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¿HASTA CUÁNDO EL IMPERIO DE LA CAÑA QUE EXTERMINA LA VIDA?

Norte del Cauca, Colombia
Minga de Comunicación del Proceso de liberación de la Madre Tierra


Desalambrar territorios y saberes: Proceso de Liberación de la Madre

Tierra y horizonte del wët wët fxi’zenxi (buen vivir)

Por: Minga de Comunicación del Proceso de liberación de la Madre Tierra (Norte del Cauca, Popayán, Cali, Bogotá, Medellín, México, Estados Unidos, Francia, Dinamarca, Alemania, Suiza, Ecuador, Argentina, Brasil).

Introducción

El Proceso de Liberación de la Madre Tierra (PLMT) «ha cumplido 7 años en la última etapa, 17 años desde la entrada en [la finca] La Emperatriz, 51 años con el [Consejo Regional Indígena del Cauca] CRIC, 112 años con Quintín Lame, 320 años con Juan Tama, 484 años con La Gaitana»1 (PLMT, 2022). Se trata de un sujeto colectivo con una raíz profunda de construcción de vida y resistencia. Además del dilatado camino por «la larga noche de los quinientos años» que todos los pueblos amerindios han andado, caminan la palabra que sembraron en 1971 como CRIC en su plataforma de lucha: liberar la tierra, ampliar el territorio, no pagar terraje… (PLMT, 2016a). De la mano de otras organizaciones campesinas, lograron una de «las reformas agrarias [por las vías de hecho] más reconocidasen América Latina y la más grande en Colombia» (Almendra, 2017: 86).

Luego de cientos de acuerdos incumplidos por el Estado, en diciembre de 2014, un grupo de comuneras y comuneros del pueblo nasa entraron a las fincas de algunas de las familias más ricas del país en el Norte del Cauca para liberar la tierra del monocultivo de caña; se nombraron «Proceso de Liberación de Uma Kiwe (Madre Tierra)», y desde entonces han liberado más de seis mil hectáreas en al menos doce territorios que hoy nombran «puntos de liberación».

La lucha del PLMT consiste en poner un límite a la voracidad del monocultivo de la caña (a costa de represión y persecución) y regenerar vínculos sociales y ecológicos mediante luchas que fisuran la lógica del capital y apuestan por otras formas de vida colectiva. Resquebrajar esta lógica pasa también por contar y visibilizar nuestro proceso: «La Minga de Comunicación es el mecanismo que creamos para contar lo que va pasando y, mientras se cuenta, para desalambrar, y mientras se desalambra, ir tejiendo. Contar, desalambrar, tejer para acortar el camino de la liberación de la Madre Tierra» (PLMT, 2016b).

Como parte de esas prácticas, este artículo fue elaborado en una minga de pensamiento y escritura. La minga es el trabajo colectivo para el bien común, organiza los saberes y las tareas de la vida en comunidad; se convocan mingas de construcción, de siembra y de corte de caña, según la necesidad. Quienes escribimos somos parte de la Minga de Comunicación del PLMT desde 2016.

Coordenadas históricas

En la Constitución de 1991, Colombia se instaura como Estado multicultural y reconoce derechos a las comunidades afrodescendientes, indígenas y gitanas del país, así como la figura territorial indígena de resguardos, y a sus autoridades como cabildos. Este hecho generó una gran paradoja: «¿Cómo entender esta situación en la que las comunidades indígenas y afrodescendientes han obtenido de las mismas estructuras de poder —que históricamente han avalado su desaparición— un estatus político?» (Duarte, 2015: 18).

Raquel Gutiérrez (2017: 13) afirma que, en los últimos veinte años, diversos movimientos latinoamericanos se integraron a «la sistemática política de “construcción de Estado” impulsada por los Gobiernos progresistas»; en Colombia, muchos procesos del movimiento indígena asumieron la estrategia del acuerdo y la negociación. La Constitución fue el gran acuerdo de acuerdos, el más devastador en cuanto a sus consecuencias para los pueblos indígenas. De «menores de edad» en la Constitución del siglo XIX, pasamos a «indios reconocidos», «ciudadanos» como el resto del país.

«Te doy un papel para aquietarte», parecían decirnos.

