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LOS ASALARIADOS DEL PODER: ASÍ OPERA LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA DE LAS ÉLITES

La generalidad de la población dominada ha absorbido el legado cultural de los sectores dominantes, en virtud del axioma según el cual la cultura de la clase dominante es la cultura de las clases dominadas.


Manuel Acuña Asenjo, analista
elclarin.cl 

NOCIONES ELEMENTALES

Puede parecer hasta casi infantil aseverar que, en la organización política del Estado, bajo el modo de producción capitalista, tanto los sectores dominantes como los dominados deben actuar debidamente representados por los partidos políticos.

No es casualidad. El modo de producción capitalista es un modo de dominación, lo cual implica tener presente que los deberes exigidos a las clases dominantes se exigen, con mayor razón, a los sectores dominados pues, como dice el I Ching ‘lo que está arriba está abajo y lo que está abajo está arriba’.

Y, claro. La necesidad de actuar representados bien pudo ser aplicada solamente a los sectores dominantes y no a los dominados; pero, en los modos de dominación, lo que es bueno para quienes dominan ha de serlo, también, para los dominados. Aunque, en verdad, no lo sea. Así ha ocurrido en el pasado, así sucede en el presente y, probablemente, así seguirá haciéndose en el futuro en tanto tales modos perpetúen su vigencia y no les salga al paso alguna fuerza social organizada que busque alterar esa marcha.

RAZONES PARA ESTABLECER TAL REPRESENTACIÓN

Las razones de esa conducta son simples: los dueños del capital, ocupados en acrecentar su riqueza, no tienen tiempo de actuar en política. Quienes no lo poseen han de ser constreñidos a hacerlo pues lo accesorio sigue la suerte de lo principal.

Sin embargo, también se señala, como causa de esa representación, la necesidad de nominar a personas determinadas por ser imposible que una sociedad sea administrada por todos sus integrantes, afirmación que, a pesar de ser histórica, soslaya la cuestión principal.

Pero, cuidado. Si bien es cierto que el afán de apoderarse de cuotas cada vez más altas de plusvalor mantiene ocupados a los dueños del capital, no quiere decir tal afirmación que así va a continuar sucediendo en el futuro.

No. El espectacular desarrollo que experimentan las fuerzas productivas, a la vez que libera la fuerza de trabajo necesaria para acrecentar el capital y la reemplaza por maquinaria útil —produciendo, con ello, mayor percepción de plusvalor relativo—, también libera al capitalista de ciertas preocupaciones y le permite incursionar con éxito en la política, haciendo innecesarios algunos cupos de representación.

La vieja sentencia aquella según la cual ‘al ojo del amo engorda el caballo’ inicia su rápida retirada ante el avance incontenible de la IA. La aparición de algunos empresarios dirigiendo la política nacional, en no pocos países del orbe, es la más preclara manifestación de esa tendencia[1].

La representación política de esos sectores se realiza a través de la democracia que, a su vez, se apoya en la existencia de partidos políticos y elecciones periódicas, libres, secretas e informadas. Quienes no pertenecen a partidos o no quieren dar su voto a los candidatos designados por esas organizaciones políticas pueden, en ciertos casos, votar por independientes aceptados, en esa calidad, por algunos regímenes.

CLASES SOCIALES EN EL Modo de Producción Capitalista (MPC) [2]

En la teoría clásica, dentro del MPC se reconoce la existencia de dos clases antagónicas entre sí que son compradores y vendedores de fuerza o capacidad de trabajo (no ‘izquierda’ y ‘derecha’).

Los compradores de esa mercancía se separan, en la rotación del capital, a su vez, en industriales, comerciantes y banqueros. Si tales segmentos sociales decidieran participar activamente en política, deberían hacerlo debidamente representados. En consecuencia, deberían existir partidos que asumiesen la representación de cada uno de ellos. El problema, sin embargo, es mayor.

En efecto. Las fracciones que componen la clase de compradores de fuerza o capacidad de trabajo no poseen idénticas cuotas de capital. Algunas tienen lo suficiente; otras, no tanto; y muchas de esas fracciones solamente poseen sumas pequeñas que, a menudo, tratan inútilmente de acrecentar. De todas maneras, para todas ellas es muy difícil participar en política; el camino que han elegido las absorbe.

Se forman, entonces, grupos según el capital que poseen para conformar, de esa manera, fracciones pequeñas, medianas y grandes. Aparecen, así, pequeños, medianos y grandes empresarios que pueden ser industriales, comerciantes o banqueros. Si no pueden participar en política, ¿de dónde, entonces, extraen su representación política?

