XX Congreso del Partido Comunista Chino
Aunque haya continuidad del régimen social (capitalista), se puede hablar de una contrarrevolución política, cuyo alcance todavía está por calibrar.
Xi Jinping: de la dictadura de partido único a la dictadura de camarilla única
Mao Zedong consiguió la preeminencia en el seno del PCC gracias a la adhesión de dirigentes revolucionarios procedentes de diversos horizontes, templados al calor de las luchas sociales y militares de la revolución china. Xi Jinping selecciona a sus vasallos
Pierre Rousset
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El XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC) se inauguró el 16 de octubre. Habiendo reelegido a Xi Jinping a la cabeza del partido para un tercer mandato, rompe con la norma establecida en la década de 1980 [que limitaba a dos mandatos el ejercicio del poder supremo] y completa lo que podemos llamar una contrarrevolución política. Bajo su reinado, la centralización del poder alcanza cotas nunca vistas, pero su triunfo no puede ocultar las dificultades de su política. El país pasa por una crisis de régimen larvada, en un momento en que la situación mundial deviene peligrosamente inestable y se combinan tensiones geoestratégicas, crisis climática y ecológica, turbulencias financieras y la amenaza de recesión mundial. Cabe dudar seriamente de que Xi, autócrata solitario, sea capaz de capear el temporal.
El congreso del PCC se celebra cada cinco años, en otoño. Reúne actualmente a 2.296 delegados –una mayoría aplastante de hombres–, escogidos a dedo. Inicialmente previsto en noviembre, finalmente se congrega un mes antes, señal de que todas las decisiones fundamentales ya las ha tomado Xi Jinping.
El congreso ha de ratificar la composición del próximo Comité Central (CC, actualmente 200 miembros de pleno derecho y 170 suplentes). El CC ratifica la composición del Buró Político (BP, actualmente 25 miembros), que a su vez ratifica la composición de su Comité Permanente (CP, actualmente 7 miembros). Este último es el verdadero núcleo duro del poder. Cabe pensar que los nombramientos ya están decididos en lo esencial, en particular los relativos a los órganos más restringidos.
El congreso ha comenzado con una larga intervención de Xi Jinping, que los pekinólogos están tratando de descifrar palabra por palabra. Básicamente, Xi Jinping parece querer justificar sus decisiones políticas anteriores, como la intervención represiva en Hong Kong, contrariamente a los compromisos contraídos por sus predecesores, y anunciar su continuidad: desde su política de covid cero (cuyo coste político, social y económico es enorme) hasta su postura marcial en relación con Taiwán/1. Señalemos al respecto que de momento no ha elevado el tono y que todo queda en una especie de statu quo, sin perjuicio de lo que pueda anunciar de aquí al final del congreso/2.
Mientras que el desorden financiero actual amenaza provocar una recesión económica mundial devastadora/3, Xi Jinping ha roto los lazos con EE UU, lo que impide toda coordinación de las políticas monetarias, al tiempo que se muestra completamente indiferente ante la aceleración dramática de la crisis climática y ecológica global. La reunión del XX congreso del PCC es una buena ocasión para hacer balance de los diez años de reinado de Xi Jinping, pero este artículo se ceñirá básicamente a dos cuestiones concretas.
• La primera se refiere a la naturaleza del cambio de régimen político implementado porXi Jinping.
Impulsado por Deng Xiaoping, en 1982 se formalizó un régimen político novedoso en China, abriendo la vía al desarrollo capitalista, o sea, una contrarrevolución social. Aquella reforma instauró un modo de funcionamiento colegiado de las direcciones del PCC en todos los niveles, con miras a evitar la monopolización del poder por un solo hombre y el retorno del culto a la personalidad. Una de las cláusulas principales estipulaba la limitación de la duración de los mandatos a la cabeza del partido y del país a dos mandatos de cinco años, es decir, a diez años consecutivos como máximo. Esta cláusula la respetaron Jiang Zemin (1993-2003) y Hu Jintao (2003-2013), y es la que Xi Jinping ha transgredido con motivo del XX congreso, haciéndose elegir para un tercer mandato consecutivo. Su proyecto se hace realidad.
Xi se ha dedicado a desmantelar pieza por pieza el orden político creado bajo la égida de Deng, a fin de instaurar otro distinto que en lo esencial es su contrario. De ahí que, aunque haya continuidad del régimen social (capitalista), se puede hablar de una contrarrevolución política, cuyo alcance todavía está por calibrar. Afecta a la gobernanza del conjunto del país e implica dotar a Xi Jinping de un poder personal sin precedentes en la historia de la China moderna, por mucho que su influencia en la sociedad sea menor de lo que quisiera.
• La segunda se refiere a la naturaleza de los cambios que ha experimentado el PCC de Mao a Xi.
La continuidad nominal oculta importantes discontinuidades en la historia del PCC en el poder y Xi no es un nuevo Mao. Esto debería estar claro. Cuando quedó en entredicho la autoridad de Mao tras el fracaso sumamente oneroso del Gran Salto Adelante (1959) y Mao se propuso restablecerla, llamó a la juventud a rebelarse contra los supuestos defensores de un retorno al capitalismo en el seno del aparato de Estado, iniciando la Revolución Cultural (1966-1969) y abriendo una verdadera caja de Pandora. Entonces salieron a la luz todas las contradicciones que operaban en la sociedad. ¿Podemos imaginar a Xi Jinping (o Stalin) haciendo lo mismo?
No hay nada más extraño que ver cómo un régimen o un partido es calificado de comunista por los politólogos que llevan la voz cantante sin referirse a su base social ni al sistema económico que defiende o combate, ni a su historia. ¿En qué se basan para decir que un país que desempeña un papel clave en la dinámica del capitalismo globalizado (la China contemporánea) es comunista? ¿En qué se basan para decir que una dinastía hereditaria (el régimen norcoreano) que preconiza la ideología juche es marxista?
Mao y Xi pertenecen a dos épocas diferentes. El primero fue uno de los protagonistas de la prolongada ola revolucionaria iniciada en 1917; el segundo es un hombre del aparato que para acceder al poder maneja las rivalidades internas del PCC en el contexto de la prolongada ola contrarrevolucionaria iniciada en la década de 1980. Mao Zedong consiguió la preeminencia en el seno del PCC gracias a la adhesión de dirigentes revolucionarios procedentes de diversos horizontes, templados al calor de las luchas sociales y militares de la revolución china. Xi Jinping selecciona a sus vasallos, que están a su servicio. Veamos más en detalle estas dos cuestiones.
Una contrarrevolución política
El telón de fondo
El régimen maoísta entró en crisis terminal durante la Revolución Cultural (1966-1969), en cuyo punto culminante se desintegraron tanto el partido como la administración/4. Mao tuvo que recurrir entonces al ejército para recuperar el control, incluso en contra de sus propias bases de apoyo. Así que podemos datar en 1969 la muerte política del maoísmo originario, unos siete años antes del fallecimiento del Gran Timonel (probablemente precedido de un periodo de senilidad).
El poder fue asumido temporalmente por la Banda de los Cuatro (1973-1976), cuyo reinado retrógrado, hiper y estúpidamente burocrático, sentó las bases para el retorno fulgurante de los dirigentes que habían sido marginados, reprimidos, torturados, encarcelados. Entre los principales dirigentes del partido, dos no sobrevivieron: Liu Shaoqi y Peng Dehuai, muertos durante su detención. Raros son quienes durante ese periodo tenebroso mantuvieron cierta continuidad de la autoridad del Estado, como Zhou Enlai, cuyo papel fue clave, especialmente en el plano internacional.
En 1978, uno de los supervivientes del decenio 1966-1976 y uno de los principales dirigentes históricos de la revolución china, Deng Xiaoping, recuperó el prestigio dentro del partido. Emprendió reformas que abrían la puerta a un desarrollo capitalista. Contribuyó a dotar a China de un régimen político posmaoísta (su reforma de 1982) y, en 1989, apoyó (tras algunas vacilaciones, parece) el aplastamiento del Movimiento del 4 de junio, en Pekín y otros muchos lugares del país. Ese momento contrarrevolucionario ha pasado a la historia con el nombre de Masacre de la plaza Tian’anmen, pero se trata de una denominación demasiado restrictiva, engañosa, dada la amplitud geográfica y social de la represión y su objetivo: quebrar las resistencias populares a las reformas/5.
Deng no era un demócrata, cosa que Xi Jinping evidentemente no le reprochará, pero extrajo las lecciones de la crisis que había hundido a China en el caos y trató de establecer barreras para que no se reprodujera, limitando las ambiciones personales y asegurando el carácter colegiado del funcionamiento de los órganos de dirección en todos los niveles. Hubo quienes esperaban que Xi, hijo de un dirigente histórico del PCC, Xi Zhongxun, enviado a reeducarse al campo durante la Revolución Cultural (acompañado de su retoño), que aprobaría a Deng, pero nada de nada. No era contrario al poder personal a partir del momento en que era suyo.
