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GARCÍA MÁRQUEZ, UNA VIDA DE COMPROMISO LITERARIO Y POLÍTICO


HOMENAJE A GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
DOSSIER

MODESTO TRIBUTO POÉTICO A VIDA Y OBRA DE G. MÁRQUEZ 



Están ya en procesión de luto José Arcadio Buendia y Úrsula Iguarán.
Caminan por Macondo en busca de insurgentes algunos periodistas que dirán
que el genio hecho de barro no se encarcela en las urnas.

Al otro lado de la ciénaga, imparables generaciones de combatientes acalorados
congelan mentiras que incendian parajes comunitarios.
Magia en las realidades se fugan de páginas de un premio fijado
en el tablón de un pueblo, tal vez imaginario.

Resístense los cerebros a químicas ligazones con las almas macondianas,
secuestradas por el mundo, encerradas en insomnio,
azotadas por la peste que se obliga al retorno a las lecturas centenarias.
Beben los vivos, en casa de todos, el agua que resucita saberes un día perdidos.
Y, ante el paso de la contienda, los dedos sobrevivientes fabrican, sin fallecer, el mismo aire de la vida.

Arrasan los chaparrones calendarios restaurados del pertinaz macondismo.
Todo acaba reducido a silvestres sepulcros y recuerdos descompuestos.
¡Que no acudan las hormigas que desayunan mentes!
Hay que dejar al crío fuera de esos círculos en que la Parca se mueve.

Pergaminos de Melquíades convocados por Aureliano
buscan tu tumba, Gabriel, y sólo hallan la miel ofrecida por tu mano.
Cualquier oportunidad sobre la tierra tienes concedida,
hijo de Colombia y de las letras,
a caballo entre dos siglos que tu coherencia nos deja.

Macondo es el paraíso donde todas las pupilas bostezan ya prendidas.

EL REVOLUCIONARIO ESCARLATA
http://thescarletrevolutionary.wordpress.com/2014/04/18/modesto-tributo-poetico-a-vida-y-obra-de-g-marquez/

Gabriel García Márquez, una vida de compromiso político y literario (Galería fotográfica)

Gabriel García Márquez "Gabo", murió a los 87 años de edad. Fotos: Internet

Quito, 17 abr (AFP).- El escritor colombiano Gabriel García Márquez, fallecido este jueves, fue el más conocido y leído autor del realismo mágico latinoamericano, la corriente que en el siglo XX sacudió la literatura en español.

Nacido el 6 de marzo de 1927 en el pueblo de Aracataca, en la zona Caribe de Colombia, García Márquez dejó una extensa lista de cuentos y novelas, de la cual "Cien años de soledad" (1967) es considerada como su obra cumbre.


Ambientada en el mítico Macondo, "Cien años de soledad" fue escrita en extenuantes jornadas en Ciudad de México, donde la familia acumulaba deudas, y para enviar enviar el original mecanografiado a Argentina tuvo que empeñar la estufa, según reveló su biógrafo Gerald Martin.

Pero la recompensa le llegó en 1972, cuando por ella obtuvo el premio latinoamericano de novela Rómulo Gallegos.

En 1982 recibió el premio Nobel de literatura, y es recordado por haber acudido a la ceremonia en Estocolmo vestido de liqui-liqui, el tradicional atuendo caribeño.

Entonces, en un discurso de intenso contenido político, definió sus narraciones como "una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte".


Informal, amistoso y bromista, Gabo, como cariñosamente le llamaban sus amigos y sus lectores, se crió con sus abuelos maternos Nicolás Márquez, un veterano de la Guerra de los Mil Días, y Tranquilina Iguarán, quien le llenó de fantásticos relatos.

Aunque su vida estuvo marcada por la literatura y el periodismo --entre sus frases más celebres figuran "escribo para que me quieran mis amigos" y "el periodismo es el mejor oficio del mundo"--, García Márquez estuvo siempre cerca de la política.

Amigo de Fidel Castro, de Omar Torrijos y de Bill Clinton, defendió la revolución cubana y la sandinista, abogó por los exiliados de las dictaduras del Cono Sur, y fue miembro del Tribunal Bertrand Russell contra crímenes de guerra.

García Márquez estuvo en Cuba como periodista por primera vez en enero de 1959 en los albores de la revolución, y fue corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina en Bogotá en ese año y en Nueva York en 1960.


Su amistad con Castro comenzó a mediados de los años 1970 y le ha valido las críticas de numerosos intelectuales. Pero el colombiano nunca ha ocultado su admiración por el líder cubano, a quien visitó hasta 2008 en la isla.

"Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares", comentó Castro en aquella ocasión.

García Márquez salió de Colombia en 1954, cuando su crónica en el diario El Espectador sobre un naufragio, publicada años más tarde como "Relato de un náufrago", molestó al régimen del general Gustavo Rojas Pinilla y los directivos del periódico decidieron enviarlo a Europa.

Viajó entonces a Ginebra, Roma y París, donde en un apartamento del Barrio Latino concibió y terminó "El coronel no tiene quién le escriba".


En 1961, junto a su esposa Mercedes Barcha, llegó a Ciudad de México, donde residió la mayor parte de su vida. Allí trabó amistad con el escritor mexicano Carlos Fuentes, su compañero en la escritura varios guiones para cine que no tuvieron éxito.

Después de la publicación de "Cien años de soledad" se trasladó a Barcelona (España), donde conoció al peruano, también Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa. Ambos tuvieron una importante amistad rota abruptamente en 1976, con un puñetazo que marcó su distancia no solo en lo personal sino también en las posiciones políticas.

Sobre los motivos de ese incidente se especuló a lo largo de casi 40 años. Pero sin que ninguno de los dos lo aclarase nunca. "Vamos a dejar sin responder esa pregunta. Es un acuerdo que tenemos García Márquez y yo. Vamos a dejar a nuestros biógrafos, si los merecemos, que investiguen la cuestión", dijo en 2012 el Nobel peruano.


Su última novela publicada fue "Memoria de mis putas tristes", en 2004. En los años recientes, García Márquez estuvo alejado de la vida pública desde que fue diagnosticado de un linfoma en 1999. Su última aparición pública fue en marzo, cuando festegó con la prensa su iniversario 87 en la puerta de su casa en México, donde recibió flores y pasteles y cantó junto a los reporteros.

Además de su riquísma obra literaria, dejó como legado la Fundación del Nuevo Periodismo en Cartagena (Colombia) y la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba).


Gabriel García Márquez: una vida

Gerald Martin
Gabriel García Márquez durante la creación de El otoño del patriarca, en Barcelona, en los años 70, fotografiado por su hijo RodrigoFoto Tomadas del libro

El 10 de diciembre de 1982, Gabo se preparaba para la entrega del Premio Nobel de Literatura enfundado en ropa interior térmica y rodeado de amigos ya listos para la ocasiónFoto Tomadas del libro

Minutos después, García Márquez apareció en la ceremonia de premiación vestido con el tradicional liquiliqui, tal como anunció desde que se supo galardonado, y horror, botas negras, relata Gerald MartinFoto Tomadas del libro

Mercedes y Gabo, con Gonzalo y Rodrigo, sus hijos, en Barcelona, a finales de los años 70. Imagen de la familia García MárquezFoto Tomadas del libro. 

En unos días llegará a las librerías de México la biografía Gabriel García Márquez: una vida, libro de 768 páginas fruto de la investigación que realizó durante 17 años el académico británico y experto en literatura hispanoamericana Gerald Martin.

El pasado 23 de septiembre La Jornada publicó una entrevista exclusiva con el autor, quien ofreció algunos pormenores del volumen que será presentado el próximo 26 de octubre en la sala Manuel M. Ponce y en la que participarán, además de Martin, Elena Poniatowska, José Agustín y Gonzalo Celorio, como se informó también en estas páginas. Otras actividades paralelas son la exposición Gabriel García Márquez: una vida, que se inaugura el jueves; la mesa de análisis El otoño del patriarca. Conversaciones sobre García Márquez, y el sábado 17 y el 24 un maratón de lectura.

La biografía se publicó primero en Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos, y su lanzamiento también se hará en octubre en América Latina, mientras en Europa saldrán a la venta las ediciones en italiano y francés. El tiraje para México es de 15 mil ejemplares editados por el sello Debate de Random House-Mondadori.

En esta investigación, como se adelantó aquí el lunes pasado, Gerald Martin parte del árbol genealógico del Nobel de Literatura y lo acompaña hasta 2007 con el homenaje en Cartagena; da cuenta no sólo del proceso de creación de sus libros, su entorno familiar, sus amores y desamores, sus amistades y enemistades, sino también de su acción política, su compromiso con los otros, con Cuba, con Chile frente a la dictadura de Pinochet, con el periodismo. Por ello ofrecemos, con autorización del sello Random House-Mondadori, dos fragmentos de la biografía que dejan ver la figura política de García Márquez y su pensamiento social y humanista más allá de la literatura.

