UN PUEBLO DESESPERANZADO OBLIGADO A VOTAR LA REELECCIÓN DE SU VERDUGO
TERROR A URIBE, DA TRIUNFO SIN ESPERANZAS SOCIALES A SANTOS
CRONICÓN.NET
Ciertamente, Colombia es de lejos el país del realismo mágico, lo cual queda demostrado una vez más con la reelección de Juan Manuel Santos el pasado 15 de junio. En efecto, hace cuatro años, Santos, el ministro de Defensa del cuestionado gobierno de Álvaro Uribe Vélez, el de los eufemísticamente denominados "falsos positivos"; el que para justificar la violación de soberanía ecuatoriana para acabar con un jefe guerrillero de las Farc ponderaba y defendía la burda doctrina Bush, de la "guerra preventiva"; el íntimo amigo del mafioso esmeraldero y paramilitar Víctor Carranza; el mismo que en octubre de 1996 expresó públicamente que soñaba con "un fujimorazo a la colombiana", y que se autocalifica como pro estadounidense y da muestra suficiente de ello siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Washington para profundizar el modelo neoliberal en Colombia y consolidarla como un laboratorio militar llenando su territorio de bases gringas, mercenarios de la CIA norteamericana, el Mossad israelí y el MI6 británico; fue elegido por la ultraderecha mafiosa y narcoparamilitar que lidera Uribe, para ese entonces el mejor mandatario que ha tenido Colombia en toda su historia, según sus propias al asumir como nuevo Presidente de la República, el 7 de agosto de 2010.
Ahora, cuatro años después, el mismo Santos, cuya gestión de gobierno es pésima según todas las encuestas, con un altísimo déficit de liderazgo, pues su nivel de impopularidad supera el 60% en todos los sondeos de opinión, es reelecto gracias al decidido apoyo de los sectores progresistas y de izquierda que, paradójicamente, lo cuestionaron y le hicieron oposición durante su primer cuatrienio.
Gracias a que los asesores de ultraderecha de Santos liderados por el controvertido estratega venezolano J.J. Rendón, gurú de la propaganda negra de los candidatos presidenciales del fascismo latinoamericano, lograron instalar la matriz de opinión según la cual en estas elecciones presidenciales se jugaba la guerra o la paz, destacados dirigentes progresistas y amplios sectores democráticos terminaron respaldando al actual mandatario caracterizado por ser un aventajado mercader de la soberanía colombiana.
Pero lo macondiano no para ahí. Una vez lograda la reelección de Santos, los propios dirigentes de izquierda y de la autodenominada centroizquierda, (otro eufemismo para disimular su acento de derecha) que respaldaron su reelección, salieron todos a una a señalar que solo su apoyo se circunscribe a la continuidad del proceso de paz con las Farc y que, de ahora en adelante, le harán oposición. Es decir, dan a entender estos dirigentes que su voto fue parcelado: respaldan su proceso de paz de La Habana con la insurgencia de las Farc, pero repudian su programa político y su modelo económico para el cuatrienio 2010-2014. Digno de estudio para los politólogos el comportamiento de este sector de dirigentes colombianos.
UN PAÍS QUE VOTÓ POR MIEDO
Colombia en estas elecciones presidenciales votó por miedo. Sus sectores populares y democráticos justificaban el voto para reelegir a su verdugo bajo el argumento de que era preferible un mandatario corrupto, sin entrañas, representante de la oligarquía tradicional bogotana y cipayo de Washington como Santos, a que vuelva la ultraderecha mafiosa narcoparamilitar de Álvaro Uribe a través de su marioneta Óscar Iván Zuluaga.
No obstante que el Departamento de Estado decidió que hay que terminar el conflicto armado interno en Colombia y en ese sentido los designios de Washington son para la clase gobernante de este país andino palabra de dios, Zuluaga, en caso de que hubiera ganado la Presidencia, habría tenido que continuar con los diálogos en La Habana con las Farc, obviamente con otras exigencias y tratando de ponerle obstáculos a la negociación, pero siguiendo al pie de la letra las instrucciones del Tío Sam al respecto.
