La chispa cuántica de la vida
Los científicos han descrito al detalle los intrincados sistemas que permiten a los organismos prosperar, pero su conocimiento de lo necesario para que estos surjan sigue incompleto. La materia que da origen a un liquen, una roca o un humano es la misma. Entonces, ¿qué tiene de distinto cuando está viva? Este enigma puede hallar respuesta gracias a la mecánica cuántica.
Esta rama de la física explica las reglas del juego de los constituyentes subatómicos de la materia, que se rigen por leyes distintas a las del mundo macro. Su punto de partida dice que electrones, protones, neutrones y otras estructuras menores que los átomospueden comportarse a la vez como partículas y ondas, propiedad que les confiere un sinfín de raras capacidades que, según algunas investigaciones, estarían detrás de fenómenos tan diversos como la migración de las aves, las hojas de las plantas, el olor a pan recién hecho o la conciencia humana.
Un ejemplo: hay pájaros que aprovechan el entrelazamiento de partículas –una propiedad cuántica– para orientarse. Es el caso de los petirrojos, que poseen una especie de “brújula” interna que les permite utilizar el magnetismo terrestre a modo de GPS. Algunas partículas, aunque separadas en el espacio, permanecen misteriosamente conectadas, capaces de reaccionar como si siguieran juntas.
Se ha descubierto que estas aves poseen en los ojos una molécula capaz de generar pares de partículas entrelazadas, muy sensibles a la fuerza y orientación de los campos magnéticos. Algún órgano del petirrojo podría ser capaz de usar esta característica para encontrar el rumbo en sus migraciones estacionales.
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