SEGMENTACIÓN DE LA CLASE VENDEDORA DE FUERZA O CAPACIDAD DE TRABAJO

La clase de los vendedores de fuerza o capacidad de trabajo (proletariado) también se segmenta, en la rotación del capital, de acuerdo al sector patronal en donde pueden vender la única mercancía que poseen: su energía corporal. No por otra circunstancia existen trabajadores industriales, trabajadores del comercio y funcionarios bancarios, que sirven a pequeños, medianos o grandes empresarios.

Sin embargo, esa clase tiene otras variables. En primer lugar, se pueden encontrar en ella ciertas ocupaciones en las cuales el patrón al que sirven no es una persona (natural o jurídica) —como sucede en los empleos normales— sino presenta rostros múltiples. En este caso, tales profesiones dan origen a una fracción de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo, manifestándose en una calidad que los asimila a los pequeños industriales, comerciantes o banqueros. Tal ocurre con las profesiones liberales cuando ellas son ejercidas individualmente. Como sucede con los abogados, médicos o dentistas, entre otros, los taxistas.

No sucede de esa manera cuando esas ocupaciones liberales o ‘profesiones’ se venden a una empresa particular o fiscal; en ese caso, se trata de la venta de la fuerza o capacidad de trabajo, es decir, de ‘proletariado’.

Ambas categorías constituyen lo que se conoce, vulgarmente, como ‘clase media’, ‘sectores de medio pelo’ o, simplemente, ‘capas medias’, nomenclatura que, aunque difícil de aceptar, ilustra con propiedad su origen o pertenencia. Pero se puede afirmar que, en realidad, es proletariado público o privado del rubro servicios.

INSTINTO DE CLASE/ CONCIENCIA DE CLASE

Contrariamente a lo que se cree, la clase de los vendedores de fuerza o capacidad de trabajo ―o proletariado―, raras veces tiene conciencia de su propia condición. La concepción romántica de ese proletariado que, por sí solo, puede construir su propio destino es una de las causas de los grandes fracasos experimentados a lo largo de la historia.

Lo real es que la generalidad de la población dominada de una nación ha absorbido el legado cultural de los sectores dominantes, en virtud del axioma según el cual la cultura de la clase dominante ―y sus fracciones―, es la cultura de las clases dominadas; o, dicho de otro modo, ‘aquel que posee el poder material posee, también, su poder espiritual’[3]. Ese segmento posee, en consecuencia, ‘instinto de clase’, lo que implica que se trata de un grupo que no sólo acepta la condición en que se encuentra sino la considerar como el mejor de los sistemas. Pero eso no impide que, en ciertas oportunidades, se rebele o proteste ante las injusticias que observa i experimenta.

Por lo mismo, su visión de la política no va más allá de considerarla como la lucha por obtener conquistas reivindicativas. Nada más. En consecuencia, no por otra razón algunos ilustres pensadores la han comparado a ‘un saco de patatas’[4]. Esos ‘sacos de patatas’ solamente empiezan a reaccionar sobre su situación cuando sus conversaciones con otros compañeros incorporan el tema de la situación laboral, el rol que les corresponde en la sociedad, y, de esas conversaciones, nacen propuestas que los hacen organizarse en sindicatos, partidos, movimientos sociales, en fin, e iniciar la lucha por llevar adelante la defensa de sus intereses. Se dice, entonces, que han adquirido ‘conciencia de clase’.

Por ello, no debe sorprender que, en no pocas oportunidades, un grupo no despreciable de ese segmento social apoye proposiciones que benefician a sus explotadores. No se trata de ‘fachos pobres’ como, a menudo, y despectivamente, se les trata por parte de la militancia de algunas organizaciones políticas ‘de izquierda’.

“El «facho pobre» es el ciudadano o ciudadana desencantado, con trabajos de mala calidad, con jornadas extenuantes y sueldos precarios, que vive en entornos degradados, que ya no confía en las instituciones de la democracia. Su voto no es ideológico, sino emocional: más como un castigo a los partidos democráticos llamados tradicionales. El «facho pobre» siente que los derechos ampliados de toda índole no lo incluyen, y que el sistema de democracia ha olvidado su promesa de bienestar”[5].

