Daños del chisme
Por: GLORIA ELENA REY
eltiempo.com
Foto: Archivo Paricular
Las redes sociales le suman peligrosidad a la maledicencia.
Diógenes, el filósofo griego, no se equivocó al afirmar que el chismoso es el más dañino de los animales salvajes porque sus acciones son semillas y detonantes de violencia. El chisme se considera hoy como una de las grandes violencias, porque la tecnología y las comunicaciones multiplicaron sus nefastos efectos y lo convirtieron, además, en una de las armas sociales más peligrosas del siglo XXI.
El chisme "es tan malo como asesinar, porque en lugar de matar el cuerpo, mata la dignidad, el respeto, la credibilidad" de una persona, afirma una reflexión en la web cristiana 'Viajesus'. Puede inducir a una persona a la depresión, la baja autoestima, a desequilibrios físicos y emocionales y, en algunos casos, empujarlo al suicidio, según psiquiatras, psicólogos e investigadores.
También envenena peligrosamente los ambientes educativos y de trabajo y, en países en conflicto como el nuestro, es como verter gasolina en el incendio de las múltiples violencias. Es detonante de agresiones y acosos en las escuelas y colegios colombianos, donde el llamado 'matoneo' o acoso por la Red, intoxica la vida de los estudiantes hasta el punto de inducirlos a armarse y producir violencia.
"El chisme es una forma de 'matoneo', definido este como una relación de agresión entre iguales, en la que un alumno está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas por parte de otro alumno o de un grupo", sostiene el psiquiatra Pedro Vargas, profesor de la Universidad El Bosque. Menciona un estudio realizado en Ciudad Bolívar que concluyó que para más del 21,8% de los estudiantes, la escuela es un campo de maltrato y acoso, lo que pone en riesgo los procesos de desarrollo social y personal.
"El chisme podría ser una expresión de la anomia o pérdida de la conciencia colectiva y del sentido de los valores. Sobrevive por la inmadurez de los individuos y de sus grupos".
Algunos investigadores y teóricos defienden el chisme como necesario o benéfico y lo reconocen como inevitable dentro de la sociedad.
Desde la perspectiva evolutiva, por ejemplo, el antropólogo británico Robin Dunbar, profesor de la Universidad de Oxford, afirma que el chisme produce endorfinas en el cerebro, que son "relajantes y positivas para el bienestar físico y mental del organismo". Otros, como el psicólogo norteamericano Ralph Rosnow, autor de varios libros sobre el tema, aseguran que el chisme cumple con funciones importantes tanto sociales como psicológicas porque sirve para que las personas establezcan enlaces sociales.
El psiquiatra colombiano Ricardo Arango, que reside en Nueva York y es miembro de la sociedad psicoanalítica, lo define sobre todo como "una poderosa arma de control social". El chisme es usado "para reforzar los códigos morales o éticos, para castigar o dar cuenta de la falta de los mismos y como una forma de violencia social que aísla y hace daño a otros, entre otras cosas". Reconoce que parece contribuir a mantener las conexiones entre los grupos a través de la reciprocidad directa pero resalta que es, sobre todo, una herramienta del poder.
"Las élites en el poder lo utilizan para reforzarlo y los medios, sus aliados, también para hacer dinero". Recuerda que "el chisme ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales por organizaciones estatales, religiosas o políticas para influir en la opinión y manejar las masas". Durante la Segunda Guerra los norteamericanos Gordon Allport y Joseph Postman estudiaron los efectos negativos del chisme y llegaron a la conclusión de que "lesionaba la moral nacional en EE.UU."
Lo más llamativo es que en esa época los chismes se transmitían de boca en boca, no existían las redes sociales ni las facilidades de comunicación que conocemos hoy. Por eso el chisme es una peligrosa arma. Si hace dos décadas cadas los grupos en el poder podían 'asesinar' social o profesionalmente mediante el chisme a una persona en su entorno cercano, hoy este 'sicariato' se internacionalizó y ultrapasa las fronteras.
