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EFERVESCENCIA SOCIAL EN EL PLANETA CONTRA LA CRISIS CAPITALISTA


Ola de levantamientos en el planeta

Geopolítica de la efervescencia social

por Michael T. Klare*

 LE MONDE  Diplomatique, No.25, mayo,2009

 Motines del hambre, bloqueos de rutas, enfrentamientos con las fuerzas del orden... De Egipto a China, de India a Grecia y Estados Unidos, el descontento social va en aumento en todos los países del globo, a medida que la crisis económica internacional profundiza las fracturas sociales, políticas y económicas. La falta de confianza en las instituciones para encontrar respuestas está generando una situación explosiva.

 

  A la manera de los pequeños sacudones telúricos que anuncian un terremoto de gran magnitud, los movimientos contestatarios que agitaron el planeta en 2008 fueron otros tantos signos precursores del actual sismo económico. Ya se apoyen en cuestiones sociales, éticas o lingüísticas, los conflictos que dividen a las sociedades humanas revisten formas diferentes según los países. Sin embargo, muchos de esos levantamientos populares tienen que ver con causas claramente identificables.


Al lado de las riquezas que se generaron, desde el comienzo de los años 90, por la globalización y la expansión del crédito, se ha instalado la pobreza, dejando a naciones y poblaciones enteras en estado de abandono. Por sus repercusiones directas sobre la vida y los medios de subsistencia de millones de individuos, la crisis ha acentuado las líneas de fractura social, política y económica que ya eran perceptibles desde antes.

 

En la primavera boreal de 2008 estallaron motines del hambre en Bangladesh, Camerún, Costa de Marfil, Egipto, Etiopía, India, Indonesia, Jordania, Marruecos y Senegal. Algunos de los enfrentamientos más emblemáticos se produjeron en Haití; en Puerto Príncipe, la toma del palacio presidencial por miles de manifestantes que exigían la distribución de alimentos provocó la intervención del ejército y de las fuerzas de la Misión de Estabilizació n de las Naciones Unidas en Haití (Minustah). En Les Cayes, al sur de la isla, cuatro personas resultaron muertas durante un intercambio de disparos con los soldados de la ONU. Estos acontecimientos desestabilizaron al primer ministro Jacques-Edouard Alexis, que se vio obligado a renunciar.

 

De 2007 a 2008 el precio promedio de los productos alimenticios se duplicó en el mundo entero, trayendo consigo el deterioro del nivel de vida de centenas de millones de individuos que, viviendo ya en la pobreza, destinaban gran parte de sus ingresos a la compra de alimentos. Según el Banco Mundial, este espectacular aumento de precios se originaba en dos factores: por un lado, la importante suba en el precio del petróleo y del gas natural, ampliamente utilizados en las actividades agrícolas y en la fabricación de abonos químicos; por otro, la gran proporción de cultivos dedicados a la producción de agrocombustibles más que de alimentos (1).

 

En algunos aspectos, este fenómeno es comparable con el derrumbe del mercado inmobiliario en Estados Unidos. En ambos casos, se trató de un alza desenfrenada de precios basada en la especulación y en la promesa de un crecimiento infinito. Al tratarse de agrocombustibles, el cambio en el destino de los suelos pareció pertinente ante la demanda siempre creciente de transporte, pero provocó un aumento casi mecánico en los productos alimenticios. Entonces resultó tentador organizar la escasez con el fin de acumular mejores ganancias.

“Incidentes de masas”

Los motines del hambre preocuparon a muchos observadores presentes en esos lugares. Tal vez los remitieron a otras páginas de la historia, las que relatan cómo algunos levantamientos masivos lograron voltear regímenes. Sin duda, eso es lo que tenía presente Parcival James Patterson, ex primer ministro de Jamaica, cuando en abril de 2008 mencionó la probabilidad de nuevos incidentes. Así, en la tribuna del G-77 (2), en Antigua (Guatemala), declaró: “Si ustedes creen estar protegidos, si piensan que los motines no pueden transformarse en revoluciones, es tiempo de que revisen su forma de pensar” (3). Nadie puede decir qué hubiera ocurrido con su predicción si, cuando la crisis alcanzaba su paroxismo, los precios del petróleo no hubieran comenzado a caer, seguidos inmediatamente de los productos alimenticios de base, lo cual redujo las tensiones.

 

Sin embargo, los motines del hambre son sólo una de las consecuencias de los desórdenes económicos que surgieron brutalmente en 2008. En tanto estos desórdenes se siguen agravando, los movimientos de protesta contra el desempleo, la ineptitud de los gobiernos e incluso el deterioro de las condiciones de vida florecen en todas partes del mundo. Como el desempleo masivo empieza a volverse una realidad, los gobiernos, las empresas y cualquier otra entidad juzgada responsable pasan al banquillo de los acusados. Esto da lugar, en varios países, a confrontaciones con las fuerzas policiales o con paramilitares fuertemente armados.

