Rodrigo Pardo
Foto: http://realydad.wordpress.com/2007/07/30/bogota-da-la-bienvenida-al-profesor-moncayo/
13/05/09
No es fácil entender que se le pongan trabas a la liberación de Moncayo y que se plantee el rescate militar en el ascenso de Mendieta. ¿Para qué?
Precisamente porque el tema no es político sino de piedad, es tan difícil entender la exclusión de la senadora Córdoba del grupo autorizado para recibir al cabo del Ejército Pablo Emilio Moncayo. Poner fin a 11 años de sufrimiento del secuestrado y de su familia en cualquier balanza pesarían más que los cálculos sobre los beneficios que podría lograr la Senadora con el eventual show de la entrega de Moncayo. Suena mezquino, de hecho, ponerle trabas a la anunciada liberación que probablemente se producirá tarde o temprano.
Y contraproducente. La demora está incrementando el fastidioso protagonismo de las Farc con su presa. Cada día que pasa se suman horas de manipulación por parte de la guerrilla y aumentan los confundidos que empiezan a sentir rabia contra el Gobierno, y no contra las Farc, que son las únicas culpables del inhumano crimen.
Basta con leer las conmovedoras frases que la madre del cabo, María Estela Cabrera, le dijo a Yamid Amat en la entrevista el domingo pasado en El Tiempo. Le pide al presidente Uribe que no piense en shows políticos y le dice: “Lo único que queremos es que esta pesadilla termine y que me permita, se lo ruego, poder volver a abrazar a mi hijo, volver a verlo y acariciarlo. Eso está en sus manos”. Con la intervención de Piedad Córdoba, Moncayo ya podría estar en su casa, como todos los que tuvieron la suerte de dejar la selva antes que él, y estaríamos hablando de otras cosas que resaltarían la crueldad de las Farc. Al Gobierno le convendría que estuvieran publicando relatos sobre los sufrimientos de Moncayo en el cautiverio en lugar de tantas columnas —de María Isabel Rueda, Rudy Hommes, Salud Hernández, Lucy Nieto…— cuestionando su tirria contra Piedad.
Lo peor es que no es mucho lo que puede obtener la controvertida senadora liberal. Un rescate más, el de Moncayo, no va a producirle más réditos que los que ya logró con los otros siete secuestrados que ayudó a liberar. En la última encuesta Invamer-Gallup, Piedad figura como uno de los personajes con mayor imagen negativa (49 por ciento). Su exitoso papel en las anteriores liberaciones no acabó con la polarización que genera ni con el odio que le tienen los uribistas. Y no hay que olvidar que, desde antes, su elección al Senado ha sido muy apretada y se ha visto a gatas sumando voto por voto. No es gratuito que la Senadora haya renunciado a pensar en una candidatura presidencial como le sugirieron algunos amigos de la izquierda liberal y que decidiera no inscribirse para la consulta liberal. De hecho, habla bien de ella que no se haya dejado tentar por una encuesta que, por los días de las últimas liberaciones, la puso en primer lugar entre sus copartidarios.
Estoy convencido, además, de que los planes de Piedad Córdoba van en la dirección de buscar acercamientos con la guerrilla. Por ideología y compromiso, pero también porque le ha ido mejor en ese campo que en el de la dura oposición a Uribe donde cosechó tantas antipatías. La suspicacia de que su trabajo a favor de Moncayo tiene como propósito reencauchar una candidatura, además de mezquina me parece equivocada. De paso, es positivo que haya canales de comunicación con la guerrilla porque en algún momento habrá condiciones y temas para hablar.
Finalmente, me parece inexplicable la reiteración que hizo sobre su preferencia por el rescate militar de los secuestrados y el rechazo a las gestiones de Piedad precisamente en la conmovedora ceremonia de ascenso de Luis Mendieta a general de la Policía y ante sus sufridos familiares. Equivocado el lugar, inoportuno el momento, e injusto con la audiencia. Un asunto de tanta barbarie de las Farc requiere más piedad por parte del Estado.
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