"Tuve que salir de Colombia hace 20 años porque me enemisté con una persona muy importante, que regó un chisme que puso en duda mi honestidad y se me cerraron todas las puertas. Nadie me quería dar trabajo, pero rehice mi vida en EE.UU.", afirma Alejandro Chávez. Hoy, sin embargo, las cosas se complicaron más. Se puede difamar, perseguir y acabar con la existencia social, profesional y física de un individuo a una velocidad y difusión sin precedentes a través de las redes sociales.
En América Latina, EE.UU. y Europa son conocidas historias de acoso, o 'matoneo' contra adolescentes y jóvenes en colegios y universidades a través de Messenger, Facebook o Twitter. Por chismes en la Red se han producido suicidios.
Uno de los casos más dramáticos es el de la niña norteamericana Megan Meier, de 13 años. "Se ahorcó en su armario porque su amigo especial de Myspace la despreció", recuerda el periodista Gonzalo Piñeros, autor del libro 'Historias reales de redes virtuales', publicado por Grijalbo en marzo y que va por la segunda edición. "Lo más dramático de esa historia es que no existía el supuesto amigo de Megan. En realidad era una mujer de 50 años, vecina de la niña y madre de otra menor de la misma edad, que creó el personaje virtual como venganza porque Megan le dejó de hablar a su hija en el colegio".
Menciona también un estudio de Harvard, publicado el año pasado, donde se afirma que en EE.UU. el 40% de los niños entre 12 y 17 años que usa internet ha sido víctima del ciberbulling o matoneo, acoso a través de las redes sociales.
Recuerda el dramático caso de una colombiana que buscó pareja a través de una agencia matrimonial en línea y se casó con un norteamericano, quien después le destrozó la vida en la Red. "Publicó videos íntimos sexuales suyos en sitios pornográficos, la acusó de prostituta, difundió su mail, la dirección y teléfono de la casa de sus padres y solicitó el divorcio para quedarse con el mayor porcentaje en la división de bienes". La colombiana "perdió su empleo, varios familiares y amigos dejaron de hablarle y está en un proceso legal desgastante. Además su vida virtual es un desastre, recibe mensajes obscenos y su reputación sufrió un daño irreparable".
El chisme también se utiliza como mecanismo de discriminación por preferencia sexual o sometimiento de género, especialmente contra las mujeres, según dice Verónica Vázquez, investigadora del Colegio de Posgrados de México en reciente entrevista con la BBC. Pero, al contrario que en la novela de Dostoievski, donde el personaje Rodion Raskolnikov se entrega y paga por sus crímenes, los 'asesinatos' en la Red o de otra forma no tienen castigo porque nadie se entrega y sus acciones están cobijadas por la impunidad.
El investigador Mario Manzano dice que "quien emplea el chisme para aniquilar social o profesionalmente a un individuo es 'un sicario' de la peor especie. Si tiene éxito, continúa con su vida, consolida su ascensión social, si hace parte de un grupo de poder y, lo peor, es que se convierte en ejemplo y está amparado por la impunidad. No hay prueba física de su delito, aunque su víctima se haya hundido social o profesionalmente y por su causa se haya suicidado".
El problema se agudiza porque la misma sociedad es la que se beneficia y nutre económicamente con el chisme al difundirlo, convertirlo en 'la verdad', en 'noticia' o en 'artículo' publicitario para ganar audiencia, sin darle tiempo a la potencial 'víctima' de reaccionar, de defenderse.
Por ser un 'arma', capaz de destruir la vida social y profesional de una persona, debería existir una legislación específica al respecto, que incluya aspectos relacionados con la cultura ciudadana en relación con los valores, las normas y, en últimas, al otro", opina Vargas. "El Código Penal colombiano considera un delito la injuria y la calumnia. Se debe realizar una campaña masiva en este aspecto, pues el principal problema social que nos aqueja es la falta de una conciencia colectiva y del sentido de los valores".
Recomienda "la promoción de relaciones que no se basen en el dominio y la sumisión, y modelos contrarios a la violencia como la cooperación, la tolerancia, la igualdad, el respeto a los derechos humanos, la empatía y la solidaridad". También combatir lo que define como "conspiración del silencio" ante la diversidad, la exclusión y la humillación. "Los colegios, universidades e instituciones deben asumir una posición activa ante el problema, no participar en el silencio que se forma alrededor del acoso, las víctimas recibir ayuda sin ser estigmatizadas, y los agresores un tratamiento educativo disciplinario".
