ZELAYA, VICTIMA DEL TERROR OLIGÁRQUICO E IMPERIAL POR SUS APROXIMACIONES A ORTEGA Y CHAVEZ
La expulsión del Presidente constitucional de Honduras Manuel Zelaya a Costa Rica por parte de militares que se tomaron el poder este domingo, es un golpe a los anhelos de democracia, equidad, progreso y libertad de los hondureños.
Los militares, quienes se opusieron a la consulta para determinar que en noviembre se votará para la convocatoria de una Asamblea Constituyente que le dé amplitud y genere mayores espacios democráticos al pueblo, asumieron el papel, como es característico de los regímenes neocoloniales y capitalistas, ser los gendarmes del gran capital y de los sectores terratenientes que manejan el país. Cualquier intento por darle a las masas de trabajadores posibilidades, aunque sean limitadas se constituye en un desafío que no pueden soportar.
Roberto Micheletti, al jurar como presidente y decretar toque de queda de 48 horas, se convierte, en un mandadero de los sectores oligárquicos hondureños, tal como ha sido su trayectoria liberal. Las contradicciones con Zelaya, igualmente liberal, estriban en el giro que Zelaya comenzó a dar en su gobierno desde el inicio mismo de su mandato el 27 de enero de 2006 al suceder en el cargo a Ricardo Maduro al anunciar que su gobierno sería de izquierda y de tendencia socialista, acercándose en su política a Chavez y Daniel Ortega, lo que le empezó a traer dificultades, tanto con los sectores opositores, como en las relaciones con Estados Unidos, quienes venían presionando de alguna manera su salida.
Manuel Zelaya, debía terminar su mandato constitucional el 27 de enero de 2010, fue detenido por cerca de 200 militares, expulsado del país, mientras horas después el congreso lo destituía y nombraba en su reemplazo a Roberto Micheletti Bain.
Las contradicciones igualmente no se hicieron esperar, tras el plebiscito que impulsara desde enero, agudizándose este 24 de junio pasado al anunciar la destitución del General Romeo Vásquez Velásquez, Jefe del Estado Mayor del ejército Hondureño, luego que la Corte suprema de Justicia y el Congreso declararan ilegal la consulta.
En las primeras declaraciones después del juramento, Micheletti expresó: “No llego a la Presidencia bajo la ignominia de un golpe de Estado”. Irónicamente, esta bufonada no puede esconder ante el mundo la posición de facto, origen de su ilegítima posesión, sino el terrible miedo de los sectores oligárquicos por el cambio, así sea tenue que acaudillaba Zelaya.
Guillermo Molina Miranda
Redacción Boletín Emancipación Obrera, Junio 28 de 2009.