Tras el incendio en la cárcel "Modelo" de Barranquilla
Equipo desdeabajo
La cárcel. De nuevo la cárcel, el dolor, la violencia, la negación de los derechos humanos más elementales.
El 28 de enero la noticia que no podía pasar como otra más, aseguraba que en la Cárcel Modelo de Barranquilla, producto de un incendio, había 9 muertos –luego otro interno con graves quemaduras en todo su cuerpo perdió la vida en un hospital de la ciudad– los lesionados no menos de 50.
Pero, ¿de dónde y cómo surgieron las llamas? Esto es lo menos que se podría preguntar cualquier ciudadano desprevenido, y la respuesta indica que tras una requisa de la guardia, y el decomiso de marihuana y otras drogas, además de algunos cuchillos, los presos protestaron y "dieron paso al incendio de algunos de sus enseres". Según las noticias la guardia respondió con gases lacrimógenos para controlar a los internos.
Quien conozca una cárcel ya se puede imaginar lo sucedido. En medio de la requisa algún preso protestó por los maltratos sufridos cuando hay requisas y la guardia arremetió con más fuerza. La solidaridad entre los presos pudo desatar un pequeño motín, ante el cual, sin consideración, la guardia respondió con los gases lacrimógenos. Imagínese el cuadro, usted encerrado, hacinado, sin poderse mover, y cubierto por gases lacrimógenos. Imagine el desespero, el ahogo, el deseo de brincar por algún lugar... ¿Salen chispas de los disparos de los gases? ¿Qué otros recursos pudo utilizar la guardia? ¿Acudieron los presos a prender papel como recurso para opacar el gas que los ahoga? Tal vez lo uno, tal vez lo otro, la investigación lo confirmará, pero lo que sí es cierto, lo que todo preso y toda familia de éstos conoce, sufre, y recuerda con odio, es que en la cárcel la violencia oficial es pan de cada día.
Bien. En medio de la disputa entre guardia y presos salen llamas, que sin dificultad toman cuerpo en un lugar donde sus "habitantes" están hacinados, donde tienen que hacerse sus camas con cartones, periódicos, en fin, allí, en esas condiciones el fuego encontró todo el material necesario para expandirse en pocos segundos. Y en medio de éste, sin poder salir de los pasillos y/o el patio, los presos, carne de fuego, gritando, encerrados tras los barrotes, tras los candados, tras los tornillos. Al otro lado, a buen resguardo, la guardia presenciando el horror, hasta que algún superior da la orden de abrir puertas para que no todos los presos mueran o queden mal heridos.
Esto sucedió el 28 de enero. Y ocurrió en una cárcel construida para 730 internos, pero que pese a ello reúne en condiciones infrahumanas 1.116.
Y esta situación se vive, se sufre, pese a las Sentencias de la Corte Constitucional durante 2013, donde ordenó al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, y al gobierno nacional, colocar punto final al hacinamiento que pulula en la mayoría de mazmorras del país.
Sucede esto, pese a la Sentencia T-153 de 1998 que ordenó lo mismo, así como las T-881 (2002), T-317 (2006), T-690 (2010), al Auto 041 del año 2011, y un sin fin de tutelas que dicen proteger los derechos humanos de los presos. La justicia aquí, sin duda, es una simple parodia, un sainete que no toman en serio sus mismos "defensores", a no ser para construir más cárceles, ahora de alta, media y otras seguridades, que encierran cada vez más a quienes sufren la negación de su libertad, sometidos en casos hasta el extremo de no poder gozar el sol por días. Cárceles para matar poco a poco, para destruir poco a poco, para someter en vida.
Tras el crimen, las voces de ministros y otros altos funcionarios no demoraron en escucharse: "esto no puede repetirse", "allí se violan todos los derechos humanos", "dimos orden de trasladar decenas de internos". Es decir, ahora sí se puede tomar medidas de choque para "proteger" a los presos. Pero ya es tarde.
La vida sigue, o más bien, la tragedia de cada día prosigue tras los barrotes. La tristeza, el desespero, la desilusión...
Y mientras estos y otros pensamientos copan las mentes de cientos de encerrados, de enjaulados, se conoce una nueva Sentencia de la Corte, motivada por una tutela del Defensor del Pueblo de Santa Marta –Albeis Fuentes–. Como reafirmación de la constante nacional, la prisión de esta ciudad, construida para encerrar 337 personas oprime a 1.149. Un hacinamiento del más del 300 por ciento. Como es de suponer, el servicio de agua es pésimo, incluso en algunos patios impotable –en una ciudad donde el calor sube más allá de los 30 grados, y la atención médica es un chiste, con decenas de órdenes de atención especializadas represadas. Dos meses da la Corte para superar esta situación. Otro chiste. Fíjese que la Modelo y la Picota de Bogotá, a pesar de las tutelas y lo ordenado en el 2013 por la Corte no superan su problemática. Igual sucede en Pereira y en Pedregal.
Tras toda esta tragedia, ¿cuándo se pondrá fin al encierro como política de control social? ¿Cuándo se reconocerá que la cárcel no resocializa ni cumple con ningún precepto de los que siempre alardean en códigos y debates públicos los burócratas que sirven a la reproducción del sistema? ¿Cuándo se reconocerá que la prisión es una moledora de hombres y mujeres?
Así es. Pero para ser más sensatos. ¿Cuándo se reconocerá que para eso fue instituida y que, por lo tanto, cumple de manera cabal con los fines buscados por el sistema?
http://www.desdeabajo.info/actualidad/colombia/item/23524-tras-el-incendio-en-la-c%C3%A1rcel-modelo-de-barranquilla.html