Estos segmentos de proletariado, son personas para quienes la situación en que se encuentran se ha transformado en ‘su realidad’, ‘su normalidad’. No reaccionan frente a ella y no solamente se niegan a hacerlo sino están convencidos que, realizando lo que se les conmina a hacer, se levantarán de la condición en que están hasta alcanzar el más alto peldaño de la escala social. Son, por ese motivo, ‘trepadores’.

SEGMENTO SOCIAL AL QUE RECURRE LA CLASE DOMINANTE (Y SU FRACCIÓN HEGEMÓNICA) PARA RECLUTAR LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA.

¿Dónde, entonces, ha de reclutar la clase dominante y su fracción hegemónica, la representación política que requiere? ¿Dónde ha de encontrarse la militancia de los partidos de la clase dominante? ¿Dónde ha de conseguirse su dirigencia?

En cierta manera, ya lo hemos dicho: pues, en parte, de esos segmentos.

Como ya lo indicamos, los empresarios ―grandes y medianos (sus hijos y nietos)―, pocas veces incursionan en el campo de la política; lo hicieron en el pasado cuando la propiedad de la tierra les obligaba a velar por esa tenencia desde la dirección política. Hoy están preocupados, más bien, de realizar la técnica que les ha hecho multiplicar su capital, y no de las veleidades del gobierno porque, a menudo, han de compenetrarse acerca de los negocios de sus padres y reemplazarlos cuando éstos hayan muerto. En consecuencia, la clase o fracción de clase de la cual proviene la representación política de los dueños del capital es otra.

Por regla general. El primer grupo corresponde a estamentos provenientes del sector de pequeños y medianos comerciantes e industriales, de personas que desempeñan profesiones liberales, ex miembros de los institutos armados, empleados particulares o públicos y, en general, de personas consideradas ‘capas medias’.

En realidad, es proletariado público o privado del rubro servicios, tremendamente individualista, con grandes aspiraciones y muy satisfecho de sí mismo. En este grupo, no es extraño encontrar potenciales delincuentes y, también, personajes ligados a la delincuencia, circunstancia que no impide a los dominadores extraer de tales segmentos sociales a quienes han de realizar las más abominables acciones en contra de los seres humanos. Porque ahí se encuentran los que obedecen sin vacilar las órdenes de sus superiores por descabelladas que sean, aunque provengan de los sectores más explotados.

El segundo segmento social del cual extrae su representación política la clase dominante de la sociedad es aquel que proviene del antiguo modo de producción feudal, es decir, de lo que se conoce como ‘aristocracia’ que no es la misma en los diferentes países.

En Chile, luego de la independencia, la llamada ‘aristocracia castellano/vasca’ no solamente tomó para sí la administración de las tierras de sus padres sino, también, los negocios y asuntos de dirección estatal. Con la imposición del modo de producción capitalista, algunos de estos personajes evolucionaron, se hicieron funcionales a esa nueva forma de producir y pudieron conservar sus privilegios; otros, por el contrario, no lo hicieron; se aferraron a los viejos esquemas y comenzaron a experimentar un acelerado proceso de empobrecimiento. Su salvación fue el desempeño en cargos de dirección estatal.

Con el tiempo, y al incorporarse otros sectores a esos cargos, comenzó a conformar la burocracia estatal que, hoy, se presenta como una mezcla de aristocracia empobrecida, con sectores ‘de medio pelo’ (capas medias) y elementos del proletariado, asimilados al sistema vigente como se verá de inmediato. ¿Parasitismo? Probablemente. Sin embargo, preferimos reservar ese calificativo para recordarlo quienes no entienden la teoría del valor y siguen creyendo que son los patrones quienes dan trabajo[6]…

En consecuencia, la representación política de los estamentos dominantes no son estamento dominante. Quieren serlo. Intentan serlo. Buscan y ansían serlo. Algunos, incluso, están convencidos de poseer dicha calidad. Por eso son tremendamente individualistas. Pero no lo son. No constituyen parte de los sectores dominantes. Jamás lo serán. Considerarlos tales constituiría una insensatez: como suponer que los vasallos (en el modo de producción feudal) poseían una calidad igual o superior a los príncipes y reyes.

La representación política de los sectores dominantes es un segmento social que, de una u otra manera, es pagado por quienes necesitan de ellos. Como lo señala un analista, la billetera empresarial se abre solamente para ellos[7]. Quienes pertenecen a esa categoría son empleados del empresariado. Son sus asalariados. Por lo que, en ese sentido, no se diferencian del proletariado. Aunque estén permanentemente subrogando en sus funciones al patrón que les paga: siempre lo harán a la manera del capataz, actuando por él y sin poder, en modo alguno, adquirir su calidad. No conocen la teoría; en realidad, no la necesitan, Y, por tanto, lo que es peor, no les interesa.

