noción de Ruy Mauro Marini, que la “superexplotación” se extendió al 80 por ciento de los trabajadores del planeta. 4

Según Samir Amín, antaño, un país emergente podía re- tener su parte de los recursos sin amenazar los privilegios de los países ricos. Pero hoy día ya no es el caso. La población de los países opulentos – el 15% de la población del planeta – acapara para su propio consumo y despilfarro el 85 % de los recursos del globo y no puede consentir que unos recién llega- dos accedan a estos recursos, ya que provocarían graves penu- rias que pondrían en peligro los niveles de vida de los ricos”. Amín agrega que “si EEUU se ha fijado como objetivo el control militar del planeta es porque saben que sin ese control no pue- den asegurarse el acceso exclusivo de tales recursos. China, la India y el Sur en su conjunto también necesitan esos recursos para su desarrollo. Para Estados Unidos se trata imperativamen- te de limitar ese acceso y, en última instancia, sólo existe un medio: la guerra”.5

Pero no basta con llamar la atención sobre la debacle fi- nanciera. Detrás de ella se esboza una crisis de la economía real, ya que la actual crisis financiera misma va a asfixiar el desarrollo de la base productiva. Las soluciones aportadas a la crisis finan- ciera sólo pueden desembocar en una crisis de la economía real, esto es, un estancamiento relativo de la producción y lo que ésta va a acarrear: regresión de los ingresos de los trabajadores, aumento del paro laboral, alza de la precariedad y agudización de la pobreza global.

Detrás de la crisis se perfila a su vez la verdadera cri- sis estructural sistémica del capitalismo. La continuación del modelo de desarrollo de la economía real, tal y como se conoce, así como el del consumo que le va empareja- do, se ha vuelto, por primera vez en la historia, una verdade- ra amenaza para el porvenir de la humanidad y del planeta. La dimensión mayor de esta crisis sistémica concierne el acceso a los recursos naturales del planeta, que se han vuelto muchísi- mo más escasos que hace medio siglo. 

El sistema de producción y de consumo/despilfarro exis- tente hace imposible el acceso a los recursos naturales del globo para la mayoría de los habitantes del planeta, para los trabaja- dores del Norte y del Sur. 

El fin de la historia entonces no es el momento de triunfo del capitalismo y su forma neoliberal de acumulación. Tampoco es la derrota de la clase obrera y su proyecto de socialismo. Es el fin de la acumulación capitalista en su forma industrial financiera. 

Es cierto, a los trabajadores se les ha expropiado sus em- pleos asalariados, se les está secuestrando sus bienes de consu- mo (viviendas, medios de transporte), su educación, sus servi- cios de salud, sus servicios urbanos. 

La financiación de las hipotecas. La privatización de los servicios sociales como salud, educación, agua, transporte. La transferencia de las riquezas sociales de los trabajadores a los nuevos propietarios de los servicios sociales. 

Costas Lapavitsas , 2012, , Profiting Without Producing: How Finance Exploits Us All, Londres: Verso. 

El estancamiento de la tasa de ganancia de los sectores pro- ductivos (industria y agricultura) convierte las áreas de apo- yo de antaño en cotos para acumular ganancias no produc- tivas (financieras). 

Hay que reinventar la sociedad. Hay que crear los meca- nismos para construir la nueva sociedad (¿socialista?) y al hom- bre nuevo. 

II. La geopolítica del sistema capitalista 

El sistema capitalista buscará todas las formas posibles para re- solver su crisis. Durante más de 200 años ha recurrido a las gue- rras de rapiña y a las guerras imperialistas (entre las potencias más avanzadas). El bloque anglo atlántico, que tiene casi tres siglos de ser hegemónico dentro del sistema mundo capitalista, aún está en condiciones de seguir acumulando riquezas median- te la expropiación de trabajo social excedente y/o la rapiña. 

Sus puntos de equilibrio en el siglo XX se centraron en Europa, el oriente extremo, el medio oriente y el Caribe. 

Con el colapso de la URSS – sucesora de la Rusia zarista – se abrió una brecha que por más de dos siglos (Napoleón, Hitler) se encontraba cerrada a la expansión del capitalismo: El vasto continente euroasiático. Cuando Bush padre le prometió a Gor- bachov – el último secretario general del PCUS – en 1989, que la disolución del bloque socialista europeo y la URSS no alterarían el orden establecido después de la II GM, estaba jugando con hojas de té. 