Una modificación radical del régimen político
• La renovación cada cinco años de los órganos de dirección permite a las sucesivas generaciones acceder a los mismos. Las relaciones de fuerzas entre las fracciones se establecían en cónclaves de dirigentes. De este modo fue elegido Xi Jinping para el cargo de secretario general, pues no representaba a ninguna de las fracciones principales, cuyo poder estaba equilibrado. En adelante, el secretario general escoge hasta cierto punto a los cuadros desde el comienzo del proceso de renovación. El sanedrín, o sea, el comité permanente, queda sometido a su control estricto; la cuestión de la sucesión evidentemente no se plantea, ya que él se sucederá a sí mismo.
• Deng Xiaoping había situado a sus peones en puestos clave, pero evitó la acumulación de mandatos, quedando él tan solo como presidente de la Comisión Militar Central. Xi Jinping es secretario general del PCC, presidente de la Comisión Militar Central y presidente de la RPC, un triplete destinado a asegurar su poder personal. Es posible que, para poner la guinda, el XX congreso restablezca la figura de presidente del partido (cargo que había ostentado Mao y que Deng suprimió).
• Xi impuso en 2018 una reforma constitucional que anula la restricción del número de mandatos. Así, si lo desea (cosa que sin duda es el caso en este momento) y si mantiene el control del aparato (hace todo lo que puede en este sentido), puede llegar a ser presidente vitalicio.
• El tío Xi impulsa un culto a la personalidad desbocado que no tiene mucho que envidiar a la delirante veneración de Mao durante la Revolución Cultural, recurriendo para ello a los medios que le ofrece un sistema particularmente desarrollado de control social (con la orden de establecer una lectura obligatoria de sus obras todos los días). En el congreso anterior, el estatuto oficial otorgado a su pensamiento se situó un escalón por debajo del de Mao. Cinco años después, probablemente aspira a que sea elevado bastante por encima del de su ilustre predecesor.
El tono vino dado un año antes, en la reunión plenaria del Comité Central de noviembre de 2021. La resolución adoptada entonces afirma que los tiempos que corren representan “la epopeya más magnífica de la historia de la nación china desde hace milenios” gracias al acceso al poder de Xi, cuyo “pensamiento es la quintaesencia de la cultura y del alma china” y cuya presencia en el “corazón” del partido “reviste una importancia decisiva (…) para promover el proceso histórico de gran renovación de la nación china” (traducción de la AFP).
Hemos conocido en particular el pensamiento Mao Zedong o la teoría de Deng Xiaoping, ahora hay que aprender el pensamiento sobre el socialismo de características chinas para una nueva era de Xi. En lengua china se escribe así: 习近平新时代中国特色社会主义思想 –o sea, Xi Jin Ping Xin Shi Dai Zhong Guo Te Se She Hui Zhu Yi Si Xiang–, y por sus siglas: XJPXSDZGTSSHZYSX. ¡Ánimo! Como señala Long Ling/6, “puede o no que Xi haya superado a sus predecesores por la calidad de su teoría, pero lo que es indudable es que los ha superado por el número de caracteres necesarios para describirla”.
• Durante el XIX congreso del PCC (2017), Xi modificó el sistema de gobernanza del país, compartido hasta entonces entre el partido, las administraciones gubernamentales o regionales y el ejército. Incluso si el partido, el núcleo duro del Estado, conservaba el monopolio del control político, ese sistema contemplaba cierta flexibilidad en la gestión de los asuntos corrientes en un país-continente y permitía a la ciudadanía recurrir a varias autoridades. Según Xi, el partido debe convertirse en el único canal de gobernanza de China, “hasta la aldea más recóndita”. El ejército y los servicios secretos han sido purgados en beneficio de sus propios acólitos. Se trata de evitar, en este país de regionalismos muy pronunciados, que se formen poderes locales o regionales capaces de obtener grados de independencia, aunque sea enviando a Cantón a un responsable que no habla cantonés/7.
La dictadura de una camarilla: Xi no es un nuevo Mao
El proyecto de Xi Jinping consiste en reemplazar la dictadura de partido único por la dictadura de la camarilla única. La voluntad de control es más que la orientación que subyace a todas sus decisiones. Por tanto, podemos utilizar el término de camarilla para designar a la dirección de Xi, constituida por sus leales.
