La alianza de EU y Pakistán, cada
vez más endeble
Immanuel Wallerstein
Las inundaciones en Pakistán el
año pasado afectaron a unos 20 millones de personas y mataron a cerca de 2 mil.
Muchos damnificados todavía viven en campamentos en CharsaddaFoto Reuters
Estados Unidos y Pakistán han
sido aliados geopolíticos cercanos desde el nacimiento de Pakistán en 1948. En
el pasado han necesitado uno del otro. Se necesitan hoy. pero sus prioridades y
sus objetivos de políticas públicas se han ido apartando más y más. Ambos están
horrorizados por la idea de que su alianza cercana pueda terminar. Pero podría
ocurrir.
El origen de la alianza fue más
bien simple y directo. En el proceso de que Gran Bretaña se retirara de India,
se conformaron dos estados, no uno. Esencialmente, Pakistán rompió con India.
Desde entonces Pakistán e India han estado en conflicto constante. Para cada
uno de ellos el miedo mayor se deriva de las acciones del otro. Ha habido tres
guerras entre ambos –en 1947-1948, en 1965, y en 1971. Las primeras dos fueron
en torno a Kashmir (Cachemira), lo que resultó en una partición de facto que
ninguno de los bandos acepta como legítima. La tercera fue en torno a la
secesión de Bangladesh de Pakistán, en la que India se puso del lado de
Bangladesh.
Un resultado de este conflicto
continuado fue la negativa de ambos países a firmar el Acuerdo de No Proliferación
Nuclear, y que ambas naciones desarrollaran armas atómicas. India comenzó
primero, probablemente en 1967. Pakistán le siguió, tal vez en 1972. Para 1998,
ambos habían completado el proceso y contaba con una buena cantidad de armas.
Las armas nucleares pueden haber tenido el mismo efecto positivo en ambos
países que el que tuvieron en el caso de Estados Unidos y la Unión Soviética:
una superprudencia no declarada en cuanto a las hostilidades militares, por
miedo a las consecuencias.
Desde el principio, India ha
buscado una política de no alineación en la guerra fría. Para Estados Unidos
esta política significó, básicamente, que India se inclinaba hacia la Unión
Soviética. Para limitar el impacto de esta inclinación percibida, Estados
Unidos unió sus fuerzas con Pakistán. Mientras que Pakistán confiaba en el
respaldo estadunidense para recuperar la mitad de Kashmir que no controlaba, lo
que Estados Unidos quería de Pakistán era respaldar el control geopolítico
estadunidense del mundo musulmán hacia su occidente: Afganistán, Irán y el
mundo árabe. Estados Unidos se percató de que la condición para lograr esto era
una estabilidad interna de Pakistán. Por tanto respaldó una sucesión de
regímenes militares, represivos en lo interno. No le pareció nada mal cuando
los militares depusieron y luego ejecutaron al único líder civil, Zulfikar Ali
Bhutto, que en los años 70 intentara una política exterior nacionalista,
independiente del control estadunidense.
Pakistán y la República Popular
China nacieron el mismo año. China también emprendió una política de cercana
amistad con Pakistán. Sus motivos no eran muy diferentes de los de Estados
Unidos. A China no le gustaron los lazos de India con la Unión Soviética,
especialmente porque consideraba (y todavía considera) a India como su rival
político y económico en Asia, un rival con el que también sostuvo una guerra
por conflictos fronterizos en 1962. Tampoco le ha gustado a China el continuado
respaldo del gobierno de India al Dalai Lama.
Ocurrieron tres cosas que comenzaron
a alterar el confortable arreglo que sostuvieron Estados Unidos y Pakistán
durante los últimos 20 años. El primero fue el colapso de la Unión Soviética y
por tanto el fin de la guerra fría. Esto se combinó con el fin del programa
Nehru de desarrollo interno patrocinado por el Estado y su remplazo por un
programa neoliberal inspirado por el Consenso de Washington. De repente, las
relaciones entre India y Estados Unidos se descongelaron considerablemente,
para enojo de Pakistán, y por supuesto de China.
Segundo, la política interna del
vecino Afganistán también cambió. En los años 80, Pakistán y Estados Unidos
unieron sus fuerzas contra el involucramiento militar de la Unión Soviética en
Afganistán, a lo que Gorbachov puso fin. Pero luego, ¿qué? No es secreto que el
servicio de inteligencia paquistaní, el ISI, respaldó fuertemente que los
talibanes se apoderaran del gobierno afgano. Pero el gobierno talibán ofreció
su país como base conveniente para Al Qaeda, lo cual Estados Unidos vino a
considerar como némesis, aun antes del exitoso ataque de Al Qaeda en suelo
estadunidense el 11 de septiembre de 2001.
