Bioquímica
Una molécula intestinal despierta el hambre de amor
Mensajes químicos hacen que las moscas pasen de desear comer a querer aparearse
Pablo Javier Piacente
Los investigadores encontraron que los alimentos ricos en proteínas desencadenan la liberación de la hormona diurética 31, o "Dh31". Esta molécula de señalización, que se libera del tracto gastrointestinal en las moscas.de la fruta, genera una serie de reacciones que culminan en la transición de la alimentación al apareamiento: después de comer, las moscas quieren hacer el amor.
Científicos de la Universidad de California en San Diego, en Estados Unidos, descubrieron que una molécula liberada del intestino después de una comida cambia rápidamente su enfoque: pasa de incitar a comer a estimular el apareamiento. Este hallazgo, concretado en estudios realizados con moscas de la fruta, confirma que existen vínculos fisiológicos directos que conectan el consumo de alimentos y los comportamientos reproductivos.
De acuerdo a una nota de prensa, la investigación publicada recientemente en la revista Nature reafirma con claridad que la asociación entre nutrición y apareamiento no es exclusiva de los seres humanos, sino que se refleja en todas las especies del reino animal. Al mismo tiempo, abre nuevas puertas para profundizar en la comunicación intestino-cerebro, que parece influir más allá del comportamiento alimentario.
EL MENSAJERO DEL AMOR VIENE DEL INTESTINO
En líneas generales, los investigadores pudieron apreciar que los alimentos con mayor contenido de proteínas producen una fuerte liberación de una hormona diurética, denominada Dh31. Se trata de un neuropéptido que funciona como un mensajero químico, una molécula que incita al organismo a desarrollar determinadas acciones a través de variaciones en la dinámica neuronal. Los especialistas estadounidenses confirmaron en las moscas que esta molécula de señalización es liberada desde el tracto gastrointestinal.
Según los investigadores, el nuevo estudio proporciona una explicación concreta de cómo actúa el neuropéptido Dh31 en el cerebro, para cambiar el impulso motivacional de dos comportamientos claves para el desarrollo evolutivo de los organismos vivos: alimentarse y reproducirse. Además de haber logrado precisar cómo se produce la transición de la alimentación al apareamiento, los científicos se sorprendieron al observar que una sola molécula tiene una influencia tan fuerte en las decisiones de comportamiento.
LA PUNTA DEL ICEBERG
Para confirmar el hallazgo, los investigadores realizaron experimentos genéticos en los que se eliminó la molécula Dh31 de las moscas de la fruta. Cuando se llevó a cabo esta supresión, las moscas siguieron alimentándose y retrasaron su decisión de intentar aparearse. Por el contrario, cuando Dh31 volvió a activarse, las moscas se enfocaban rápidamente en el cortejo. Lo más sorprendente es que la liberación de la molécula no se produce directamente en el cerebro, como era de esperarse, sino que se origina en el intestino de la mosca y, posteriormente, induce cambios en la actividad de las neuronas.
Los resultados indican que Dh31 es una molécula de señalización que reordena la prioridad de estos dos comportamientos: alimentación sobre cortejo en ausencia de Dh31 y cortejo sobre alimentación cuando Dh31 es liberada desde el intestino. En estudios previos se ha confirmado que otras moléculas de neuropéptidos cumplen funciones semejantes: por ejemplo, la orexina desempeña un papel similar en los mamíferos en cuanto a la transición de la vigilia a los distintos patrones de sueño.
Para los especialistas, estos descubrimientos representan solamente la punta del iceberg en cuanto a la comprensión de cómo funcionan las hormonas intestinales más allá de la alimentación. En consecuencia, los científicos trabajarán en futuros estudios para intentar descubrir en profundidad cómo los microbiomas, o comunidades bacterianas presentes en el intestino, influyen en la comunicación entre el intestino y el cerebro.
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REFERENCIA
A nutrient-specific gut hormone arbitrates between courtship and feeding. Jing Wang et al. Nature (2022). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-022-04408-7
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Fuente: