El descubrimiento supone que la actividad de las células biológicas, incluidas potencialmente las de los humanos, podría estimularse de forma selectiva mediante campos magnéticos
Pablo Javier Piacente
Cada animal en la Tierra puede albergar la maquinaria molecular para detectar campos magnéticos, incluso aquellos organismos que no navegan o migran usando este misterioso "sexto sentido", denominado magnetorrecepción. Los científicos han identificado una molécula omnipresente en todas las células vivas, que puede responder a la sensibilidad magnética si está presente en cantidades suficientemente altas.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Manchester, la Universidad de Leicester y el Laboratorio Nacional de Física, en el Reino Unido, concluye en un nuevo estudio que la capacidad de muchos animales para detectar el campo magnético terrestre y orientarse a partir del mismo puede estar más extendida de lo que se pensaba hasta hoy. Una molécula presente en todas las células vivas, llamada Flavina Adenina Dinucleótido (FAD), puede facilitar la sensibilidad magnética en un sistema biológico, siempre y cuando se encuentre en las cantidades adecuadas.
Según las conclusiones de la nueva investigación, publicada recientemente en la revista Nature, los hallazgos en torno a este “sexto sentido” permiten avances significativos en nuestra comprensión de cómo los animales perciben y responden a los campos magnéticos en su entorno. Además, los nuevos conocimientos harían posible el desarrollo de nuevas herramientas para estimular de forma selectiva la actividad de las células biológicas, incluso las de los seres humanos, aprovechando los campos magnéticos.
EL “SEXTO SENTIDO” MAGNÉTICO
Se sabe que distintas especies de aves, insectos, reptiles y otros animales utilizan el campo magnético de la Tierra como un verdadero “GPS”, para navegar y orientarse en largas distancias. El descubrimiento de los científicos británicos podría significar que las moléculas biológicas necesarias para detectar los campos magnéticos están presentes, en mayor o menor medida, en todos los seres vivos.
El “sexto sentido” o magnetorrecepción es mucho más difícil de detectar que los cinco sentidos tradicionales, o sea la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto. Este se debe a que un campo magnético transporta muy poca energía, en comparación con los fotones de luz o las ondas de sonido utilizadas por los otros sentidos. Este menor impacto dificulta su identificación.
Hasta el momento, los científicos sabían que la absorción de luz por parte de una proteína denominada criptocromo permite el movimiento de un electrón dentro de la misma: gracias a esto, diferentes procesos cuánticos en el interior de las células “activan” la capacidad de los animales para detectar los campos magnéticos y orientarse.
Ahora, los investigadores trabajaron con la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) para manipular la expresión génica y probar sus hipótesis. Aunque este insecto parece tan distinto al ser humano, en realidad posee un sistema nervioso que funciona exactamente igual que el nuestro: debido a esto, es utilizado en numerosos estudios como modelo para comprender la biología humana.
UNA MOLÉCULA OMNIPRESENTE
Uno de los hallazgos más sorprendentes a partir del trabajo con moscas de la fruta, y que está en desacuerdo con la comprensión científica actual sobre este tema, es que las células continúan “detectando” los campos magnéticos incluso cuando la proteína criptocromo ya no actúa. Según indicó en una nota de prensa el autor principal del estudio, el Dr. Adam Bradlaugh, “esto demuestra que las células pueden, al menos en un laboratorio, detectar campos magnéticos de otras formas”.
En ese sentido, los científicos comprobaron que “una molécula básica, presente en todas las células, puede, en cantidades suficientemente altas, impartir sensibilidad magnética sin que esté actuando el criptocromo”, agregó Bradlaugh. Esta molécula, llamada Flavina Adenina Dinucleótido (FAD), es el sensor de luz que normalmente se une a los criptocromos para respaldar la magnetosensibilidad. Al parecer, sería capaz de poner en marcha el “sexto sentido” por su propia cuenta, siempre y cuando las condiciones sean las adecuadas.
Los hallazgos son trascendentes para comprender la maquinaria molecular que permite que una célula detecte un campo magnético, como así también para apreciar la forma en que los factores ambientales, como por ejemplo el ruido electromagnético generado por las telecomunicaciones, pueden afectar a los animales que dependen de la magnetorrecepción para sobrevivir.Noticias relacionadas
Al mismo tiempo, el estudio puede aportar precisiones sobre los efectos que la exposición a estos campos magnéticos artificiales podrían tener en los seres humanos. Además, como la molécula FAD se puede encontrar en todas las células vivas, el descubrimiento puede abrir nuevas vías de investigación sobre el uso de campos magnéticos para manipular la activación de genes: esta posibilidad se considera una herramienta clave hacia el futuro, con potenciales aplicaciones en el campo de la salud humana.
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REFERENCIA
Essential elements of radical pair magnetosensitivity in Drosophila. Adam A. Bradlaugh, Richard A. Baines et al. Nature (2023). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-023-05735-z
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