19 Chile y Cuba: García Márquez opta por la Revolución 1973–1979

El 11 septiembre de 1973, al igual que millones de personas progresistas del mundo entero, García Márquez, sentado frente a un televisor en Colombia, contemplaba horrorizado cómo los bombarderos de las fuerzas aéreas chilenas atacaban el palacio de gobierno en Santiago. Horas después se confirmaba la muerte del presidente Salvador Allende, que había sido elegido democráticamente, aunque si lo habían asesinado o se había suicidado nadie lo sabía. Una junta asumió el poder e inició una redada de más de treinta mil supuestos activistas de izquierdas en el curso de las semanas siguientes, muchos de los cuales jamás salieron vivos de la detención. Pablo Neruda agonizaba víctima del cáncer en su casa de Isla Negra, en la costa chilena del Pacífico. La muerte de Allende y la destrucción de sus sueños políticos mientras Chile caía en manos de un régimen fascista ocuparon los últimos días de Neruda en este mundo, antes de que sucumbiera a la enfermedad que lo aquejaba desde hacía varios años.

El gobierno de Unidad Popular de Allende había estado en el punto de mira de comentaristas políticos y activistas de todo el mundo como un experimento con el que comprobar si podía alcanzarse una sociedad socialista por los cauces democráticos. Allende había nacionalizado el cobre, el acero, el carbón, la mayoría de los bancos privados y otros sectores clave de la economía, y sin embargo, a pesar de la propaganda y la subversión constantes por parte de la derecha, su gobierno aumentó el porcentaje de votos y alcanzó el 44 por ciento en las elecciones que se celebraron a mediados del mandato, en marzo de 1973. Esto no hizo más que alentar a la derecha a redoblar sus esfuerzos para minar el régimen. La CIA había estado trabajando contra Allende aun antes de su elección: Estados Unidos, asediado en el atolladero vietnamita y obsesionado ya con Cuba, trataba por todos los medios de que no proliferaran otros regímenes anticapitalistas en el hemisferio occidental. La destrucción salvaje del experimento chileno, ante los ojos del mundo entero, causaría en la izquierda un efecto parecido al revés de la derrota de los republicanos en la guerra civil española, casi cuarenta años atrás.

Aquella tarde, a las ocho, García Márquez dirigió un telegrama a los miembros de la nueva junta chilena:

Bogotá, 11 de septiembre de 1973.

Generales Augusto Pinochet, Gustavo Leigh, César Méndez Danyau y Almirante José Toribio Merino, miembros de la junta militar:

Ustedes son autores materiales de la muerte del presidente Salvador Allende y el pueblo chileno no permitirá nunca que lo gobierne una cuadrilla de criminales a sueldo del imperialismo norteamericano.

En el momento en que redactó estas líneas todavía se desconocía la suerte que había corrido Allende, pero García Márquez dirigía posteriormente que conocía a Allende lo suficiente para saber con toda seguridad que nunca saldría vivo del palacio de gobierno; y los militares también debieron de saberlo. Aunque algunos dijeron que este telegrama fue un gesto más propio de un estudiante universitario que de un gran escritor, resultó ser la primera acción política que llevaba a cabo un nuevo García Márquez, alguien que trataba de desempeñar un papel distinto pero cuya línea política acababa de concentrarse y endurecerse radicalmente con el violento zarpazo que puso fin al experimento histórico de Allende. Tiempo después diría en una entrevista: El golpe en Chile fue una catástrofe personal para mí.

El caso Padilla, como era de prever, había marcado la división de las aguas de la historia latinoamericana durante la Guerra Fría, y no tan sólo en el ámbito de los intelectuales, los artistas y los escritores. García Márquez, a pesar de las críticas de sus amigos –que iban desde acusaciones de oportunismohasta entenderlo como unaingenuidad–, había sido el más coherente desde el punto de vista político de los autores latinoamericanos de primera fila. La Unión Soviética no ofrecía la clase de socialismo que él quería, pero, desde el punto de vista latinoamericano, consideraba que era esencial como baluarte contra la hegemonía y el imperialismo estadounidenses. Esto no era, en su opinión, ”partidismo”, sino una apreciación racional de la realidad. Cuba, aunque planteaba un caso problemático, era más progresista que la Unión Soviética, y había de recibir el apoyo de todos los latinoamericanos antiimperialistas que se preciaran de serlo, quienes en cualquier caso debían hacer todo lo posible por moderar cualquier aspecto represivo, no democrático o dictatorial del régimen. Personalmente optó por lo que le parecía la senda de la paz y la justicia para los pueblos del mundo: el socialismo internacional, en un sentido amplio del término.

