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Sombrero de mago
Consulta del despilfarro
Por: Reinaldo Spitaletta
¡Qué desperdicio! Setenta mil millones de pesos en una consulta insulsa, de partiditos que en su historia han convertido a Colombia en una despensa para el extranjero y en un infierno para la mayoría, compuesta de despojados y miserables. ¡Qué despilfarro! Setenta mil millones gastados para satisfacer las vanidades de godos y de liberales, en una consulta sin seriedad, propia más para payasos de tercera categoría que para una presunta jornada democrática.
¿Para qué gastarse tanto dinero en una consulta circense? La participación fue casi nula; la destrucción de tarjetones sobrantes, escandalosa; la soledad de los sitios de votación, de espanto. Por qué entonces malbaratar la platica, cuando, quizá, hubiera podido invertirse en paliar la tragedia invernal, en la construcción de casas para los que lo han perdido todo por las inundaciones, o por lo menos en un carnaval.
Desde tiempo atrás se sabe de la falta de seriedad de los partidos políticos tradicionales (y también de las de sus “novísimas” vertientes electoreras). Las consultas internas (en las que a veces participan más los enemigos), han venido en decadencia y están desprestigiadas. El mismo desprestigio que ha caído sobre las colectividades políticas. Cada vez, la gente cree menos en ellas y prefiere abstenerse. Son muchos los que anuncian que los partidos deben escoger sus candidatos en congresos y no en consultas, como la del pasado domingo, que resultan raquíticas e inútiles.
En un país sin carreteras, sin salud, sin vivienda popular, sin nada, quizá hubiera sido preferible invertir lo que se gastó en papelería, urnas, cubículos, en hacerle perder el tiempo a los jurados, etc., invertir, digo, en rubros sensibles. ¡Qué vagabundería! Los que se han robado al Estado, los promotores de corrupción y desfalcos, los que han mantenido un statu quo de injusticias sociales, son, casi siempre, los que se lanzan a estas consultas vergonzosas.
Uno creía que el partido conservador ya se había muerto (bueno, sí, pero no lo han enterrado), pero “reapareció” en la consulta, con candidatos que mucha gente ni siquiera había oído mencionar. O que son como marionetas de gamonales y caciques. Todos con ansias de poder para mostrarse como “redentores”, pero, como ha ocurrido, para convertirse, en rigor, en los crucificadores de la gente.
Qué falta de respeto, por ejemplo, de algunos de esos candidatos, cuyos nombres aparecieron en el tarjetón, pero que ya habían renunciado a la consulta. Y, al parecer, nunca le comunicaron su decisión a la Registraduría. País de burlas, país sin seriedad. Con unos “dirigentes” de pacotilla. Establecimiento con olor a mortecina y con reminiscencias de patria boba. Y no sólo boba, sino pútrida. Tal vez, como lo hubiera dicho Gonzalo Arango, todavía nos falta luchar mucho “por liberar al espíritu de la resignación”.
Pero, es apenas normal. Qué más se puede esperar si en nuestra historia, trágicómica, ha habido prohombres como aquel que declaró que nuestra estrella polar estaba en el norte y a ella había que consagrarse; o como los que estimularon la violencia para que el pueblo se matara entre sí; los que quemaron casas, arrebataron tierras, crearon ejércitos criminales, pájaros, chulavitas, paracos, bandidos de toda laya.
Así que en esta tierra de fraudes, de acorralamiento para la mayoría de la gente; en este lugar en el que unos pocos se han lucrado de las desgracias de los desheredados, también hay que sostener a unos patanes para que sus nombres aparezcan en tarjetones que después habrá que romper, porque nadie los ha marcado; porque nadie ha ido a visitar las urnas, porque muchos –menos mal- ya le hacen “¡fo!” a politiqueros y corruptos.
El domingo pasado, en los desolados sitios de votación, se escucharon voces de repudio a esa falta de seriedad, a esa pérdida de dinero y de tiempo. ¡Qué desperdicio!
Reinaldo Spitaletta
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