El 16 de diciembre de 1991, los paramilitares asesinaron a veintiún indígenas nasas que «exigían pacíficamente su derecho a la tierra» (Almendra, 2017: 78) en la finca El Nilo, municipio de Caloto, Cauca. La masacre fue denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que pidió al Gobierno colombiano reparar al pueblo nasa. El acuerdo de reparación fue la entrega, entre 1992 y 1994, de 15 663 hectáreas de tierra plana. El Gobierno realizó estudios técnicos de las tierras que comprarían a las fincas para entregarlas a los nasas. Sin embargo, las más fértiles fueron rentadas2 a los ingenios, mientras que las comunidades recibieron hectáreas de ladera infértil (PLMT y Fajardo, 2022). Estos eventos evidenciaron los límites del camino institucional.
Luego de cientos de acuerdos incumplidos por el Estado, en diciembre de 2014, un grupo de comuneras y comuneros del pueblo nasa entraron a las fincas de algunas de las familias más ricas del país en el Norte del Cauca para liberar la tierra del monocultivo de caña; se nombraron «Proceso de Liberación de Uma Kiwe (Madre Tierra)»

Tanto esa masacre como la promesa que suponía el reconocimiento constitucional frenaron la recuperación de tierra por las vías de hecho, una de las prácticas más significativas del movimiento. La dinámica cambió: firmar acuerdos a la espera de que se cumplieran. La tradición de lucha se apaciguó. En septiembre de 2005, las comunidades ocuparon pacíficamente la finca La Emperatriz. No buscaban solo «el cumplimiento de acuerdos establecidos con el Gobierno nacional, sino además luchar por la libertad de la Madre Tierra, esclavizada por el capital transnacional y puesta al servicio de los poderosos como una máquina» (Almendra, 2017: 110). El Gobierno generó más acuerdos en los que se comprometía a cumplir la reparación firmada años atrás. Pero esos acuerdos se sumaron a la lista de promesas incumplidas. El 14 de diciembre de 2014, los comuneros y comuneras nasas decidieron entrar en las fincas para no volver a salir: la vía estatal no sería más el camino; el único acuerdo posible iba a ser la entrega de las fincas a las comunidades. En estos siete años, ya son diecinueve las fincas ocupadas y alrededor de seis mil las hectáreas liberadas de caña. Una pequeña expresión, un punto, una letra en el vasto libro de las luchas. Llena de sentido profundo, de luces, de sombras: «Cuando llegue el momento de “negociar” será dentro de las fincas y el único trato aceptable será su libertad. Ese día ya no serán fincas, serán Uma Kiwe» (PLMT, 2016a).

Una guerra contra la vida: la pesadilla de la industria cañera

Para una persona externa que sobrevuela el valle del río Cauca, las 330 000 hectáreas de monocultivo de caña aparecen como una extensión rebosante de vida. Si desciende a ras de tierra, verá kilómetros de paisaje uniformado a ambos lados de la carretera: el «desierto verde» de la agroindustria cañera.

Cuando le llamamos desierto, aludimos a que la huella hídrica de la caña amenaza las reservas acuíferas de la zona: cada tonelada de caña exige el triple de agua que una de maíz. El 70 % del agua superficial y el 90 % de la subterránea del Cauca están concesionadas a la industria cañera (Hernández, 2021). La industria cañera en el Cauca es un ejemplo de la voracidad con la que se imponen unas relaciones de interdependencia que aniquilan a su paso todo el entramado de la vida. En palabras de Uribe Castro: «El éxito del cultivo de la caña está relacionado en forma directamente proporcional con la destrucción de unas condiciones naturales, de un ecosistema aluvial rico en diversidad» (Hernández, 2021).

Como da cuenta Hernández (2021), el sector agroindustrial de esta región detenta un poder político, económico y militar tal que ha transformado un territorio a la medida de sus intereses. El gremio azucarero forma parte de las instituciones ecológicas que vigilan los impactos ambientales en la región. Un ejemplo de ello es la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), fundada por el mismo gremio en 1956. «Fue la propia CVC la que expresó que, entre 1957 y 1986, el valle del Cauca había perdido el 72 % de sus humedales y el 66 % de sus bosques», avalando así la brutal transformación sistémica del río Cauca. «Al embalsar, canalizar, controlar y, finalmente, secar el río y sus humedales, la industria arrasó con los bosques secos, de laderas y de neblina en las partes planas y altas sobre las montañas» (Uribe Castro, citado en Hernández, 2021).