Las redes sociales le suman peligrosidad a la maledicencia.
Diógenes, el filósofo griego, no se equivocó al afirmar que el chismoso es el más dañino de los animales salvajes porque sus acciones son semillas y detonantes de violencia. El chisme se considera hoy como una de las grandes violencias, porque la tecnología y las comunicaciones multiplicaron sus nefastos efectos y lo convirtieron, además, en una de las armas sociales más peligrosas del siglo XXI.
El chisme "es tan malo como asesinar, porque en lugar de matar el cuerpo, mata la dignidad, el respeto, la credibilidad" de una persona, afirma una reflexión en la web cristiana 'Viajesus'. Puede inducir a una persona a la depresión, la baja autoestima, a desequilibrios físicos y emocionales y, en algunos casos, empujarlo al suicidio, según psiquiatras, psicólogos e investigadores.
También envenena peligrosamente los ambientes educativos y de trabajo y, en países en conflicto como el nuestro, es como verter gasolina en el incendio de las múltiples violencias. Es detonante de agresiones y acosos en las escuelas y colegios colombianos, donde el llamado 'matoneo' o acoso por la Red, intoxica la vida de los estudiantes hasta el punto de inducirlos a armarse y producir violencia.
"El chisme es una forma de 'matoneo', definido este como una relación de agresión entre iguales, en la que un alumno está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas por parte de otro alumno o de un grupo", sostiene el psiquiatra Pedro Vargas, profesor de la Universidad El Bosque. Menciona un estudio realizado en Ciudad Bolívar que concluyó que para más del 21,8% de los estudiantes, la escuela es un campo de maltrato y acoso, lo que pone en riesgo los procesos de desarrollo social y personal.
"El chisme podría ser una expresión de la anomia o pérdida de la conciencia colectiva y del sentido de los valores. Sobrevive por la inmadurez de los individuos y de sus grupos".
Algunos investigadores y teóricos defienden el chisme como necesario o benéfico y lo reconocen como inevitable dentro de la sociedad.
Desde la perspectiva evolutiva, por ejemplo, el antropólogo británico Robin Dunbar, profesor de la Universidad de Oxford, afirma que el chisme produce endorfinas en el cerebro, que son "relajantes y positivas para el bienestar físico y mental del organismo". Otros, como el psicólogo norteamericano Ralph Rosnow, autor de varios libros sobre el tema, aseguran que el chisme cumple con funciones importantes tanto sociales como psicológicas porque sirve para que las personas establezcan enlaces sociales.
El psiquiatra colombiano Ricardo Arango, que reside en Nueva York y es miembro de la sociedad psicoanalítica, lo define sobre todo como "una poderosa arma de control social". El chisme es usado "para reforzar los códigos morales o éticos, para castigar o dar cuenta de la falta de los mismos y como una forma de violencia social que aísla y hace daño a otros, entre otras cosas". Reconoce que parece contribuir a mantener las conexiones entre los grupos a través de la reciprocidad directa pero resalta que es, sobre todo, una herramienta del poder.
"Las élites en el poder lo utilizan para reforzarlo y los medios, sus aliados, también para hacer dinero". Recuerda que "el chisme ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales por organizaciones estatales, religiosas o políticas para influir en la opinión y manejar las masas". Durante la Segunda Guerra los norteamericanos Gordon Allport y Joseph Postman estudiaron los efectos negativos del chisme y llegaron a la conclusión de que "lesionaba la moral nacional en EE.UU."
Lo más llamativo es que en esa época los chismes se transmitían de boca en boca, no existían las redes sociales ni las facilidades de comunicación que conocemos hoy. Por eso el chisme es una peligrosa arma. Si hace dos décadas cadas los grupos en el poder podían 'asesinar' social o profesionalmente mediante el chisme a una persona en su entorno cercano, hoy este 'sicariato' se internacionalizó y ultrapasa las fronteras.
"Tuve que salir de Colombia hace 20 años porque me enemisté con una persona muy importante, que regó un chisme que puso en duda mi honestidad y se me cerraron todas las puertas. Nadie me quería dar trabajo, pero rehice mi vida en EE.UU.", afirma Alejandro Chávez. Hoy, sin embargo, las cosas se complicaron más. Se puede difamar, perseguir y acabar con la existencia social, profesional y física de un individuo a una velocidad y difusión sin precedentes a través de las redes sociales.
