Hoy parece estar naciendo el tan ansiado espíritu de reconciliación entre los colombianos y su origen es justamente el triunfo de Gustavo Petro, o lo mismo, ese triunfo progresista que hasta el pasado 19 de junio parecía utopía.
Porque la reconciliación es fundamento de una nueva era signada por la dignidad y el progreso para los colombianos y para lograr merecido respeto de la comunidad internacional, hoy estamos obligados a mesurar nuestro lenguaje porque podría desbordarse por el júbilo del triunfo y hacer olvidar que en verdad ganadores somos todos porque el sueño de un mejor país empieza a hacerse realidad e igual hacernos olvidar que no es cazando peleas revanchistas sino tendiendo puentes como se contribuye a la reconstrucción moral, ética, cultural, económica, ambiental y política del país.
Las palabras del Presidente y la Vicepresidenta electos la noche del 19 de junio en el Movistar Arena fueron esperanzadoras porque fijaron caracterizadas y lúcidas posiciones frente al entorno nacional y el contexto internacional y delinearon claros derroteros de futuro. Asimismo, por el encuadre y su expresividad, no pasaron desapercibidas las imágenes de primer plano del evento, pues enviaban mensajes explícitos y pudiera decirse que subliminales, de cómo los nuevos tiempos traerán la emancipación del racismo y el clasismo caduco o medioeval que hasta hoy han frustrado la reconciliación nacional y cómo los colores de piel y el sentimiento de igualdad y solidaridad pueden reconvertir el alma colectiva de los colombianos.
La transición del arcaísmo al nuevo país será difícil, pues así como Colombia se descuadernó a lo largo de tantos años, también se necesitarán muchos años para volverlo a encuadernar y ello no significa precisamente hablar de reelección sino de garantizar la sostenibilidad en el tiempo del emergente modelo político, ético progresista y democrático y por ello la tarea que les espera al presidente Petro, a la Vicepresidenta y a sus equipos, no solo atañen a las reformas estructurales sino, esencialmente, a la reconstrucción del alma nacional. Esa tarea no estará libre de obstáculos, errores y desánimos que todos los colombianos tenemos que ayudar a superar con ideas, optimismo y sentido crítico y autocrítico siempre propositivos.
Alentador fue el alcance sistémico que el Presidente Petro dio a la democracia, pues fue por demás grato oír que los principios, que de alguna manera han nutrido nuestra forma de ver el orden social, hoy se expresan en la nueva visión de Estado y así el cooperativismo y otras formas alternativas de democracia económica, ninguneadas y hostigadas por los regímenes del pasado, hoy son pautas del gobierno nacional para legitimar la democracia política.
Ahora sigue la lucha para redimir al Tolima, pues, insisto, el triunfo progresista en Colombia no da vía libre al progresismo tolimense y ello exige, partiendo del espíritu de reconciliación, construir, desde la identidad territorial, un modelo propio de sociedad, cultura, economía, medio ambiente y política. Ya hablaremos de esa otra utopía que anhelamos sea realidad.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
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