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RELIGIÓN Y PODER POLÍTICO EN COLOMBIA
Dos instituciones de poder político y judicial se hallan en manos del catolicismo una y del protestantismo la otra.
Por Ulises Casas Jerez
REVISTA CRITICA POLITICA
En Colombia nos encontramos bajo el dominio ideológico y político de las dos religiones predominantes en el mundo occidental: la católica y la protestante. En efecto, la Procuraduría General de la Nación la preside un personaje de militancia católica ortodoxa y sectaria y la Fiscalía General de la Nación está dirigida por una militante de las sectas protestantes de Colombia y su correspondiente esposo que funge como pastor también.
En las anteriores condiciones, el país ha vuelto a épocas pasadas, especialmente a partir de la Constitución de 1886 cuando las fuerzas conservadoras y clericales liquidaron las instituciones liberales radicales que venían imperando desde mediados del siglo XIX.
El Procurador General, quien proviene de un pasado en el cual quemó libros que consideraba herejes y comunistas en Bucaramanga, representa el catolicismo de la Inquisición y el acumulado criminal del cristianismo católico entre cuyas hazañas se encuentra la matanza de la Noche de San Bartolomé cuando en París, a la madrugada y a cuchillo y machete asesinaron alrededor de 25.000 hugonotes bajo la dirección de la Reina Madre y, al otro día, el Papa ofició un Tedeum en acción de gracias a dios.
Otro crimen atroz por parte del clero católico fue el de Giordano Bruno, quemado en la hoguera. Miles de crímenes atroces lleva a cuestas el catolicismo.
En la Fiscalía General se encuentra una representante del protestantismo junto con su esposo, ahora pastor, luego de incursionar casi que por todo el código penal colombiano.
El protestantismo, como el catolicismo, lleva otro acumulado de crímenes como el de Miguel Servet quemado en la hoguera por orden de Calvino en Ginebra; mientras ardía en las llamas bajo impresionantes gritos de dolor, Calvino miraba impávido desde un balcón de su ciudad a la que la había convertido en la Ciudad de Dios en la tierra; desterró y quemó a centenares de herejes y personas que disintiesen de su puritanismo y su deseo de purificar el mundo.
Por tratarse de funcionarios con el poder exclusivo de llevar a la cárcel o al destierro burocrático a sus enemigos de creencias, el país se encuentra a merced de dos clases de Inquisición: la católica y la protestante. No podemos hacer diferencia de las dos sino el terreno especulativo de ser la primera la que predica que ser pobre es el camino para ir al cielo y la segunda que afirma lo contrario, que enriquecerse es responder a dios aumentando la riqueza con la cual le privilegió. Será por ello que a los corruptos los premian con rebajas de pena si con la corrupción han aumentado sus propias riquezas.
En los dos casos, para acceder al campo burocrático de cada una de las dos instituciones se debe hacer profesión de fe, católica o protestante.
Falta, ahora, que se vuelva a la época de la Consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús como en las mejores horas de los regímenes conservadores y del Frente Nacional.
Con la Constitución del 91 no solo se obtuvo una serie de logros democráticos y de reconocimiento de derechos humanos, sino que las sectas protestantes, ya con suficiente poder económico, accedieron al poder político en diversas instancias del poder público.
Quienes no profesamos religión alguna debemos cuidarnos de caer en las garras inquisitoriales de los dos poderes con capacidad de llevarnos a la cárcel si no vamos a misa o si no celebramos el culto.
Ulises Casas Jerez
[casasulises@hotmail.com]