Aunque sin lugar a dudas había deseado que el experimento chileno saliera adelante, lo cierto es que nunca creyó que se lo fueran a permitir. En respuesta a la pregunta de un periodista neoyorquino en 1971, había dicho:

Yo ambiciono que toda la América Latina sea socialista, pero ahora la gente está muy ilusionada con un socialismo pacífico, dentro de la constitución. Todo eso me parece muy bonito electoralmente, pero creo que es totalmente utópico. Chile está abocado a un proceso violento muy dramático. Si bien el Frente Popular va avanzando –con inteligencia y mucho tacto, a pasos bastante rápidos y firmes– llegará un momento en que encontrará un muro que se le opone seriamente. Los Estados Unidos por ahora no están interfiriendo, pero no van a cruzarse de brazos. No van a aceptar de verdad que sea un país socialista. No lo van a permitir, no nos hagamos ilusiones... No es que yo vea (la violencia) como una solución, pero creo que ese muro, en un momento, sólo se podrá franquear con violencia. Desgraciadamente creo que es inevitable, que será así. Pienso que lo que está sucediendo en Chile es muy bueno como reforma, pero no como revolución.

Pocos observadores habían visto el futuro con tanta nitidez. García Márquez se dio cuenta de que en aquel momento estaba viviendo una coyuntura crítica de la historia mundial. En el curso de los años inmediatamente posteriores, a pesar de su arraigado pesimismo político, llevaría a cabo una serie de declaraciones a propósito del compromiso que tal vez alcanzan su mejor expresión en una entrevista de 1978: El sentido de la solidaridad, que es lo mismo que los católicos llaman la comunión de los Santos, tiene para mí una significación muy clara. Quiere decir que en cada uno de nuestros actos, cada uno de nosotros e responsable por toda la Humanidad. Cuando uno descubre eso, es por que su conciencia política ha llegado a su nivel más alto. Modestamente, ése es mi caso. Para mí no hay un solo acto de mi vida que no sea un acto político.

Buscó un modo de actuar. Estaba más convencido que nunca de que la senda cubana era el único camino viable para que América Latina alcanzara la independencia política y económica; esto es, la dignidad. Sin embargo, una vez más, estaba distanciado de Cuba. Dadas las circunstancias, decidió que para volver allí había de pasar, en primer lugar, por Colombia. Llevaba un tiempo intercambiando impresiones con intelectuales colombianos jóvenes, en particular con Enrique Santos Calderón (de la dinastía de El Tiempo, a quien conocía desde hacía poco), Daniel Samper (con quien tenía relación desde hacía una década) y, más tarde, Antonio Caballero (hijo del novelista liberal de clase alta Eduardo Caballero Calderón), con la idea de cultivar en Colombia una nueva forma de periodismo, más concretamente con la fundación de una revista de izquierdas. García Márquez había llegado a la conclusión de que la única manera de reformar su país, profundamente conservador, era a través de la seducción y la perversión, como diría en tono de chanza, de la joven generación de las viejas familias dirigentes. Otros de los implicados fundamentales en el proyecto fueron el cronista más reputado de la Violencia, Orlando Fals Borda, sociólogo de talla internacional, y el empresario progresista José Vicente Kataraín, que posteriormente se convertiría en el editor de García Márquez en Colombia. La nueva revista se llamaría Alternativa, partía de la necesidad que imponía “el creciente monopolio de la información que padecía –y padece– la sociedad colombiana por parte de los mismos intereses que controlan la política y la economía nacional”, y su propósito era mostrar esa otra Colombia que nunca aparece en las páginas de la gran prensa ni en las pantallas de una televisión cada día más subordinada al control oficial.

El primer número apareció en febrero de 1974. La revista se publicaría durante seis turbulentos años y García Márquez, que pasaría relativamente poco tiempo en Colombia a pesar de sus mejores intenciones, no obstante colaboraría en ella con asiduidad, y estaría abierto permanentemente a cualquier tipo de consulta u ofrecería sus consejos siempre que le fuera posible. Tanto él como los partícipes principales invirtieron grandes sumas de dinero de su propio bolsillo en este negocio, arriesgado de por sí. Entretanto, anunció que regresaba a América Latina y, para dar mayor impacto a la noticia, dijo que no pensaba escribir más novelas; de ahí en adelante, y hasta que cayera del poder la junta militar capitaneada por el general Pinochet en Chile, se declaraba en huelga en lo que a la literatura se refería para dedicarse de pleno a la política.

