En cuatro
Por: Catalina Ruiz-Navarro
Como en el misterio de la Santísima Trinidad, en Colombia, los tres poderes del Estado, el ejecutivo, legislativo y judicial, son tres, pero son Uno, Uribe. El Uribismo nos deja con una mística Unidad, que probablemente se volverá más poderosa en el gobierno de Santos.
Santos claramente no es Uribe, no solo porque nos permite pasar del patron al lord (refinando nuestro medioevo) si no porque trae a cuestas el llamado “cuarto poder”, casi que por derecho de cuna, y eso lo convierte en un tipo muy poderoso. Santos recibe una presidencia que ha Unificado los tres poderes del Estado y ha personalizado el poder, y le aporta una fuerza mediática inusitada, que Uribe tuvo que ganarse a punta de carisma, y que Santos tiene por vinculos filiales.
El 7 de agosto Juan Manuel Santos se convertirá (repito) en un tipo muy poderoso, por eso no me extraña que desde ya columnistas como Ernesto Yamhure hablen de un santismo (¿?) que evidencia que: o Santos se está volviendo el centro de gravedad de este país a pasos agigantados, o que nos quedó la mañita de volver a cada presidente un “ismo”, convertir personas en doctrina.
En Colombia dueños y directores de medios suelen ser también políticos, socios, o familiars de politicos a nivel nacional y regional. Si a esto le sumamos el interes de grupos económicos que son al mismo tiempo: dueños, anunciantes y patrocinadores de campañas. En este país el DAS chuza los teléfonos de los periodistas, despiden a los columnistas si resultan incómodos para quien les paga y convierten revistas de política en magazines de variedades si denuncian algún escándalo. Hasta cuando aparece la posibilidad de un tercer canal, el único licitante resulta ser el emporio de Planeta, y lo peor es que para nadie es una sorpresa que las cosas se den así. Por supuesto esto no es exclusivo de nuestro país, la comparación evidente es Italia, donde Berlusconi tiene también un gran poder mediático y un gusto atribuído por el maquillaje. Lo único que le falta a Santos es un equipo de fútbol.
Noam Chomsky señala que la prensa, en un sistema democrático, debería cumplir dos funciones: primero debería presentar las noticias de manera completa, limpia y con imparcialidad y; segundo, debería constituirse en un vigilante contra los excesos del poder que atentan contra las libertades. Los monopolios mediáticos son en sí un problema para la libertad de expresión y más si estos están asociados al Estado. Walter Bagehot, ex director de The Economist, decía que una vez que en los espacios de la prensa se introduce la fuerza del poder político y económico, una característica de las sociedades que transitan en sentido contrario al liberalismo, es solamente cuestión de suerte si ésta apoyará la verdad o la mentira. Basta dar un rápido vistazo para tener por evidente que varios medios colombianos (acaso los más poderosos) ya han tomado partido.
Decía Chomsky que una democracia se afirma “en un orden dónde seremos libres de pensar como nosotros queramos, y leer, ver o escuchar cualquier cosa que nosotros deseemos.” A juzgar por todo el mainstream colombiano estaríamos lejos de dicho orden, salvo por que este es el siglo XXI y existe Internet, una tierra bondadosa y fértil para los medios independientes que más que un mecenas necesitan ganas, y cuyas filaciones políticas no están determinadas por su conveniencia si no por su convicción.
Pero el uso de Internet en Colombia todavía se restringe a una minoría que si bien es aguda y crítica lo piensa dos veces antes de salir de su casa para tomar una acción política. Si Uribe se distinguió en su mandato por estar sentado en un trono de tres patas, Santos se distinguirá por estar en cuatro, es decir, sentado a sus anchas sobre los 4 pilares del poder del mundo contemporáneo y ese es un panorama aún más asfixiante que la era Uribe.
Catalina Ruiz-Navarro