Además, estos corporativos producen bioetanol. En 2001 lograron que se expidiera la Ley 693 que reglamenta el uso del etanol dentro de la mezcla de la gasolina: 10% por cada litro (Hernández, 2021). Si el argumento ecológico para el uso del etanol es absurdo, en términos de rentabilidad económica no se queda atrás:

El costo de producción del etanol es superior al de la gasolina: Ardila Lülle vende el galón de etanol a US$2,40 mientras Ecopetrol vende el de gasolina a US$1,26. La maquinaria de las plantas para producir alcohol no paga impuestos de aduana. Una resolución del Ministerio de Minas impide que el etanol se obtenga de minerales o gases y obliga a extraerlo de biomasa. Para completar, la Ley 788 de 2002 exoneró al etanol del impuesto al valor agregado (IVA) y de los impuestos y sobretasas a los combustibles, exenciones que cuestan al estado 100 millones de dólares por año (Mondragón, 2008). Este negocio no pierde: ni siquiera compran las tierras; se contentan con explotarlas y sembrar devastación a futuro. Tampoco contratan directamente a sus trabajadores, les pagan a destajo sin garantizar sus derechos laborales. El sueño delirante de los señores de la caña implica la aniquilación de la diversidad de la vida de estos territorios. Douglas Laing estima que, hacia 2065, la industria cañera acabará con los reservorios de agua de esta región (Hernández, 2021). El PLMT les resulta un estorbo para realizar su pesadilla. Al contener una lucha como el PLMT, el Estado no actúa por voluntad propia, sino por presión de la empresa privada. Una empresa que no está aislada de la dinámica del capital, sino que es parte del encadenamiento productivo mundial. Por ello decimos que el Estado actúa como una oficina al servicio de las corporaciones y desde esta oficina se orquesta una Guerra por múltiples frentes.

Prueba de ello es que el 2 de febrero de 2022 una nota de prensa dio cuenta de una reunión entre el director de la Policía Judicial y el fiscal general de la nación con la presidenta de Asocaña, el gremio cañero que agrupa once ingenios, en la que se anuncian distintas estrategias para contener las «invasiones de tierra». Como lo denuncia el PLMT (2022), se trata de un plan que integra: a) la vía militar, con incremento de pie de fuerza, asedio a los puntos de liberación, patrullaje, res-tricción de la movilidad y enfrentamientos con disidencias de las FARC en tierras en liberación o aledañas; b) la vía judicial: el propio general de la Policía Judicial anunció que hay todo un plan en marcha para judicializar a «instigadores de invasiones»; c) la vía institucional, con oferta de proyectos desarrollistas a cambio de frenar la liberación de nuevas fincas o generar una asociación entre dueños de fincas y comunidad liberadora, además de crear una normatividad que no entregará tierra a comunidades que las reivindiquen bajo presión, y d) la vía mediática, con informes de prensa incendiarios como el de la periodista de ultraderecha, Salud Hernández, en la revista Semana, que insta al Estado colombiano a defender la propiedad privada (Hernández-Mora, 2022).

A estas estrategias, el poder capitalista ha añadido una figura que le ha dado muchos réditos en el pasado: generar división y enfrentamiento interétnico. La zona plana del Norte del Cauca está habitada por comunidades afrodescendientes que viven a orillas de los cañaduzales en pequeños rincones de un mar de caña. Desde los inicios, el Proceso de Liberación las ha convocado a una lucha conjunta, lo cual no han aceptado, pero manifiestan respeto y «no ser un freno». Sin embargo, desde hace un año se muestran contrarias a este proceso y algunos líderes afros argumentan que todas las tierras en vía de liberación les pertenecen. Estas posiciones y el apoyo que han brindado a los operativos de desalojo contra la comunidad liberadora han generado conflictos y enfrentamientos que solo se presentan cuandoel monstruo capitalista mete sus sucias manos.

