Diálogo de sordos.
María Elvira Samper
06/04/09|
No parecen ceder las vanidades personales y el tamaño de los egos que podrían converger alrededor de una agenda post Uribe.
El Presidente sorprendió el viernes pasado con una propuesta para abrir las puertas del diálogo con las Farc si dejan los actos de violencia en un periodo de por lo menos cuatros meses. Días antes había mencionado la necesidad de buscar “más diálogo con los colombianos de todas las tendencias políticas (sic) para avanzar en la construcción de consensos sobre aspectos fundamentales”, lo cual permitía suponer que uno de ellos era, precisamente, cómo ponerle fin al conflicto interno.
No son nuevas este tipo de salidas intempestivas del Presidente, y aunque van en dirección contraria de lo que ha sido el historial de sus seis años de gobierno y de sus convicciones tantas veces expresadas, aprovechó la más reciente carta de las Farc en la que dicen estar listas para el canje, para hacer la propuesta pero sin mencionar el canje. La jugada dejó la pelota en la cancha de ‘Cano’ y compañía, pero nadie da un peso por una respuesta que permita pensar en una negociación en el corto plazo. Y el rechazo será la constancia que una vez más confirme que Uribe tiene la razón -y razones por ahora le sobran- de que “con esos bandidos no se puede dialogar”. Más aún, daría más alas a su nueva candidatura.
Descartada la propuesta de diálogo con las Farc porque no es más que un saludo a la bandera, queda sobre la mesa la de “más diálogo” con las fuerzas políticas no uribistas que no solo parece viable sino lógica. Sin embargo, creo también que difícilmente podría lograrse un consenso sobre cómo salir del conflicto, pues mientras algunos sectores de oposición son favorables a la solución política cuando las condiciones sean propicias, el Gobierno insistirá en la ofensiva militar, desconociendo lo que ha sido la historia de los conflictos en el mundo y a pesar de que no tiene cómo garantizar la prolongación indefinida de la ofensiva militar para ganar una guerra imposible de ganar. Desde el gobierno de Belisario Betancur, cada Administración, y la de Uribe no es la excepción, ha anunciado la proximidad del fin en momentos de euforia. Y de eso ya llevamos más de 25 años.
Así que si el Gobierno no entiende que el consenso solo puede construirse a partir del disenso y no por medio de imposiciones autoritarias, por lo menos los partidos de oposición deberían intentarlo, salir del remolino en que están dando vueltas, entrampados en el tema de la reelección y en cuestiones de mecánica electorera, y concretar la alianza anti-reelección alrededor de un propuesta alternativa distinta a la del Gobierno en trance de perpetuarse en el poder.
De esto han hablado desde el ex presidente Gaviria, ‘Lucho’ Garzón y Gustavo Petro, hasta Sergio Fajardo y Antanas Mockus. Pero obras son amores y no buenas razones. Los partidos de oposición, como paralizados, no parecen entenderlo. No parece existir un verdadero ánimo societario, imposible de crear en forma artificial. Y tampoco parecen haber cedido las vanidades personales y el tamaño de los egos que eventualmente podrían converger alrededor de una propuesta basada en un “acuerdo sobre lo fundamental”, como habría dicho Álvaro Gómez Hurtado.
Cada uno quiere ser el centro. El diálogo es un diálogo de sordos. Por eso, mientras no logren un consenso pocas probabilidades tendrán en la campaña que se avecina si Uribe está en la arena. Es necesario sentarse a negociar esa alianza de la que tanto hablan y nada concretan. Pasar de los memoriales de agravios a la formulación de una agenda post Uribe. Porque oponerse por oponerse a la reelección como alternativa electoral es ineficaz.
Y no hay que dejarse enredar en el tema de la seguridad. El tema crucial es otro. ¡Es la economía, estúpidos! ¿No será posible que la oposición se siente a dialogar sobre cómo enfrentar la crisis económica y evitar que se profundicen problemas ya de por sí graves como la pobreza y el empleo? Muchos queremos oír propuestas concretas que conciten un vasto apoyo público y eviten la reelección. Muchos queremos un cambio.