ALGUNOS RASGOS QUE IDENTIFICAN A ESTE SECTOR

Las personas que se encuentran en esa calidad, cuando disputan cargos políticos, pueden ser extremadamente peligrosas. Porque la tendencia a elevarse por encima de los demás impulsa a mostrar, a menudo, cualidades que no se poseen; hay que recurrir, entonces, a actuar, a falsear hechos o circunstancias, exhibir seguridad en las afirmaciones y violentarse al ser contradicho. Nace, para imponerse, como forma de relación social, el narcisismo. Pero, como dice un autor,

“Más que la etiqueta de narcisismo nos interesa las consecuencias que dicho proceso desencadena, no sólo en lo individual sino en lo social. Una de ellas es que el campo de batalla ha sido desplazado al interior del individuo. Lo político y lo social ha sido subjetivizado; las relaciones sociales se han psicologizado”[8].

Y ahí se encuentra el peligro. Porque tal actitud desencadena otras emociones, entre ellas el miedo y la rabia a las que, en cierta ocasión, se refirió Humberto Maturana diciendo que

“[…] cuando el miedo sustituye al amor, la convivencia social se destruye”[9].

No debe sorprender que esos segmentos defiendan la permanencia y perseverancia de lo que ha hecho posible lo que existe y su prolongación en el tiempo. No debe sorprender que muchos de ellos sean sujetos autoritarios, vociferantes, a menudo energúmenos, o presenten graves anomalías, algunas, incluso, de carácter necrófilo.

Del mismo modo, no debe llamar la atención que aborrezcan el cambio y sostengan que el imperio de la cultura vigente jamás ha de alterarse sino, por el contrario, mejorarse. Y es que no solamente están realizados en la conservación del mundo actual sino, además, van a utilizar todos los medios a su alcance para poner fin a cualquier manifestación que pueda amenazarla.

CONCLUSIÓN

Este panorama no es nuevo. Siempre ha existido. Y, no obstante, los movimientos sociales han sabido superarlo. Pero cuando la economía empeora y las veleidades de la forma de acumular se hacen presentes, la situación se agrava, la intranquilidad hace presa de los ‘sectores medios’ y gran parte de los sectores dominados vuelven sus ojos hacia quienes dominan en la esperanza de encontrar apoyo en ellos a sus tribulaciones: las respuestas a esos requerimientos se hacen cada vez más lejanas. Y, también, la ruta hacia adquirir una robusta conciencia de clase. Lo cual podría comenzar a explicar, al menos en parte, algo de lo que está sucediendo a nivel planetario.

__________
Notas

[1] También en el pasado ha ocurrido. Pero en la actualidad es algo más frecuente. La fracción hegemónica que ha tomado el gobierno en USA es una muestra de lo que sucede actualmente. En Chile, Félix Montano advirtió este fenómeno en su artículo “El empresariado toma el control: Sutil, Ibáñez y la derecha bajo presión”, ‘El Clarin’, 5 de agosto de 2025.

[2] MPC Modo de producción capitalista

[3] Véase la obra de Karl Marx ‘Grundisse’.

[4] Véase de Karl Marx su obra ‘El dieciocho brumario de Luis Bonaparte’.

[5] Vieyra Poseck, Jaime: “¿Quién es el ‘facho pobre’?”, ‘El Clarín’, 13 de noviembre de 2025.

[6] A principios de este mes, un sujeto que se desempeña precisamente en un cargo de la burocracia estatal, llamado Cristián Valenzuela, escribió en La Tercera, una columna intitulada ‘Parásitos’, criticando al resto de esa burocracia. Valenzuela no conoce la teoría del valor; no por otro motivo escribe sandeces; recuerda al cura Hasbún.

[7] Cárdenas Guzmán, Andrés: “La billetera empresarial se abre sólo hacia la derecha”, ‘El Mostrador’, 20 de octubre de 2025.

[8] Jáuregui Balenciaga, Inmaculada: “Psicopatía, Ideología y Sociedad”, Researchgate, s/fecha de publicación.

[9] Baeza, Catalina: “El peligro a gobernar desde la rabia y el miedo”, ‘El Desconcierto’, 08 noviembre de 2025.

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Fuente:

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