Comunicado
Asesinado el maestro y
sindicalista Leonardo García Morera en Bolívar (Valle del Cauca)
Central Unitaria de
Trabajadores (CUT)
La Central Unitaria de
Trabajadores de Colombia – CUT, denuncia el asesinato del compañero Leonardo
García Morera, docente de la Institución Educativa El Naranjal, Sede Benjamín
Agredo Corregimiento El Catre del Municipio de Bolívar (Valle del Cauca) y
afiliado al Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Valle – SUTEV.
Los hechos sucedieron el 13 de
febrero, Leonardo fue desaparecido en el Municipio de Bolívar hacía el
mediodía, y en horas de la noche fue encontrado asesinado.
La CUT llama a todas las
organizaciones sindicales, sociales y populares a denunciar y rechazar estos
hechos de violencia contra el derecho a la vida. Exigimos del gobierno nacional
se brinden las garantías para el ejercicio sindical docente y que cumpla con su
obligación constitucional de preservar el derecho a la vida.
Domingo Tovar Arrieta,
Presidente
Luis Alejandro Pedraza,
Secretario General
Luis Alberto Vanegas Z., Dir.
Dpto. DDHH y Solidaridad
¿Por qué se asesina a los
maestros en Colombia?
Hernán
Suárez
Asesor
editorial, Ex asesor del Secretario de Educación (2004 – 2007)
hsuarez2007@yahoo.es
Una de las vergüenzas
nacionales que más debería afrentarnos a los colombianos es el asesinato de 889
maestros en el lapso comprendido entre 1985 y 2011. Un promedio de 34 cada año.
Estas dramáticas cifras y una
explicación de por qué se les asesina son analizadas en el libro Sindicalismo
Asesinado, escrito por León Valencia y Juan Carlos Celis, de la Corporación
Nueva Arco Iris, de reciente publicación. Un libro rico en su contexto interpretativo
y en cifras, tomadas con rigor de las estadísticas de la Escuela Nacional
Sindical y la Oficina para los Derechos Humanos de la Presidencia de la
Republica.
La violencia contra los
maestros ha sido una constante en nuestra historia. En el siglo XIX cerca de
mil maestros que habían sido formados por una misión educativa alemana, para
enseñar en las escuelas públicas de los gobiernos del Radicalismo liberal de la
época, murieron entre la llamada Guerra de las Escuelas en 1876 y la Guerra de
los Mil Días de 1899. Su único sobreviviente, un maestro llamado Epímaco
Cavarico, se suicidó en un olvidado pueblo de Santander. (Revista Educación y
Ciudad, No. 3, IDEP, Bogotá, septiembre de 1987, Pág.7)
En nuestra historia reciente y
actual los educadores han sido víctimas de la violencia paramilitar,
guerrillera y estatal. Según los autores del libro: “La Federación Colombiana
de Educadores es la organización sindical que registra el mayor número de
homicidios contra sus afiliados y el mayor de número de violaciones a la vida,
la integridad física y la libertad. Entre 1986 y 2011, 889 de sus afiliados
fueron asesinados, 2.733 fueron víctimas de amenazas, 37 de atentados con o sin
lesiones, 53 desapariciones, 122 detenciones arbitrarias, 40 secuestros y 19
torturas. En términos porcentuales del total de homicidios cometidos contra
sindicalistas en Colombia, el 31% correspondieron a Fecode, al igual que el 50%
de las amenazas, el 24% de los secuestros, y el 19% de las detenciones
arbitrarías y las desapariciones. (Sindicalismo Asesinado, Pág.31, Bogotá,
Edit. Debate, 2012).
Colombia tiene el deshonroso
registro de ser el país donde más se han asesinado maestros en el mundo en las
tres últimas décadas. Del 2004 al 2006 en Colombia fueron asesinados 236 sindicalistas,
mientras en el resto del mundo fueron
asesinados 162. La impunidad es vergonzosa, el 96% de los asesinatos no han
sido castigados sus responsables.
Los maestros han sido
asesinados de todas las formas y en todos los lugares: en la sede de sus sindicatos,
como el caso de Luis Felipe Vélez, presidente de la Asociación de Educadores de
Antioquia (Adida) asesinado por paramilitares el 25 de Agosto de 1987, por orden de Carlos Castaño. En la propia velación
fueron asesinados, un día después, Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
También han sido asesinados
delante de sus estudiantes, como ocurrió el 25 de Agosto del 2012 en Miranda
(Cauca), donde fue baleado por dos paramilitares el profesor Joselino Beltrán,
de 40 años, los propios estudiantes capturaron a uno de los asesinos. El Día
del Maestro tampoco ha sido la excepción, el domingo 15 de mayo fue asesinado
el educador Dionis Alfredo Sierra Vergara, quien se desempeñaba como docente de
primaria en la institución educativa, Luis Fernando González Botero, del
municipio de La Apartada, según crónica del diario El Universal de Cartagena.