Por lo demás, era evidente que un triunfo del uribismo en cabeza de Zuluaga habría profundizado la ignominia en la que se debate el pueblo colombiano. No solo era la restauración ultraconservadora de la lupenburguesía en el plano nacional sino la consolidación de una plataforma de la ultraderecha para hostigar y sabotear en el ámbito internacional a los gobiernos progresistas de América Latina y sus procesos emancipatorios.
SIN ESPERANZAS SOCIALES
Con una abstención del 60% en la primera vuelta electoral y de más del 54% para la segunda ronda, los colombianos que salieron a votar lo hicieron sin ningún entusiasmo, conociendo de antemano el futuro trágico e incierto que les espera con Santos o que habrían tenido con el títere candidato de Uribe Vélez.
Si bien con la reelección de Santos se aspira a que logren cristalizarse los acuerdos de desarme de las guerrillas de las Farc y del ELN para comenzar en firme un proceso de posconflicto para construir una cimentada paz, en materia de ampliación de la democracia y de cambio del modelo económico neoliberal por uno incluyente y de óptima distribución de la riqueza, las esperanzas son nulas.
Apenas 48 horas de su reelección, la bancada de gobierno enterró en el Congreso el proyecto de ley liderado por parlamentarios del Polo Democrático, el único partido de oposición, que restablecía las horas extras a los trabajadores y que había sido promesa de campaña de Santos.
Para no defraudar inmediatamente a los sectores democráticos y de izquierda que le dio el triunfo en las unas, Santos en una actitud de prudencia políticaprefirió aplazar para la nueva legislatura que comienza este 20 de julio la aprobación del tratado de libre comercio con Corea del Sur que terminará por marchitar la industria nacional, y la alianza militar entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), instrumento militar de Estados Unidos y Europa para el sometimiento y neocolonización de los pueblos. Ambas iniciativas del gobierno de Santos se aprobarán en el segundo semestre de este año habida cuenta su total obsecuencia con el capital especulativo transnacional y con la Casa Blanca.
SIGUE LA TERRIBLE NOCHE NEOLIBERAL
Para los colombianos, el segundo gobierno de Santos constituye la continuidad de la terrible noche neoliberal y el asalto del Estado colombiano por la misma camarilla mafiosa y oligárquica que lo ha gobernado durante toda su historia. Desde la Casa de Nariño se anuncia para el nuevo cuatrienio que se inicia este 7 de agosto reformas en las áreas tributaria, de salud, educación y de pensiones. Pero es sabido de antemano que las mismas serán orientadas y dictadas por los organismos multilaterales de crédito.
En efecto, la reforma tributaria será orientada por el puñado de empresarios neoliberales organizados en la oligárquica Asociación Nacional de Importadores (antes de industriales), ANIF, cuyo propósito estará enfocado en reducirle los impuestos al gran capital y recargárselo a los trabajadores y a la clase media. La reforma educativa seguirá los parámetros del Banco Mundial y de la OCDE (organismo de propaganda neoliberal para favorecer los mercados) que buscan imponer el famoso Plan Bolonia para privatizar la educación pública. En tanto que la reforma al sistema de salud y pensiones tendrá el enfoque que imponga el Fondo Monetario Internacional. En conclusión, el libreto de las reformas de Santos II ya está preconcebido.
UN ESQUEMA POLÍTICO PARALIZANTE
Por todo lo anterior, Colombia es un país desesperanzado debido a que su corrupta y decadente clase dirigente ha postrado a la mayoría de sus habitantes. Esta es la razón por la que buena parte de la población vive desencantada con la política, habida cuenta que los colombianos deben convivir con un esquema político paralizante caracterizado porque hay alternancia de personajes en el poder pero sin alternativas reales de cambio. En definitiva y parodiando al dirigente argentino peronista John William Cooke, podríamos decir que las zozobras del establecimiento colombiano "son las de un mundo agotado tratando de estirar los plazos de su aniquilamiento".
Bogotá, junio de 2014.
http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones98/nota01.htm