 

En India, donde varias regiones son teatro de violentos movimientos de protesta, a menudo presentados como étnicos, religiosos o ligados con el sistema de castas, estas explosiones también tienen que ver con preocupaciones puramente económicas y con un difuso sentimiento de injusticia.

 

En mayo de 2008, miles de pastores nómadas –los “Gujjars”– se reunieron, cargados de reivindicaciones económicas, para bloquear las vías de acceso a Agra, la ciudad del Taj Mahal. Treinta de ellos murieron en enfrentamientos con la policía. En octubre estallaron disturbios en Assam, en el noreste del país, cuando los habitantes pertenecientes a las capas más carentes de la población local trataron de contener las olas de inmigrantes ilegales que llegaban del vecino Bangladesh (4).

 

En China se denomina habitualmente “incidentes de masas” a los desbordes que involucran a obreros o campesinos encolerizados por el cierre de fábricas, por la pérdidas de ingresos o por expropiaciones ilegales. Así fue, de hecho, como Beijing calificó a los altercados con las fuerzas policiales ocurridos en el este del país, cuando trabajadores migrantes privados de sus salarios por patrones poco escrupulosos saquearon varias fábricas.

 

Como en India, esta escalada originada por la desaceleració n de la actividad económica mundial refleja preocupaciones anteriores. En China, la fractura más marcada sigue siendo la brecha de riqueza que prevalece entre las clases medias de las grandes ciudades y la población rural. En períodos más florecientes, los obreros tenían la posibilidad de abandonar el campo para encontrar trabajo en las zonas urbanas que fabrican productos destinados a la exportación. Pero muchas de esas fábricas cerraron sus puertas, privando de empleo a cerca de 20 millones de migrantes (sobre 200 millones). Y en demasiados casos, los dirigentes no ofrecieron ninguna compensación (5).

Crisis sistémica

En el mes de diciembre de 2008, en pleno centro de la tormenta, se observó un deslizamiento de las tensiones hacia Europa occidental y los países de la ex Unión Soviética. En estas regiones, las manifestaciones estuvieron motivadas por el miedo al desempleo de larga duración, la pérdida de confianza –convertida a veces en desconfianza y hastío– en la capacidad de los dirigentes para resolver los problemas y, en todas partes, el sentimiento de que “el sistema” ya no respondía a las necesidades ni a las aspiraciones de la mayoría.

Grecia figura entre los primeros países afectados por esta nueva ola de levantamientos. Así, Atenas sufrió seis días de manifestaciones y violencia, tras la muerte de un estudiante de quince años que cayó bajo las balas de las fuerzas del orden durante un altercado en medio de una movilización masiva (6). A pesar de las excusas del Gobierno y de las acciones judiciales llevadas a cabo en contra del agente culpable, los motines se propagaron por todo el país.

Para explicar estos desbordes se invoca la omnipresencia policial en los lugares frecuentados por los jóvenes. Pero los desbordes también reflejan una ansiedad y una desesperanza reales, ya que los jóvenes griegos expresan así sus frustraciones ante la falta de salidas profesionales, la obsolescencia del sistema educativo, la rigidez de las barreras sociales y la corrupción del Gobierno. Uno de los manifestantes llegó a declarar que la muerte del adolescente les dio a los jóvenes la ocasión de hacer oír sus quejas: “El futuro se anuncia más difícil para nosotros de lo que fue para nuestros padres –explicaba–. Es una situación sin precedentes”.

 

Apenas se habían aplacado las tensiones en Grecia cuando los rusos expresaron su descontento. En el origen de la rebelión estuvo la implementació n, por parte del primer ministro Vladimir Putin, de un impuesto sobre los autos japoneses importados, que apuntaba a proteger la industria automotriz nacional rusa. En primer lugar, los concesionarios de vehículos usados japoneses montaron un frente para alertar sobre la degradación de sus condiciones de vida. Enseguida, los automovilistas que prefieren comprar autos extranjeros –porque siguen siendo más baratos– tomaron la posta. Se organizaron gigantescas operaciones de bloqueo de rutas en Vladivostok y en otras treinta ciudades de todo el país.

