La inútil, vieja y dañina Urbanidad de Carreño
RESCATAR LA EDUCACIÓN CÍVICA ES POPULISMO EDUCATIVO
"La sempiterna educación cívica que las elites y sus sectores más retardatarios han querido imponer como forma de disciplinar y educar al pueblo en la obligación, los deberes, el acatamiento y la sumisión"
"Cátedra que se decreta, desnaturaliza la escuela, la aparta de sus funciones y responsabilidades, la convierte en un cuerpo de bomberos que simula apagar incendios"
"Una escuela fallida, la cual se sostiene a punta de remiendos, de cátedras. La confirmación de que la mayor desgracia de nuestra educación es que no enseña para la vida, ni enseña a pensar, como reclamaba el gran pedagogo Estanislao Zuleta"
Rescatar la educación cívica como lo ordenó el presidente Santos a la ministra Giha, es un acto de improvisación. Es populismo educativo en nombre de la paz
Por: Hernán Suárez
Hay buenas y malas tareas. La que le encargo el presidente Santos a la nueva ministra de Educación, rescatar la educación cívica, es una mala tarea.
“Creo que viendo lo que está pasando en el mundo y lo que está pasando en Colombia, tenemos que rescatar la educación cívica. “Es un elemento nuevo que le pido a Yaneth que lo ponga en marcha”. “Yo quisiera que se incluyeran estándares de lo que a mí me enseñaron, creo que eso se ha olvidado en los colegios, educación cívica”. “Educación cívica para los niños, eso se acabó en el colegio, y yo creo tenemos que rescatar esa educación cívica, que es también parte de la educación para la paz”.
Y es una mala tarea porque es la misma que siempre han tratado de vendernos las elites y todos los ministros de educación como respuesta a la violencia, la intolerancia, la inseguridad ciudadana, la cultura del atajo, o cuando nuestro desmadre se pone muy caliente. A falta de ideas sobre qué hacer con nuestra pobre educación se echa mano de la educación cívica y su hermana siamés, la Urbanidad de Carreño. Volvamos a la Cívica y la Urbanidad!!! Hagámosla obligatoria en todos los establecimientos educativos!!! , nos convocan como si fuera la gran novedad.
Es también una mala tarea porque la encargada de hacerla sabe muy poco de educación. Su fuerte es la economía, la gerencia pública y los Estudios sobre la Guerra. Está recién posesionada y se demora en enterarse y aprender de qué va la educación y el Ministerio. A todos los ministros les ha pasado igual.
Rescatar la educación cívica y elaborar unos estándares sobre el tema, como lo ordenó el presidente Santos a la ministra Giha, es un acto de improvisación. Es populismo educativo en nombre de la paz.
El año pasado, en publicitado acto, la Ministra Gina Parody y el presidente Santos expidieron el Decreto 1038 del 25 de mayo de 2015, por medio del cual se establece que “La Cátedra de la Paz será obligatoria en todos los establecimientos educativos de preescolar, básica y media de carácter oficial y privado, en los estrictos y precisos términos de la Ley 1732 de 2014 y de este decreto”.
Han pasado 18 meses y la Catedra de la Paz no arranca, nadie le para bolas. El Ministerio no ha cumplido con sus compromisos de capacitación a los docentes y materiales de apoyo. A nadie le interesa. Quedó convertida en un rey de burlas. El decreto por medio del cual se reglamentó deambula como un fantasma, ni el ministerio ni los colegios lo acataron. Hoy no hay Catedra de la paz, es un fracaso anunciado y manifiesto.
El presidente Santos quiere rescatar la educación cívica que le enseñaron y con la cual se formó. Por eso le ordenó perentoriamente a la nueva ministra: “Quisiera que en los próximos 15 días nos reuniéramos con la comunidad académica, para incluir estándares de lo que a mí me enseñaron y se ha acabado en los colegios: educación cívica”.
La sempiterna educación cívica que las elites y sus sectores más retardatarios han querido imponer como forma de disciplinar y educar al pueblo en la obligación, los deberes, el acatamiento y la sumisión. Interés “educativo” que contrasta con las ejecutorias anti cívicas y antidemocráticas de esas mismas elites: el Frente Nacional, El Estatuto de Seguridad, la narco-política y su estela de corrupción y violencia, la Seguridad Democrática, la corrupción sin límites de nuestros días. Puede que el presidente Santos se haya formado en esa cívica, pero hoy resulta estéril, por no decir peligroso, intentar rescatarla, ponerla como ejemplo a seguir. Es retro. No rima con la paz.
La educación cívica es un concepto decimonono, pertenece al pasado tradicionalista, conservador y autoritario. Una materia llena de deberes y de autoritarismo. Hoy las nuevas realidades culturales y sociales reclaman otro saber y una disciplina de formación ciudadana enteramente distinta.
Resulta paradójico que el encargo de establecer la llamada educación cívica, la educación de los civiles-ciudadanos, recaiga en una experta en asuntos militares, que se inició a la vida pública como jefe de compras de armas para el ejército y para la guerra inveterada que estamos tratando de superar. Sorpresas nos da la vida.
“Las cátedras son un modelo viejo, desgastado, inútil: Consiste en contratar un grupo de expertos encargado de diseñar los contenidos y metodologías de la nueva cátedra y redactar el correspondiente decreto presidencial que ordena su implantación en todas las escuelas y colegios. Diseñar un currículo o un conjunto de temas que deben ser enseñados en cada curso. Por lo general son temas complejos que requerirían de especialistas y de una sólida formación de los maestros. Nada de eso ocurre.
A la ya larga lista de materias, los colegios y los maestros deben agregar la enseñanza de las cátedras de derechos humanos, educación vial, educación tributaria, educación para el emprendimiento, educación del consumidor, educación ambiental, educación para el consumo responsable, educación para la democracia. Todas han terminan despareciendo de los horarios escolares y del pensum educativo. Otra nueva reemplaza a la que pasó de moda. El fracaso ha sido evidente
“Esta fórmula tradicional e inveterada, problema que surge, cátedra que se decreta, desnaturaliza la escuela, la aparta de sus funciones y responsabilidades, la convierte en un cuerpo de bomberos que simula apagar incendios. Es una confesión de parte de que tenemos una escuela cuyos contenidos y objetivos no responden a las necesidades sociales e individuales de formación. Una escuela desarticulada de la vida y sus demandas contemporáneas. Una escuela fallida, la cual se sostiene a punta de remiendos, de cátedras. La confirmación de que la mayor desgracia de nuestra educación es que no enseña para la vida, ni enseña a pensar, como reclamaba el gran pedagogo Estanislao Zuleta”.
Así como existen los útiles inútiles, también existen las tareas inútiles: volver a la cívica de antaño, en la que se educó nuestro presidente Santos, puede ser una de ellas, con el agravante de que la nueva ministra se puede rajar y perder el año.
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