Poder personal, culto a la personalidad… La analogía es tentadora: Xi sería el nuevo Mao. De hecho, son muy distintos. No pertenecen al mismo periodo histórico: Mao vivió la larga ola revolucionaria iniciada en 1917, Xi, en cambio, medra en la larga ola contrarrevolucionaria que comenzó en la década de 1980. Mao Zedong alcanzó el liderazgo del PCC al calor de las luchas sociales y militares de la revolución china, mientras que Xi Jinping es un hombre del aparato que para acceder a la dirección suprema del PCC aprovechó las rivalidades internas en el seno del partido.
En cuanto al equipo de dirección reunido por Mao en 1935, no estaba constituido por sus fieles, ni mucho menos. En aquel entonces no existía una fracción maoísta suficientemente poderosa como para imponerse. Mao logró reunir alrededor de su figura a dirigentes que tenían una historia y una base propias, y de este modo fue reconocido como el primero entre ellos. Si se produjo este reagrupamiento de líderes clave fue porque supo poner en juego una baza crucial: romper con la subordinación del PCC a Moscú, una subordinación que condujo al desastre de 1927 y los años siguientes.
La Internacional Comunista se había convertido en el instrumento de dicha subordinación, y el culto a Stalin fue su fundamento ideológico. En el seno del PCC, la fracción Wang Ming era su agente. En el origen de lo que pasó a ser el culto a la personalidad de Mao Zedong estuvo la voluntad de oponer una autoridad de pensamiento y de acción china frente al gran hermano soviético. Esto también le sirvió, claro está, para ajustar cuentas y organizar purgas cuando le convenía. Ello no impide que la dirección del PCC (política y militar) estaba compuesta por personalidades fuertes, y sin tener en cuenta este hecho no se entienden para nada las formas que adoptó la crisis del régimen maoísta ni la capacidad que demostró Deng Xiaoping para retomar las riendas tras la caída de la Banda de los Cuatro y la muerte de Mao. […]
La reelección de Xi Jinping a la cabeza del partido y de la Comisión Militar Central y su reelección, el año que viene, a la presidencia de la RPC, no resolverá ninguno de los problemas a que se enfrentan el país y el régimen, problemas que son numerosos, tanto en el interior como en el plano internacional. Xi Jinping supo sacar provecho de una ventana de oportunidad histórica cuando EE UU fue incapaz de reorientar su principal afán estratégico a favor de Asia y ambos países, aunque rivales, todavía cooperaban en la arena mundial. Le jugada le dio resultado, pues logró culminar el proceso iniciado por sus predecesores situando a China como segunda potencia mundial.
Esta ventana de oportunidad se ha vuelto a cerrar. Las condiciones que han permitido el espectacular crecimiento chino ya no existen, al menos en una parte decisiva. De hecho, hemos entrado en un periodo sin precedentes. El sistema político en que se ha encerrado Xi Jinping voluntariamente hace que sea todavía más inepto que sus pares en el mundo para comprender la naturaleza y la profundidad de estos cambios. El hecho de que haya roto toda colaboración con Washington en la cuestión del calentamiento climático lo dice todo.
17/10/2022
Europe Solidaire Sans Frontières
Traducción:viento sur
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Notas
1/ Helen Davidson y Emma Graham-Harrison, 16/10/2022, “Xi Jinping opens Chinese Communist party congress with warning for Taiwan”: https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article64339
2/ Brian Hoie, 17/10/2022, New Bloom: https://newbloommag.net/2022/10/17/20th-national-congress-tw
3/ Adam Tooze, 4/10/2022, La primera deflación globalizada ha comenzado. No está claro hasta qué punto será dolorosa: https://vientosur.info/la-primera-deflacion-globalizada-ha-comenzado-no-esta-claro-hasta-que-punto-sera-dolorosa/
4/ La Revolución Cultural fue un acontecimiento muy complejo, que combinó espacios de libertad para la juventud y violencias traumáticas. No podemos profundizar en ello en este artículo.
5/ Pierre Rousset, 2/06/2014, ESSF, L’occupation de la place Tiananmen à Pékin et la répression du Mouvement du 4 juin 1989 en Chine: https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article32086
6/ En la introducción a su artículo de la London Review of Books (octubre de 2022)
7/ En China se hablan numerosas lenguas. Incluso hay varios idiomas chinos (como el cantonés y el mandarín) con una versión escrita (formada por sinogramas, caracteres) unificada en China continental. No por ello dejan de diferenciarse mucho en la versión oral (por ejemplo, con un número distinto de tonos), hasta tal punto de que no son comprensibles entre sus hablantes respectivos.
Autor/a: Pierre Rousset
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