Cortar caña para cultivar un bosque

Si esa persona externa de la que hablamos antes, una vez en tierra, se calza unas botas de caucho y se adentra a alguna de las fincas de esta región, se encontrará con compañeras y compañeros del PLMT autoconvocados en una «minga de corte de caña», que desalambran las fincas y entran con machete en mano a liberar(-se con) el territorio, a permitir que la tierra respire, a hacer que el agua no desaparezca, que los animales regresen y que las comunidades puedan volver a la tierra donde sus ancestros fueron ombligados. Quienes liberan dicen que «cuando se corta la caña crece el pasto, luego viene el rastrojo y después, a los veinticinco años, va brotando el bosque» (PLMT, 2021). Ese sueño no es solo para el pueblo nasa de la región, sino que su regeneración se conecta con un entramado de vida amplio.

Con cada machetazo, las y los liberadores desafían la lógica de muerte impuesta en las relaciones mediadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Frente a la crisis ecológica global, el sueño y el empeño del PLMT es a la vez sencillo y contundente: desalambrar material y simbólicamente cada parcela y cada cuerpo arrebatado por la voracidad de la agroindustria, remover lo que asfixia la tierra (la caña) y sembrar un presente vivo que se oponga a la pesadilla industrial que amordaza a Uma Kiwe. Este Goliat es uno y muchos al tiempo. Es Incauca y el resto de los ingenios, es el establecimiento, el poder económico y político de Colombia; es el aparato militar y paramilitar; es el sistema financiero colombiano y mundial. Es la sociedad patriarcal. Todo lo mismo, todo el pretendido único pensamiento que hoy aplasta al mundo. Viene desde la primera arremetida, la Conquista. Nuestra pelea sigue siendo contra los conquistadores de nuestras tierras. Goliat sigue en pie y se va a defender como un animal herido. Porque herido está. Y con odio, y con desprecio y asco por nosotros (PLMT, 2016a).

Este desprecio se ha cobrado la vida de más de trescientos líderes desde la firma de los Acuerdos de Paz en Colombia (Camprubí, 2022). Durante la elaboración de este artículo, fue asesinado Miller Correa, consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca. La enorme cantidad de caña necesaria para el mercado ha tomado demasiadas vidas, devastado tierras fértiles y desencadenado un conflicto interétnico entre comunidades indígenas, afrodescendientesy campesinas, azuzado por la complicidad mediática y estatal para criminalizar a los indígenas, y al PLMT en particular. Mientras el Gobierno extiende papeles y promesas de reconocimiento con una mano, con la otra extermina a los que proponen rutas alternativas. Hoy en día, hay treinta y cuatro pueblos indígenas en riesgo de exterminio físico y cultural por el avance del «desarrollo» de la nación.

Conclusiones: Wët wët fxi’zenxi, desalambrar imaginarios y sembrar el camino propio

Ante este panorama, parece que la alternativa que nos deja el sistema es la supervivencia de las especies y no el buen vivir, que acá le decimos wët wët fxi’zenxi, convivir en alegría con todos los seres. El wët wët fxi’zenxi no es un será sino un ser o un siendo; no es una promesa de bienestar, sino estar o permanecer en una vivencia. Esa vivencia está en peligro de desaparecer por la crisis planetaria generada por el capitalismo. El capital nos pone ante esta peligrosa disyuntiva: luchar para sobrevivir o luchar para alcanzar el wët wët fxi’zenxi. Allí es donde ellos siempre ganan; es acomodarnos en el sistema. Si la lucha por la sobrevivencia es ahora, es indispensable que esa sea nuestra felicidad: nuestro wët wët fxi’zenxi sigue siendo ahora. Si la lucha por el wët wët fxi’zenxi es ahora, sobreviviremos como especies.

Con cada machetazo, las y los liberadores desafían la lógica de muerte impuesta en las relaciones mediadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.

En el camino aprendimos que la voz que enseña es Uma Kiwe, nuestra Madre Tierra; ella indica el camino y las estrategias… aunque no han faltado quienes quieran ponerse como asesores del proceso o dar la línea. Hubo un momento, en 2016, en que el proceso decidió abrir sus puertas a otras luchas para conversar y visibilizar. A partir de allí empezaron a llegar todos los ismos, y todos quisieron poner su línea o evangelizar nuestro proceso con sus contenidos teóricos.