En 2007, Putin decía que Rusia había “evacuado todas sus ar- mas pesadas de la parte europea de Rusia y las hemos colocado más allá de los Urales” y “reducido nuestras Fuerzas Armadas en 300.000. Hemos tomado varios otros pasos requeridos por el Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), ¿Qué hemos visto en respuesta? Europa Oriental reci- be nuevas armas, dos nuevas bases militares están siendo esta- blecidas en Rumania y en Bulgaria, y hay dos nuevas áreas de lanzamiento de misiles – un radar en la República Checa y sistemas de misiles en Polonia. Y nos hacemos la pregunta: ¿Qué pasa? Rusia se está desarmando unilateralmente. Pero si nos desarmamos unilateralmente quisiéramos ver que nuestros so- cios están dispuestos a hacer lo mismo en Europa. Al contrario, Europa está siendo atiborrada de nuevos sistemas de armas. Y por cierto no podemos dejar de estar preocupados”. 

Vladimir Putin, Conferencia de Múnich sobre Política de Segu- ridad, febrero de 2007. 

EEUU inmediatamente puso en acción un plan que comenzaría con integrar a los países socialistas del centro-europeo a la Co- munidad Europea y a la OTAN (1991-2000). El plan contempla- ba continuar con la integración de las ex-repúblicas soviéticas a la CE y a la OTAN entre 2001 y 2010. El plan de Washington se ha atrasado - quizás debido al colapso del sistema bancario in- ternacional en 2008 - pero se está desenvolviendo según lo con- cebido por los especialistas de las agencias al servicio del gran capital norteamericano. 

Stephen Kinzer señaló en el Boston Globe, que “desde el momento en que la Unión Soviética colapsó en 1991, EEUU ha mantenido implacablemente una estrategia de cerco de Ru- sia, tal como lo ha hecho con otros supuestos enemigos como China e Irán. Ha incorporado a 12 países de Europa central, to- dos ellos antiguos aliados de Moscú, a la alianza de la OTAN”. Stephen Kinzer, “EE.UU. un socio total en la debacle ucrania- na”, Boston Globe” 

En la agenda está la Federación Rusa. Una vez liqui- dada el asunto de Ucrania, EEUU contempla la división de Rusia en tres grandes regiones. La actual Rusia europea, las enormes estepas de Sibería y el extremo oriente ruso con cos- tas sobre el Pacífico. 

Según Zbigniew Brzezinski 

“La cuestión que la comunidad internacional enfrenta ahora es cómo responder a una Rusia que se involucra en el uso flagran- te de la fuerza con mayores objetivos imperiales: reintegrar el antiguo espacio soviético bajo control del Kremlin y cortar el acceso occidental al Mar Caspio y a Asia Central obteniendo el control sobre el oleoducto Bakú/Ceyhan que pasa por Geor- gia. (“Brzezinski: Russia’s invasion of Georgia is Reminiscent of Stalin’s attack on Finland”; HuffingtonPost) 

Henry Kissinger tiene otra visión del problema geopolítico. Re- comienda que EEUU se olvide de convertir a Ucrania en un con- flicto y busque la fórmula de convertir a ese país en el ‘puente’ que le permita a EEUU enfrentar de manera más racional los intereses rusos. 

“El problema de Ucrania es visto como un duelo entre poderes. Hay quienes quieren que decidamos si Ucrania será de occidente u oriente. Pero si Ucrania quiere sobrevivir y pros- perar no debe convertirse en base de uno contra el otro, debe funcionar como un puente entre ambos”. Henry Kissinger, 2014, “How the Ukraine crisis ends”, The Washington Post, 5 de marzo. 

Para Kissinger las riquezas de Asia central (Siberia incluido) deben seguir siendo administradas por Moscú. Sin embargo, en una relación privilegiada con EEUU. Kissinger introduce una noción geopolítica nueva que llama ‘la insatis- facción equilibrada’ (balanced dissatisfaction). Para alcanzar los objetivos que persigue EEUU la “prueba no es alcanzar satisfacción absoluta sino insatisfacción equilibrada. Si no encontramos la solución a la crisis, el camino hacia la con- frontación se acelerará”. 