En América Latina, EE.UU. y Europa son conocidas historias de acoso, o 'matoneo' contra adolescentes y jóvenes en colegios y universidades a través de Messenger, Facebook o Twitter. Por chismes en la Red se han producido suicidios.
Uno de los casos más dramáticos es el de la niña norteamericana Megan Meier, de 13 años. "Se ahorcó en su armario porque su amigo especial de Myspace la despreció", recuerda el periodista Gonzalo Piñeros, autor del libro 'Historias reales de redes virtuales', publicado por Grijalbo en marzo y que va por la segunda edición. "Lo más dramático de esa historia es que no existía el supuesto amigo de Megan. En realidad era una mujer de 50 años, vecina de la niña y madre de otra menor de la misma edad, que creó el personaje virtual como venganza porque Megan le dejó de hablar a su hija en el colegio".
Menciona también un estudio de Harvard, publicado el año pasado, donde se afirma que en EE.UU. el 40% de los niños entre 12 y 17 años que usa internet ha sido víctima del ciberbulling o matoneo, acoso a través de las redes sociales.
Recuerda el dramático caso de una colombiana que buscó pareja a través de una agencia matrimonial en línea y se casó con un norteamericano, quien después le destrozó la vida en la Red. "Publicó videos íntimos sexuales suyos en sitios pornográficos, la acusó de prostituta, difundió su mail, la dirección y teléfono de la casa de sus padres y solicitó el divorcio para quedarse con el mayor porcentaje en la división de bienes". La colombiana "perdió su empleo, varios familiares y amigos dejaron de hablarle y está en un proceso legal desgastante. Además su vida virtual es un desastre, recibe mensajes obscenos y su reputación sufrió un daño irreparable".
El chisme también se utiliza como mecanismo de discriminación por preferencia sexual o sometimiento de género, especialmente contra las mujeres, según dice Verónica Vázquez, investigadora del Colegio de Posgrados de México en reciente entrevista con la BBC. Pero, al contrario que en la novela de Dostoievski, donde el personaje Rodion Raskolnikov se entrega y paga por sus crímenes, los 'asesinatos' en la Red o de otra forma no tienen castigo porque nadie se entrega y sus acciones están cobijadas por la impunidad.
El investigador Mario Manzano dice que "quien emplea el chisme para aniquilar social o profesionalmente a un individuo es 'un sicario' de la peor especie. Si tiene éxito, continúa con su vida, consolida su ascensión social, si hace parte de un grupo de poder y, lo peor, es que se convierte en ejemplo y está amparado por la impunidad. No hay prueba física de su delito, aunque su víctima se haya hundido social o profesionalmente y por su causa se haya suicidado".
El problema se agudiza porque la misma sociedad es la que se beneficia y nutre económicamente con el chisme al difundirlo, convertirlo en 'la verdad', en 'noticia' o en 'artículo' publicitario para ganar audiencia, sin darle tiempo a la potencial 'víctima' de reaccionar, de defenderse.
Por ser un 'arma', capaz de destruir la vida social y profesional de una persona, debería existir una legislación específica al respecto, que incluya aspectos relacionados con la cultura ciudadana en relación con los valores, las normas y, en últimas, al otro", opina Vargas. "El Código Penal colombiano considera un delito la injuria y la calumnia. Se debe realizar una campaña masiva en este aspecto, pues el principal problema social que nos aqueja es la falta de una conciencia colectiva y del sentido de los valores".
Recomienda "la promoción de relaciones que no se basen en el dominio y la sumisión, y modelos contrarios a la violencia como la cooperación, la tolerancia, la igualdad, el respeto a los derechos humanos, la empatía y la solidaridad". También combatir lo que define como "conspiración del silencio" ante la diversidad, la exclusión y la humillación. "Los colegios, universidades e instituciones deben asumir una posición activa ante el problema, no participar en el silencio que se forma alrededor del acoso, las víctimas recibir ayuda sin ser estigmatizadas, y los agresores un tratamiento educativo disciplinario".