En diciembre, como para subrayar las decisiones recién tomadas, García Márquez aceptó la invitación de participar como miembro del prestigioso Segundo Tribunal Russell, dedicado a investigar y juzgar crímenes de guerra. Más significativa de lo que pudiera parecer a primera vista, esta invitación fue el primer indicio claro de que iba camino de alcanzar reconocimiento internacional en lugares y esferas que les estaban vedadas a la mayoría de los demás escritores latinoamericanos y que, a pesar de su controvertido compromiso con Cuba, iba a obtener un relativo beneplácito para participar del activismo político cuando y dondequiera que lo deseara.

El primer número de Alternativa, que apareció en febrero de 1974, vendió diez mil ejemplares en veinticuatro horas. La policía de Bogotá confiscó varios cientos de copias, pero sería éste el único caso de censura directa en toda la trayectoria de la revista (si bien se darían casos de censura indirecta por medio de ataques con bombas, intervenciones de los tribunales, bloqueos económicos y sabotaje de la distribución, todos los cuales provocarían al fin su cierre). Aunque más adelante la publicación estaría acosada por continuos problemas de financiación, la acogida de los primeros meses fue lisa y llanamente extraordinaria. Poco después alcanzaba ventas de cuarenta mil ejemplares, una cifra inaudita para una publicación de izquierdas en Colombia.

El primer número contenía un lema que apelaba a la toma de conciencia (Atreverse a pensar es empezar a luchar), y un editorial, Carta al lector, en el que se declaraba que el propósito de la revista era “contrarrestar ladesinformación sistemática de los medios de comunicación del sistema” (una cuestión célebremente ejemplificada con las secuelas de la matanza de las bananeras en Cien años de soledad).

La revista, de publicación quincenal, incluía el primero de los dos artículos que García Márquez escribió bajo el títuloChile, el golpe y los gringos. Fue su primera incursión en el periodismo manifiestamente político desde que alcanzara la fama, logró una distribución mundial (se publicó en Estados Unidos y Reino Unido en marzo) y adquirió inmediatamente categoría de clásico (...)

Regreso a la literatura: Crónica de una muerte anunciada y el Premio Nobel 1980-1982

Instalado ahora con todo confort en el hotel Sofitel de París, García Márquez dividió su tiempo entre la escritura creativa, por las mañanas, y los asuntos que lo ocupaban en la Comisión McBride de la Unesco, por las tardes. La tarea en la comisión, en consonancia con las ideologías tercermundistas de la época, era barajar la posibilidad de un nuevo orden informativo mundial que disminuyera el control de las agencias occidentales sobre el contenido y la presentación de las noticias internacionales. A pesar de que en buena medida estaba de acuerdo con este objetivo, esta colaboración marcaría de hecho el final de la era de militancia política para García Márquez. No habría más Russells ni McBrides, ni másAlternativa o Periodismo militante(una antología de sus ensayos políticos que se publicó en Bogotá en los años setenta); incluso Habeas le exigía un activismo al que pronto renunciaría. Había tomado la decisión de interrumpir su militancia política más estridente y dedicarse a la diplomacia y la mediación entre bambalinas. Y, puesto que no había indicios de que Pinochet fuera a ser derrocado por el momento, había decidido abjurar y volver a la ficción, que en cualquier caso eran las mejores relaciones públicas que podía concebir. En septiembre de 1981, sin ningún reparo aparente, García Márquez declaró que era más peligroso como literato que como político.

Aunque ahora era uno de los autores más famosos del mundo entero, en realidad sólo había publicado dos novelas, Cien años de soledad y El otoño del patriarca, en los casi veinte años transcurridos desde la aparición deLa mala hora. Necesitaba más si había de considerársele uno de los grandes escritores de su época. En cuanto a la política, aunque nunca abandonaría a América Latina, ni sus valores políticos esenciales, había decidido hacer de Cuba su principal objeto de atención, el deseo de su corazón político, y, por supuesto, también invertir esfuerzos en Colombia, hasta donde fuera posible imaginar resultados positivos para ese desventurado país. Cuba, a pesar de los puntos débiles en el terreno político y económico, para García Márquez era cuando menos un triunfo moral. Y Fidel ofrecía el ejemplo de un latinoamericano que no era un fracasado, que no se daba por vencido, sino que se erigía en el portador de la esperanza, y sobre todo la dignidad, de todo un continente. García Márquez decidió dejar de darse cabezazos contra la pared de adobe de la historia de América Latina. A partir de ahora se adheriría a lo positivo.