Kissinger no piensa en términos de dividir a Rusia para permitir el saqueo de sus riquezas. Al contrario hay que sumar a Rusia a una alianza en la cual el saqueo se pueda realizar en forma conjunta. 

Kissinger no pierde de vista que Rusia puede ser un alia- do estratégico en el enfrentamiento de Washington con China que se precipitará en el transcurso del siglo XXI. 

Traigo a colación las palabras del teniente general Víktor Sobolev, comandante del 58º Ejercito entre 2003 y 2000, en los días turbulentos que presidieron la caída del gobierno pro-ruso en Kiev: “Por desgracia no podemos competir con la OTAN. Es algo evidente por la correlación de fuerzas y medios, por el nú- mero de tanques, de aviones, de barcos, etc. Por ejemplo EEUU tiene trece portaviones mientras que nosotros sólo uno el “Al- mirante Kuznetsov”. El otro que teníamos el “Almirante Gors- hkov”, se lo vendimos a la India. Además nuestro portaviones ni siquiera es atómico”.

Konstantín Sivkov, 2014, “Opinión de dos expertos mili- tares rusos sobre posibles escenarios del conflicto ucraniano”. Nota publicada en el blog de Josafat S. Comin, 3 de marzo. Ci- tado por Enrique Muñoz Gamarra, 2014, “¿Después de Vietnam ha enfrentado EEUU a un ejército de verdad? Línea roja en el sureste de Ucrania”, ARGENPRESS.info, 11 de marzo.

Kissinger ve más peligrosa un eje sino-ruso que la misma presencia de Rusia como amenaza de Europa. Esa preocupación se manifestó después de la votación de la ONU que condenó a Rusia por la anexión de Crimea. Los cien votos de condena fue- ron mitigadas por las 50 abstenciones y los doce votos en contra, entre ellos los del BRICS.

En el último lustro las diferentes ideas en torno a la cons- titución de un mundo multipolar tienden a esfumarse. La única posibilidad de que surja un polo capaz de enfrentar a la hegemo- nía norteamericana se presenta en la emergencia de China como potencia económica. EEUU es consciente de esa perspectiva que se agiganta con cada año que pasa.

Frente a Rusia, EEUU tiene la alternativa de tratar de destruir la federación (la tesis de Brzizinski) o de sumarla como aliada en un frente contra China (Kissinger). China tiene como opciones, absorber la debilitada economía de EEUU en un BRICS ampliado o enfrentar un escenario de guerra inaceptable para una potencia en ascenso.

Los especialistas militares norteamericanos han girado su política bélica hacia el Pacífico para rodear a China con una periferia amenazadora. El Pacto Transpacífico (con su modelo de Alianza del Pacífico latinoamericano) pretende crear un cer- co económico en torno a China. La amenaza más importante percibida por EEUU es de una alianza entre China y la Federa- ción Rusa. Es en torno a este eje que podría sumarse numerosos otros países como los BRIC, Africa, partes de América latina e incluso Europa.

EEUU aún tiene una clara ventaja militar, aún es económicamente el país más poderoso y tiene una capacidad ideológica superior a cualquier otro país del mundo. La crisis de hegemonía es una tendencia que puede continuar como puede ser frenada. Un ‘polo’ centrado en el eje chino-ruso puede com- petir el campo económico y cultural. El problema es el militar. EEUU tiene la última carta en la mano: la guerra.

Esta realidad nos permite analizar el enfrentamiento más reciente surgido en torno a Ucrania para tratar de entender la crisis del capitalismo y de EEUU, así como las opciones abiertas a los demás actores globales.

Cierro con las palabras de Fidel, ‘la mejor guerra es la que no se libra’.

_____________________________

* Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investiga- dor asociado del CELA.

1 Pat Devine, , “The 1970s and after. The political economy of inflation and the crisis of social democracy”, Soundings 32, Spring.

2 Gandásegui

3 Pizzigati

4 Francois Chesnais y Gérard Duménil, 2004, “La economía del imperialismo norteamericano”, Rebelión, 19 de septiembre.

5 Samir Amin, 2008, ¿Debacle financiera, crisis sistémica ? Respuestas ilusorias y respuestas necesarias, Caracas: Foro Mundial de las Alternativas, octubre.

http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140813042654/CuadernoCLACSO-N15-SegEpoca.pdf

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