¡A ROBAR, PERO EN GRANDE!
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Esta conclusión parece ser el
colofón de lo que está ocurriendo en el país. Los casos vistos, no asombran,
pero si preocupan. La señora que encabeza la banda que defraudó la DIAN en
varios billones de pesos, se presentó a audiencia sin aceptar cargos. Al día
siguiente cambió de abogado y esta vez, aceptó toda la culpa, se allanó a los
cargos, como dicen los juristas. Esta contradicción tendría una explicación:
reconocer la culpa le disminuye la pena hasta en un cincuenta por ciento. Ejemplo,
si la sanción penal por un delito contra el Estado es de diez años, al
allanarse a cargos, la pena sería de cinco. Si a esto le suma colaboración con
la justicia, entendida como denunciar algún cómplice menor y entregar algunas
propiedades, además, si estudia en la cárcel,
siembra maticas, ayuda al aseo y demuestra buena conducta o, por decir
algo, da clases de ética, comportamiento y buenas maneras, pues la pena se
reduce aún más. Al final, después de los recortes, podría obtener detención
domiciliaria. En otras palabras, robó al Estado, negoció con el Estado, pagó
una pena mínima y salió libre, pero ¡muy rica!
Para que estas maromas funcionen
se necesita un buen abogado, bien conectado, que conozca los intríngulis de la
justicia. Es decir, le costará caro la defensa. Lo cual, para ella, sería un
asunto menor, porque terminará saldando sus cuentas con el Estado, sin deudas
con la justicia, pero con una chequera vigorosa y robusta. Y si en la cárcel,
se vinculó a alguna iglesia, saldrá a predicar la salvación eterna, claro que
con el respaldo de una platica ya limpia y además purificada…
El mensaje sería doble. Primero
que robar al Estado vale la pena. Y segundo, que lo que hay que robar es en
grande, a manos llenas, para que sobre suficiente después de pagar las deudas
con la justicia. Todos los días se escucha en los medios de comunicación los
informes de personas que salen libres luego de purgar dos o tres años en los
casinos de la policía o del ejercito, o en casas fiscales, porque amparadas en
sus cargos en el Estado, se robaron el erario público, y ahora disfrutarán, sin
reparos, lo que obtuvieron ilegalmente. Cualquier joven tendrá toda la
autorización para pensar que ser honrado es una estupidez, que cumplir con la ley
es ser un gil, y que lo importante es aprovechar las oportunidades. Y que mejor
oportunidad que embolsillarse los dineros de todos, con el respaldo del mismo
Estado.
La gran mayoría de colombianos
son católicos. Ser católico es creer en Jesucristo como hijo de Dios; ser
bautizado, que es el rito que los hace cristianos; creer en la Biblia; en la
santísima Trinidad y cumplir los Diez mandamientos. El séptimo mandamiento reza
no robar. En este país hay gente que roba a nombre de Dios. Se echan la
bendición para que les vaya bien en “el negocio”. Tienen una Biblia sobre la
que juran que no se delatarán ni incumplirán los pactos en los que roban al
Estado o al prójimo. Consumado el robo dan gracias a Dios por los favores
recibidos, ofreciendo misas o dando limosnas.
La honradez es una convicción de
vida. La corrupción no se combate, simplemente, con leyes, discursos u homilías…
Md. Agustín Angarita Lezama
Director Observatorio de paz y derechos humanos
Universidad del Tolima
Ibagué, Alto de Santa Elena
Teléfono 2771212 extensión 9393 Cel
Md. Agustín Angarita Lezama
Director Observatorio de paz y derechos humanos
Universidad del Tolima
Ibagué, Alto de Santa Elena
Teléfono 2771212 extensión 9393 Cel