 

En Europa del Este, el año 2009 se inició con movimientos de la misma naturaleza. Del 13 al 16 de enero, diversas manifestaciones dieron lugar a altercados con las fuerzas policiales en Riga, Sofía y Vilna, las capitales de Letonia, Bulgaria y Lituania. Cada uno de estos incidentes tuvo como desencadenante el cierre de una fábrica, el anuncio de medidas de austeridad o el aumento del precio del transporte. Sin embargo, también estaban en juego varios factores sistémicos; a fin de cuentas, todas estas manifestaciones –como las que agitaron a Irlanda en febrero– expresan una misma cólera e idéntica desconfianza respecto de los gobiernos.

 

Pakistán, también golpeado de lleno por la crisis, sufrió graves desórdenes sociales. Aunque Washington sigue concentrándose en Al Qaeda y los talibanes, otros observadores tratan de alertar sobre el deterioro del tejido económico. “La clase media paquistaní, aunque reducida, tiene una influencia política considerable –explica Niall Ferguson, historiador de la universidad de Harvard–. Ha sido literalmente aplastada por el derrumbe del mercado cambiario.” Y agrega: Una proporción creciente de hombres jóvenes se ve enfrentada al desempleo. Antes había mayores garantías de estabilidad política” (7).

 

Peligros similares acechan a los países productores de petróleo. Aunque fueron grandes beneficiarios del alza de precios que precedió a la crisis, desde el pasado verano boreal registran una caída sustancial de sus ingresos. Cuando los precios estaban en su nivel más alto, algunos de sus gobiernos utilizaron generosamente los dineros del Estado para financiar programas sociales (Venezuela, Bolivia con el gas), para recompensar la lealtad de algunas capas de población adeptas a su causa y, en algunos casos, mantener a las fuerzas de seguridad llamadas a contener las disidencias. Pero como el ingreso del conjunto de sus poblaciones está cayendo, se teme el desarrollo de movimientos sociales en algunos de estos países (8).


Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo conoció varios períodos de recesión. Sin embargo, bastaba un año o dos para restablecer el crecimiento. La situación actual parece muy diferente. Todos se preguntan cuándo, exactamente, se producirá la recuperación, y si ese día será lo suficientemente dinámica como para permitir una mejora de las condiciones de vida.

 

Al respecto, el informe preparado por el Banco Mundial para los ministros de Finanzas del G-20, con vistas a la cumbre de marzo de 2009, se revela muy alarmante. El documento prevé que 46 millones de personas adicionales se verán afectadas por la pobreza y expuestas a la desnutrición (9). Las reservas alimentarias deberían asimismo disminuir a causa de sequías récord esperadas en Argentina, Australia, el noroeste de China, el oeste de Estados Unidos y una parte de Medio Oriente. El informe afirma también que, en tales circunstancias, los movimientos espontáneos de cólera y de pánico no deben excluirse.

 

Un declive continuo de la economía, el agravamiento de las fracturas existentes y la persistencia de la desconfianza hacia las instituciones existentes constituyen los ingredientes de un cóctel explosivo. 

REFERENCIAS

(1) Banco Mundial, “Perspectivas para la economia mundial 2009. Mercados de productos básicos”, Washington, marzo de 2009. Véase también Philippe Revelli, “Brasil: etanol contra reforma agraria”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2009.

 

(2) El Grupo de los 77 (G-77) fue creado el 15 de junio de 1964 por una coalición de 77 países en vías de desarrollo con el fin de garantizar una capacidad de negociación creciente en Naciones Unidas. Ahora se han adherido 133 países, pero la organización mantiene su nombre original por su significado histórico.

(3) www.bbc.co.uk, 5-4-09.

 

(4) Heather Timmons, “Protesters Sweep India in a Season of Unrest”, The New York Times, 29-6-08; “Assam’s Largest Tribe Goes to War with Its Muslims“, The Economist, Londres, 9-10-08.

 

(5) Ian Johnson y Andrew Batson, “China’s Migrants See Jobless Ranks Soar”, The Washington Post, 3-2-09.

 

(6) Valia Kaimaki, “El incendio griego”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2009.

 

(7) Niall Ferguson, “The Axis of Upheaval”, Foreign Policy, Washington, marzo-abril de 2009.

 

(8) Principales países exportadores de petróleo: Argelia, Angola, Antillas Holandesas, Arabia Saudita, Bahrein, Brunei, Congo, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Indonesia, Irán, Irak, Libia, Kuwait, Nigeria, Omán, Qatar, Siria, Trinidad y Tobago, Venezuela, Yemen.

 

(9) Banco Mundial, “Swimming Against the Tide: How Developping Countries are Coping with the Global Crisis”, Washington, informe preparado para la reunión del G-20 (13-14 de marzo de 2009) en Horsham (Gran Bretaña):
http://siteresource s.worldbank. org/NEWS
/Resources/swimming againstthetide- march2009. pdf

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