Un estudio revela que las bacterias y los hongos pueden sobrevivir en la atmósfera tras viajar largas distancias en la troposfera
EFE / VÍDEO: ATLASNOTICIA
La investigación reflexiona sobre cómo la salud puede verse afectada por patógenos que prosperan en el aire.
Un estudio elaborado con muestras tomadas con un avión a altas altitudes ha revelado que los microorganismos, como bacterias y hongos, pueden viajar largas distancias en la troposfera. La investigación, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la han liderado investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa", y ha contado con la colaboración de la Fundación Privada Daniel Bravo Andreu (FPDBA).
Los patógenos pueden viajar por el aire, pero se sabe poco sobre la diversidad de microbios que pueden sobrevivir a grandes altitudes, donde las condiciones son duras. Para saber más sobre esta cuestión, los científicos han recogido muestras de las corrientes de viento procedentes de Asia continental.
Utilizando un avión Cessna, el investigador de ISGlobal Xavier Rodó y un equipo internacional de científicos llevaron a cabo diez estudios aéreos entre 1.000 y 3.000 metros por encima de Japón, partiendo del aeropuerto de Chofu, cerca de Tokio. Todos los vuelos se planificaron para seguir las corrientes de viento procedentes de Asia continental, en lo que se conoce como puentes troposféricos, que conectan aire de regiones distantes del mundo.
En este caso, es aire que se eleva en China continental y que luego desciende sobre Tokio, debido a las condiciones meteorológicas típicas del invierno. Para comparar la diferencia a distintas altitudes, también se recogieron muestras a nivel del suelo en Chofu.
Los investigadores analizaron la composición química y biológica de un total de 22 muestras de filtros de aerosol recolectadas durante dos periodos (febrero y abril de 2014) en la troposfera, que es la capa inferior de la atmósfera y la que está en contacto con la superficie terrestre.
Mediante secuenciación de ADN, los científicos identificaron más de 266 géneros de hongos y 305 géneros de bacterias asociados a los aerosoles. Algunos de estos son potencialmente patógenos para los seres humanos, otros animales o las plantas.
Entre otras, se identificaron especies bacterianas como Escherichia coli, Serratia marcescens, Clostridium difficile, Clostridium botulinum, Haemophillus parainfluenzae, Acinetobacter baumannii y varias especies de Staphylococcus. También hongos de géneros como Candida, Cladosporium y Malassezia, capaces de causar enfermedades en individuos susceptibles e inmunodeprimidos.
Resistencia a los antibióticos
"Nuestro estudio revela por primera vez una gran diversidad de microbios que se propagan por las corrientes de viento a miles de kilómetros de su origen por intensos túneles de viento que se forman a algunos kilómetros de altura en la troposfera", ha señalado el investigador de ISGlobal. Para Rodó, esto representa "un cambio de paradigma" en la comprensión de cómo la salud humana puede verse afectada por patógenos que prosperan en el ambiente, sobre todo en el aire.
Aunque el estudio no demuestra una relación causal entre la presencia de patógenos humanos en los aerosoles y un efecto sobre la salud, sí subraya la necesidad de seguir explorando la propagación de distintos microbios patogénicos sobre grandes distancias, ha resaltado el investigador.
El cultivo de algunas de las muestras permitió demostrar que las bacterias recogidas del aire eran viables -es decir, con capacidad de crecer y reproducirse- y que algunas eran resistentes a los antibióticos de uso común. La sorpresa para los científicos fue comprobar que, por ejemplo, la cepa de Micrococcus luteus aislada mostraba resistencia a múltiples fármacos, incluyendo carbapenems, glicopéptidos, ciprofloxacina y trimetoprim-sulfametoxazol.
"Nuestros hallazgos sugieren que la resistencia a los antimicrobianos podría propagarse a grandes distancias por esta vía hasta ahora desconocida", ha indicado, por su parte, la coprimera autora del estudio, Sofya Podzniakova.
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