En su casa tampoco están
seguros: en pleno 31 de diciembre de 1989 fue asesinado en Tolú, Sucre, el
presidente de sindicato de educadores de Córdoba, Fermín Meléndez Acosta,
mientras descasaba en una mecedora.
Las maestras también han sido
víctimas de la acción criminal, como el lamentado caso de Olga Cecilia Duque,
docente de Cocorna, Antioquia, asesinada por el ELN. Los 44 maestros del
colegio público rural Las Delicias, en Tierralta, Córdoba, tuvieron que
abandonar el establecimiento para ponerse a salvo de extorsiones amenazantes de
presuntos paramilitares y refugiarse en Montería.
¿Por qué los asesinan,
desplazan o amenazan? León Valencia y Juan Carlos Celis arriesgan una
interpretación: “Los sindicatos colombianos se han empeñado en asegurar que la
protesta laboral es la causa principal o única de las agresiones que ha sufrido
el sindicalismo. La investigación revela que esta explicación es incompleta. La
acción política al lado de las guerrillas o la lucha autónoma por la democracia
desató una respuesta atroz y desproporcionada de las élites regionales, de
agentes del Estado y de fuerzas ilegales”. (Sindicalismo Asesinado, Pág.19)
“La cooperación de una parte importante
de dirigentes sindicales con fuerzas políticas vinculadas a las guerrillas no
era inocente. Muchos dirigentes sindicales sabían de donde venían las consignas
que agitaban y sabían también que las guerrillas incurrían en secuestros, en
extorsiones y en asesinatos de empresarios y políticos”.
“El Estado colombiano sostiene
la tesis contraria con la ilusión de que así puede eludir las responsabilidades
éticas, políticas y judiciales que le competen por esta larga cadena de
asesinatos y de violaciones a los derechos humanos. Piensa que al decir que la
mayoría de los crímenes tienen una vinculación directa con el conflicto armado
queda exento de culpa o puede atenuar su responsabilidad.”
“No hay la más mínima
justificación para que agentes del Estado por mano propia o en alianzas con
ilegales maten o atropellen a personas en estado de indefensión, así sean
dirigentes políticos o sociales con algún grado de afinidad o vínculos con
agentes o consignas subversivas. La única opción del Estado es perseguir en
derecho y en democracia a sus impugnadores.”
“Utilizar como expediente para
reprimir las protestas sociales la acusación de que los sindicalistas y
dirigentes sociales asesinados obedecían a intereses políticos o estaban
infiltradas por la subversión, tal como se ha hecho a lo largo de los últimos
treinta años por los gobiernos nacionales y locales, es una negación clara y
llana de la democracia.” (Sindicalismo Asesinado, Pág.20).
Es evidente que a los maestros
los matan principalmente por hacer política. Su presencia en la lucha electoral
es notoria y exitosa. En las elecciones parlamentarias del 2006, los maestros
eligieron 5 senadores, tres de ellos ex presidentes de Fecode. Para las fuerzas
tradicionales regionales y para el paramilitarismo, la incursión de los
maestros en la competencia electoral representa una amenaza a su hegemonía y
control político, incluido el propósito de “refundar la patria”. Por eso el
periodo de mayor violencia contra los maestros, 1995-2001, corresponde al
periodo de mayor expansión y criminalidad del paramilitarismo en el país y
paradójicamente, se corresponde con la época de oro que vivió Fecode con el
gobierno de Ernesto Samper, su gran protector al cual dirigentes de Fecode
respaldaban políticamente.
El Estado y la sociedad
colombiana, al igual que la Federación Colombiana de Educadores, están en deuda con la memoria histórica de estos
899 maestros asesinados. Su muerte reclama justicia y reparación. Reconstruir
con urgencia la historia de este holocausto contra la inteligencia, el
pensamiento, la cultura y la educación es una obligación ética y política de la
dirigencia del magisterio para honrar su memoria, su sacrificio y para que una
desventura de esta naturaleza no siga ocurriendo a presente y a futuro.
El libro Sindicalismo
Asesinado, es una valiosa contribución, posiblemente controvertible y polémica,
a la reconstrucción histórica de la violencia contra los sindicalistas
colombianos y en particular contra el magisterio. Su lectura arroja cifras e
interpretaciones de obligada consulta para explicar porque la sociedad
colombiana ha permitido el asesinato de sus maestros y guarda un silencio
inexplicable, mientras otras sociedades rinden culto a su esfuerzo formador y
guardan un respeto por su profesión y dedicación.
Edición N° 00339 – Semana del
15 al 21 de Febrero de 2013
http://viva.org.co/cajavirtual/svc0339/articulo11.html