Todos esos ismos, ecologismo, anarquismo, marxismo, feminismo, maoísmo, institucionalismo, desarrollismo, son todos construcción y legado de Occidente, y aunque en los territorios se van tejiendo con los saberes autóctonos, llevan el sello de la racionalidad occidental. Todos los ismos han sido muy valiosos en apoyo y juntanza con este proceso; algunas personas se han mostrado respetuosas; otras, colonialistas. En su momento fue necesario decir: «todos los ismos son bienvenidos, pero aquí somos y vamos a seguir siendo indígenas nasas». La liberación de la Madre Tierra va más allá de los cañaduzales. El saber nasa, que viene de Uma Kiwe, es el sustento de esta lucha, y si tenemos contradicciones es precisamente por esa batalla que se da en el corazón entre nuestro ser nasa y la imposición occidental capitalista.

Frente a la falsa disyuntiva entre la institución o la revolución, los pueblos proponen rutas al ternativas para habitar este presente; las coordenadas del debate desbordan un esquema cartesiano, y nos muestran, con sus formas de habitar y organizarse en la minga, la asamblea, la celebración, las tulpas y rituales, otros modos de vida posibles. Cuando nos preguntan: «¿Rebelión? ¿Revolución? ¿Reforma? [decimos que] lo nuestro es el wët wët fxi’zenxi» (PLMT, 2016a).

Como plantea Vandana Shiva en Los monocultivos de la mente, la destrucción que dejan los monocultivos agrícolas forma parte de una relación del conocimiento dominante con el economicismo y con el poder. Dice ella sobre el proceso de dominación:

… además de invisibilizar los saberes locales al declarar que no existen o que no son legítimos […], también destruye las condiciones mismas para la existencia de alternativas de manera muy similar a la introducción de monocultivos, que destruyen las condiciones mismas para la existencia de diferentes especies (Shiva 2008: 25).

Como parte de la lucha para desalambrar la tierra y los corazones, el PLMT ha elegido generar acciones, encuentros y «acuerdos pueblo con pueblo» con otras comunidades de base, barriales, universitarias, campesinas, que desde sus rincones también liberan la Tierra. Por eso decimos que esta lucha no es de nasas para nasas; el nosotros desde el que hablamos no se agota en el horizonte humano. En todo caso, constituimos una porción del «frente humano» de un sujeto colectivo mayor; nos tejemos con los saberes desde abajo: Los saberes desde abajo, es decir, los que vienen desde la Madre Tierra, no solo humanos, sino todos los saberes desde abajo, son los que en definitiva darán la pelea al monstruo. Dicho de otro modo: el sujeto de la revolución es una sujeta: Uma Kiwe liberándose. Nosotras, nosotros, las luchas, pues, venimos siendo el «frente humano». Hay también el frente de las bacterias, de los hongos, de los artrópodos, felinos, árboles, aguas… La Madre Tierra tiene más frentes que todas las guerrillas de la historia humana juntas (PLMT, 2021).

Este proceso no se contenta con nada menos que la liberación de la Madre Tierra, de toda ella, cuan amplia y diversa es. Por eso pensamos que vale la pena desalambrarnos el pensamiento, reconstituir los vínculos de lo común, atizar la memoria viva de las prácticas que nos ombligan a Uma Kiwe y (re)tejernos con quienes compartan este interés, urgente e innegociable, por dejar atrás este trato indigno que le damos a la tierra. Seguiremos caminando por fuera del campo minado institucional porque creemos que una política sin las voces de los que no tienen voz es una farsa. Ahora que los científicos dicen que el punto de no retorno está a la vuelta de la esquina, no vendrían mal muchos puntos de liberación en el mundo, cada quien a su modo nutriendo la diversidad, resignificando la noción de lo político y ampliando nuestros imaginarios de transformación.
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Publicado originalmente en: www.ecologiapolitica.info en junio de 2022.

