“EL MACHISMO GREMIAL”
Pragmatismo cerril a la perspectiva económico-empresarial sería lo que machismo a la de género. Sin reprochar, sólo reflexionando, diría que la ausencia de pensamiento sistémico lleva al líder gremial del Tolima (de hecho a todo dirigente) a creer de buena fe pero equivocadamente, que la única y obligada dimensión o guía para pensar el desarrollo es la economicista y por ende se desvela únicamente por el “asunto práctico” (?) rutinario y mediático y malentiende o desatiende el contexto sociológico, político, ideológico e histórico de la región. Es indudable que urge cambiar la manera errada focalizar el desarrollo, pues no es cosa de poca monta para nuestro futuro.
Crecer como empresario y ganar dinero son sucesos que ni siquiera merecen discusión, pues ello es justo fruto del buen emprendedor. O sea, ese no es el tema. Ojalá miles de tolimenses fueran grandes empresarios con enorme acumulado de ganancias (redistribuir ingresos generados en la región es tema a diferir, pues sin ingresos mejor es callar ahora) y ojala existiera también una economía solidaria pujante y unida que fuera garante de equilibrios en el modelo económico, pero así no ocurre, pues, salvo excepciones, hoy los verdaderos dueños del Tolima no son tolimenses, el cooperativismo es intrascendente y la región es tan pobre que ni los persistentes y consecuentes militantes de izquierda encuentran contra quien vociferar sus consignas justicieras.
Asunto aparte es el deber que atañe a los gremios para hacer del Tolima autentica región de dueños, no de desposeídos; morada que invita a quedarse y no a irse; comunidad que respeta y valora el talento raizal; lugar pleno en identidad, conciencia, cohesión e inclusión social; tierra de promisión que admite al emprendedor y profesional lugareño realizarse como persona; terreno fértil donde la empresa supervive y no es efímera; juventud debidamente educada para construir desarrollo; cultura dispuesta a internacionalizar sin subordinarse ni descrestarse; economía que genera ahorro interno y autosuficiencia financiera; sociedad solidaria que reconoce la importancia vital de asociar personas y capitales; inteligencias abiertas a la investigación, la innovación y la cooperación técnica; colectividad del pleno empleo e ingresos dignos para los trabajadores.
Estas y otras virtudes que caracterizarían una vida de sosiego y paz del tolimense tienen que ser construidas por tolimenses, pues hemos de tener plena conciencia de que jamás brotarán de cubiletes de mago, del mesiánico salmo centralista, ni de inicuas artes del capitalismo salvaje y, por ello, incumbe al aparato gremial (la política es remedo y la sociedad civil errática) llenar de sentidos su pragmatismo unidimensional e imbuirse de ideas de vida y de historia que animen y guíen la voluntad de unión que cambiará el destino regional. Confiamos en que los gremios serán aliados decisivos para que el Tolima no continúe quedándose corto frente a los retos históricos.
No compaginar talento, emprendimiento y asociación de esfuerzos y capital con la riqueza natural, las potencialidades y la vocación de región, es lo que ocasiona la virulenta “maldición de los recursos naturales” que amenaza ser irreversible, es decir, que se entronquen los inmensos recursos que la naturaleza nos legó, nuestro desinterés, el interés ajeno y las miopías, para seguir originando el “efecto llamada” al especulador y depredador del mundo y, por secuela fatal, los tolimenses continuemos delirando con sofismas de inversión externa, resignados a vivir la pobreza en medio de nuestra inmensa riqueza, a vivir como desplazado en nuestra propia tierra, a tolerar el progresivo deterioro del medio ambiente, a escuchar el incesante adiós de los mejores talentos y creer que es gran virtud ser gregario y obsecuente y no autónomo, próspero y moderno.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Colombia