Tercero, cuando una invasión
encabezada por Estados Unidos derrocó a los talibanes en 2002, las fuerzas de
Al Qaeda se retiraron a bases seguras en Pakistán. El programa de Al Qaeda
implicaba, si no tomar directamente el gobierno de Pakistán, por los menos
forzarlo a debilitar sus lazos con Estados Unidos, si no es que romperlos.
Aunque hoy Pakistán tiene un primer ministro civil, el poder real sigue estando
en las fuerzas armadas. Y dentro de las fuerzas armadas, el ISI parece seguir
jugando un papel fuerte, quizá determinante.
La acumulación de los tres
cambios condujeron a una situación en la cual, para 2005, Estados Unidos y
Pakistán parecían no coincidir en casi nada que tuviera alguna importancia.
Pero ambos países parecían mantenerse atados uno al otro, parecían pensar que
seguían necesitándose uno al otro. No obstante, se volvieron más y más
suspicaces hacia los motivos y acciones del otro.
Desde el punto de vista del
gobierno estadunidense, Pakistán era la fuente principal de respaldo externo
para los talibanes afganos con quienes Estados Unidos (y las fuerzas de la
OTAN) estaban en conflicto directo. Una parte de este respaldo venía de los
llamados talibanes de Pakistán, difíciles de distinguir de Al Qaeda. La segunda
parte del respaldo venía del ISI y tal vez de ramas más amplias de militares
paquistaníes.
Fue más y más obvio para Estados
Unidos que los militares paquistaníes no estaban dispuestos ni tenían la
capacidad para contener a las fuerzas de Al Qaeda/los talibanes paquistaníes.
Peor aún, algunos militares paquistaníes pueden haberse coludido activamente
con ellos. La reacción estadunidense fue intervenir directamente en Pakistán en
dos modos. El primero fue usar aviones no tripulados (conocidos como drones)
para atacar en directo objetivos considerados peligrosos. Por supuesto, es
notorio que los drones son difíciles de manipular. Ha habido una gran cantidad
de daños colaterales, y en consecuencia una protesta constante y repetida por
parte del gobierno paquistaní. El segundo modo fue emprender por cuenta propia
la búsqueda de Osama Bin Laden (que finalmente se concretó), sin informarle a
las autoridades oficiales paquistaníes, en quienes es claro que Estados Unidos
no confió, suponiendo que filtrarían información sobre los ataques que se
preparaban.
Si Estados Unidos ya no confía en
las autoridades paquistaníes, la suspicacia es todavía mayor en la otra
dirección. Pakistán tiene en sus armas nucleares una gran garantía para su
propia seguridad. Mientras las tengan, los paquistaníes se sienten defendidos
de India y de cualquier otro. Creen, con bastante firmeza, que a Estados Unidos
le gustaría asumir la posesión de este material. Esto no es del todo
irracional, puesto que Estados Unidos sí teme que Al Qaeda, u otras fuerzas
hostiles, podrían ser capaces de acceder a estas armas y que el gobierno
paquistaní puede no estar en posición de impedirlo. Por supuesto, ese supuesto
intento estadunidense por controlar ese material está bastante lejos de ser una
propuesta práctica. Pero no queda duda de que hay gente en el gobierno de
Estados Unidos que piensa en esto.
Así que ahora ambos lados juegan
sus cartas con el otro. Estados Unidos amenaza con cortar la asistencia
financiera y militar, o cuando menos reducirla drásticamente. El gobierno
recibe aliento para seguir este sendero del Congreso estadunidense, que
básicamente es hostil a la alianza con Pakistán. La respuesta de Pakistán es
retirar las tropas que tenía estacionadas en la frontera afgana, haciendo más
fácil que los talibanes paquistaníes envíen ayuda militar a los talibanes
afganos. Pakistán le recuerda también a Estados Unidos que cuenta con otro
poderoso aliado, China. Y China está bastante feliz de continuar apoyando a
Pakistán.
La debilidad del régimen de
Pakistán es interna. ¿Puede continuar controlando una situación más y más
anárquica? La debilidad de Estados Unidos es que no tiene opciones reales en
Pakistán. Jugarle realmente rudo al régimen paquistaní podría deshacer sus
esfuerzos de retirarse de Afganistán (y de Irak y Libia) con daños mínimos.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/23/opinion/022a1mun