Referencias

Almendra, V., 2017. Entre la emancipación y la captura. Memorias y caminos desde la lucha nasa en Colombia. México, Grietas, Pueblos en Camino, Pensaré Cartoneras, En cortito que’s pa’largo.

Camprubí, B., 2022. «No cesa el asesinato indiscriminado del pueblo nasa en el Cauca colombiano». Desinformémonos (18 de marzo). Disponible en: https://desinformemonos.org/no-cesa-el-asesinato-indiscriminado-del-pueblo-nasa-en-el-cauca-colombiano/, consultado el 19 de mayo de 2022.

Duarte, C., 2015. (Des)encuentros en lo público, gobernabilidad y conflictos interétnicos en Colombia. París, Université Sorbonne Nouvelle.

Gutiérrez, R., 2017. Horizontes comunitario-populares. Producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas. Madrid, Traficantesde Sueños.Hernández, J., 2021. «Los dueños del azúcar: la industria de pocas familias que ha crecido explotando a sus trabajadores». Vorágine (7 de septiembre). Disponible en: https://voragine.co/los-duenos-del-azucar-la-industria-de-pocas-familias-que-ha-crecido-explotando-a-sus-trabajadores/, consultado el 19 de mayo de 2022.

Hernández-Mora, S., 2022. «Invasión de fincas, ¿muerte a la propiedad privada? Crónica de Salud Hernández-Mora desde el Cauca». Semana (8 de febrero). Disponible en: https://www.semana.com/nacion/articulo/invasion-de-fincas-muerte-a-la-propiedad-privada-cronica-de-salud-hernandez-mora-desde-el-cauca/202200/, consultado el 19 de mayo de 2022.

Mondragón, H., 2008. «El ingenio voraz y los indígenas. El negocio del agroetanol». Semillas (4 de febrero). Disponible en: https://www.semillas.org.co/es/el-ingenio-voraz-y-los-indgenas-el-negocio-del-agroetanol, consulta- do el 19 de mayo de 2022.

PLMT, 2016a. Libertad y alegría con Uma Kiwe. Norte del Cauca, Colombia, Proceso de Liberación de la Madre Tierra. Disponible en: https://liberaciondelamadretierra.org/wp-content/uploads/2017/04/liberacion_madre_tierra.pdf, consultado el 19 de mayo de 2022.

PLMT, 2016b. «¡Vamos todos a la minga de comunicación por la Libertad de la Madre Tierra!». Servindi (28 de agosto). Disponible en: https://www.servindi.org/actualidad-noticias/27/08/2016/todos-y-todas-la-minga-de-comunicacion-por-la-libertad-de-la-madre, consultado el 19 de mayo de 2022.

PLMT, 2021. «Luchar con Uma Kiwe. Cómo nos orienta la Madre Tierra». Proceso de Liberación de la Madre Tierra (21 de mayo). Disponible en: https://liberaciondelamadretierra.org/luchar-con-uma-kiwe-como-nos-orienta-la-madre-tierra/, consultado el 19 de mayo de 2022.

PLMT, 2022. «Alertamos para prevenir una masacre contra el Proceso de Liberación de la Madre Tierra». Proceso de Liberación de la Madre Tierra (12 de marzo) Disponible en: https://liberaciondelamadretierra.org/alertamos-para-prevenir-una-masacre-contra-el-proceso-de-liberacion-de-la-madre-tierra/, consultado el 19 de mayo de 2022.

PLMT y A. Fajardo, 2022. «Minga de escritura». Ecología Política.

Shiva, V., 2008. Los monocultivos de la mente. México D. F., Fineo.

1 Declaraciones del PLMT.

2 Carlos Ardilla Lülle, dueño de Incauca, quien se jactó en vida de ser «el productor individual de azúcar más grande del mundo», magnate de las bebidas gaseosas, los bancos y los medios de comunicación, aprovechó el incumplimiento de la restitución de tierras al pueblo nasa y arrendó «varias de las fincas ofrecidas a la venta por sus propietarios, fincas que tenían estudios técnicos favorables […]. Además, Incauca arrendó […] la finca más disputada durante el conflicto reciente en La Emperatriz» (Mondragón, 2008).

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Fuente: 
Minga de Comunicación del Proceso de liberación de la Madre Tierra

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