Cinco reflexiones sobre el Socialismo del Siglo XXI
(Descargar Texto al final)
Marta Harnecker
Rebelión.org
“..La práctica ha demostrado, contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la izquierda radical, que un gobierno revolucionario puede utilizar el Estado transformándolo en un instrumento que colabore en la construcción de la nueva sociedad y que vaya impulsando un proceso que conduzca poco a poco a la conquista de todo el poder del Estado…”
La revista Science and Society se propuso dedicar un número especial en abril del 2012 [Volume 76, No. 2] a abordar temas centrales en la discusión actual sobre socialismo. Marta Harnecker —junto a otros cinco autores marxistas de diferentes países1— fue invitada a participar en esta reflexión por sus editores Al Campbell and David Laibman, quienes prepararon un juego de preguntas sobre cinco temas. Este trabajo escrito en julio del 2011 presenta la contribución de la autora chilena. En él se abordan los siguientes tópicos:
¿Por qué hablar de socialismo hoy?, Rasgos centrales de la organización socialista de la producción, Incentivos y nivel de conciencia en la construcción del socialismo, Socialismo y transición al socialismo. La centralidad de la planificación participativa en el socialismo.
(Fragmento)
Podemos preguntarnos por qué es en América latina donde primero surge esta propuesta alternativa en este siglo. Creo que nuestra situación en la década de los 80 y 90 puede, de alguna manera, compararse a la vivida por la Rusia prerrevolucionaria de comienzos del siglo XX. Lo que fue para ella la guerra imperialista y sus horrores ha sido para nosotros el neoliberalismo y sus horrores: la extensión del hambre y la miseria, un reparto cada vez más desigual de la riqueza, la destrucción de la naturaleza, la pérdida creciente de nuestra soberanía. En estas circunstancias varios pueblos han dicho basta y han echado a andar, resistiendo primero y, luego, pasando a la ofensiva permitiendo el triunfo de candidatos presidenciales con programas anti neoliberales. Estos líderes políticos latinoamericanos han vivido la misma disyuntiva que vivieron los bolcheviques en Rusia: o aplicaban medidas capitalistas para tratar de sacar a sus países adelante, lo que implicaría más sufrimiento para sus pueblos, o se lanzaban a construir una sociedad alternativa al capitalismo, es decir, se encaminaban hacia otro modelo haciendo de sus pueblos los principales constructores de la nueva sociedad. Dicho en otras palabras: frente al evidente fracaso del modelo neoliberal tal como se estaba aplicando —que se mostraba incapaz de resolver los problemas de los pueblos de América latina— surgió la siguiente disyuntiva: o se refundaba el modelo capitalista neoliberal, evidentemente que con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica capitalista; o se avanzaba en la construcción de un proyecto alternativo.
El dilema es cómo avanzar hacia el socialismo a través del gobierno cuando —como dice el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera— no hay condiciones culturales ni económicas que sirvan de base para ese avance. Ese fue el dilema que se planteó Lenin en 1917 y que hoy se plantean muchos de nuestros actuales gobernantes, con el agravante de que en nuestro caso no hemos conquistado el poder del Estado.
En nuestros países, no sólo existe una débil presencia de condiciones económicas, materiales y culturales para construir el socialismo, sino que también está ausente la condición más importante y hasta ahora considerada indispensable: no se cuenta con todo el poder del Estado, sólo se cuenta con una partecita de él. Recordemos que el poder del Estado no se limita al ejecutivo, sino que involucra también el poder legislativo y el judicial, las fuerzas armadas, los órganos locales de gobierno (alcaldías, gobernaciones) y otras instancias.
Por lo tanto, no es lo mismo acceder al gobierno que contar con todo el poder del Estado. Este fue uno de los errores que algunos sectores de la izquierda cometieron en Chile. Se decía que el gobierno debían adoptar medidas más radicales, sin tener en cuenta la correlación de fuerzas existente, como si Allende al ganar las elecciones hubiese logrado asirse de todo el poder del Estado.
Coincido con quienes piensan que la conquista del poder del Estado es un proceso complejo uno de cuyos aspectos más importantes es el de lograr contar con las fuerzas armadas o lo que se ha llamado: “el monopolio de la violencia”. De ahí que Chávez insista en que hay una diferencia fundamental entre el proceso impulsado por Allende en Chile y el proceso revolucionario bolivariano: el primero era un tránsito pacífico desarmado, y el venezolano es un tránsito pacífico pero armado, no porque el pueblo esté armado sino porque la gran mayoría de las fuerzas armadas apoya el proceso.
Por otra parte, debemos considerar que nuestros gobiernos heredan un aparato de Estado cuyas características son funcionales al sistema capitalista, pero no lo son para avanzar hacia una sociedad humanista y solidaria; hacia una sociedad que pone a la persona humana no sólo en el centro de su desarrollo, sino también como la gran protagonista de los cambios hacia una sociedad socialista.
Sin embargo, la práctica ha demostrado, contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la izquierda radical, que un gobierno revolucionario puede utilizar este Estado transformándolo en un instrumento que colabore en la construcción de la nueva sociedad y que vaya impulsando un proceso que conduzca poco a poco a la conquista de todo el poder del Estado.
Pero debemos aclarar que ello no significa que deban limitarse a usar el Estado heredado, es necesario que el gobierno revolucionario —usando el poder que tiene en sus manos— vaya construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema político, creando espacios de protagonismo popular que vayan preparando a los sectores populares para ejercer el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo, y que así se vayan creando las condiciones de un nuevo Estado construido desde abajo o un “no Estado” que remplazará al viejo Estado: el gobierno sobre las personas será reemplazado, como Engels escribió en la administración de cosas.
¿Por qué entonces llamar socialistas a estos procesos cuando todavía estamos muy lejos de poder realizar la meta socialista? Llamamos así a aquellos gobiernos que han decidido emprender el largo y arduo camino al socialismo, y han comenzado a implementar medidas transformadoras que los empiezan a encaminar hacia esa meta (…)