“Nunca veo que se les otorguen a los maestros honores como los que reciben cada día los militares”
Colombia no es Bogotá
Francisco Cajiao
Hace dos semanas estuve en San José del Guaviare trabajando con más de 400 maestros. Durante los cuatro días que permanecí allá, pude constatar el profundo compromiso de la administración municipal con el desarrollo de la región y el valor prioritario que se le da a la educación.
La presencia permanente del alcalde y la secretaria de educación municipal en las sesiones de trabajo, escuchando las inquietudes de los educadores y enterándose de los detalles de cada colegio, sus propuestas, sus problemas y sus expectativas, representa una actitud muy diferente de la que se observa en muchas de las entidades territoriales del resto del país, donde los funcionarios suelen hacer, en el mejor de los casos, un acto de presencia protocolario y luego se retiran a cumplir con sus múltiples ocupaciones.
Asistí como invitado a una reunión especial de los directores de los colegios rurales del municipio con el alcalde, algunos concejales y otros funcionarios para discutir estrategias de desarrollo y coordinación que les permitieran desarrollar su actividad educativa como un equipo activo y participante, tanto en las políticas como en las mejores formas de invertir los escasísimos recursos con los que cuenta el municipio para mejorar la infraestructura, ofrecer alimentación a los niños, conseguir elementos básicos para el trabajo pedagógico y evitar la deserción y el desplazamiento a partir de una oferta educativa que la gente del campo perciba como oportunidad de mejorar la calidad de vida de los niños.
Uno de los temas que se plantearon allí fue, justamente, el del desplazamiento que se viene produciendo por causa de una muy agresiva demanda de las tierras de los campesinos, generada por terratenientes ansiosos de expandir sus propiedades para futuras explotaciones industriales. La ausencia de educación de calidad es un factor determinante para que la gente venda sus tierras y se desplace a los centros urbanos, en los cuales no hay oportunidades de trabajo. Por este motivo, el compromiso de los educadores se hace mucho más significativo, no solo en lo que directamente les concierne en las aulas de clase, sino en su relación de servicio, apoyo y educación de las comunidades.
Después de ser testigo de primera mano de lo que representa la educación para estas poblaciones tan lejanas, es imposible entender cómo dos días después ese alcalde, esa secretaria de educación y esos concejales que trabajan 20 horas al día para encontrar vías para recuperar una región tan golpeada son víctimas del ataque de una guerrilla totalmente enloquecida. Es evidente que en esos actos terroristas no hay ninguna visión política, ningún propósito diferente al de seguir aniquilando caminos de rectitud en la gestión pública.
Esto, además, sucede en uno de los departamentos con mayor presencia de la fuerza pública. Precisamente el sábado se esperaba la llegada del presidente Uribe y el despliegue de seguridad fue apoteósico. Allá funciona la base antinarcóticos. Todo el tiempo suenan aviones y helicópteros militares. Allá se preparó la 'Operación Jaque'. Pero a unos escasos kilómetros del casco urbano se puede hacer un atentado y secuestrar personas para entrevistarse con un comandante de las Farc.
El 18 de junio fue necesario cancelar otra jornada de trabajo programada con los maestros del departamento de Arauca, porque en esos días la misma guerrilla asesinó a dos educadores. Busqué en la prensa y ni siquiera se mencionó el hecho. Nadie lamentó en el país nacional este hecho. Finalmente, fue por allá lejos.
Las discusiones sobre inmunidad de los congresistas, los éxitos de la seguridad democrática y las campañas políticas no son, definitivamente, los problemas reales de ese país lejano, donde la muerte, el hambre y el miedo acechan cada día desde que se nace. Nunca veo que se les otorguen a los maestros honores como los que reciben cada día los militares.