A medida que se distanciaba imperceptiblemente de la confrontación directa de los problemas de América Latina, al margen de Cuba y Colombia, empezó a pasar más tiempo en dos lugares que anteriormente no eran de su agrado: París y Cartagena. Fue durante este periodo cuando adquirió sendos apartamentos en ambas ciudades: en la rue Stanislas de Montparnasse y en Bocagrande, con vistas a la playa llena de turistas y a su amado Caribe. Cuando en septiembre de 1980 abandonó su huelga literaria, el vehículo, El rastro de tu sangre en la nieve, reflejaría con exactitud esta nueva realidad existencial: el relato arrancaba en Cartagena y acababa en París (al tiempo que recodificaba su propio pasado parisino con Tachia). Acaso respondiera a una de sus clásicas intuiciones, a su instintivo sentido de la oportunidad o a un mero golpe de buena suerte, el hecho de que durante este periodo dos de sus amigos, François Mitterrand y Jack Lang, fueran elegidos para componer el nuevo gobierno, como presidente y ministro de Cultura, respectivamente, y un tercero, Régis Debray, se convirtiera en un asesor gubernamental destacado, aunque controvertido. Cartagena, por su parte, gracias a las mejoras de los servicios aéreos y un cambio gradual de la mentalidad cachaca, devendría un lugar predilecto de fin de semana para los influyentes y los ricos de Bogotá.

Resultó ser un momento estimulante y sumamente rejuvenecedor para un hombre ya quincuagenario que desde luego podía congratularse de haber dado al activismo revolucionario lo mejor de sí mismo. Rodrigo había iniciado el éxodo a París con su breve incursión en el aprendizaje de la alta cocina gala, y García Márquez se dispuso a buscar clases de música para el menor de sus hijos, Gonzalo, ahora que Rodrigo estaba estudiando en Harvard (...)

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/04/17/



El mundo llora la muerte de Gabriel García Márquez

Por Agencias

Diego 'El Cigala' con Gabo celebrando en el camerino. Foto Graciela P. Núñez/ Lado Be

Gabriel García Márquez, quien revolucionó las letras hispanas dándole dimensión universal al realismo mágico, murió este jueves en su casa de la ciudad de México a los 87 años. Personalidades de distintas esferas mostraron que el escritor colombiano superó el universo de las letras.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue de los primeros en lamentar el fallecimiento del escritor. “Mil años de soledad y tristeza por la muerte del más grande colombiano de todos los tiempos! Solidaridad y condolencias a la Gaba y familia”, tuiteó el mandatario.

Enterada por Ap del fallecimiento del autor, su hermana Ligia García Márquez, estalló en llanto. “¡No me diga eso! ¡Ay, Dios!”, dijo y colgó.

“Se nos fue el Gabo, tendremos años de soledad, pero quedan sus obras y amor por la Patria Grande. ¡Hasta la victoria siempre, Gabo querido!”, escribió en Twitter el presidente de Ecuador, Rafael Correa.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lamentó que el mundo pierda a uno de sus escritores "más visionarios". Con su fallecimiento, "el mundo ha perdido a uno de los más grandes y visionarios escritores - uno de mis favoritos desde que era joven", afirmó Obama en un comunicado.

El mandatario recordó que tuvo el "privilegio" de conocer al escritor durante su primera visita a México, en 2009, y reveló que desde entonces "atesora" el ejemplar firmado de Cien años de soledad que Gabo le regaló en esa ocasión.

Luiz Inacio Lula da Silva, ex presidente de Brasil indicó: "Gabriel García Márquez fue un escritor extraordinario, un eximio periodista y un gran militante de las causas democráticas populares y un símbolo para todos en América Latina y el mundo. En sus libros retrató con gran talento la realidad y la magia del pueblo latinoamericano".

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil afirmó: "Dueño de un texto encantador, Gabo conducía al lector por sus Macondos imaginarios como quien presenta un mundo nuevo a un niño (...) Sus personajes singulares y su América Latina exuberante permanecerán marcados en el corazón y la memoria de sus millones de lectores".

En la misma red social, el mandatario de Perú, Ollanta Humala, dijo: “Latinoamérica y el mundo entero sentirán la partida de este soñador. Descansa en paz Gabriel García Marquez allá en Macondo”.

El ex presidente chileno, Sebastián Piñera, escribió: “100 años de soledad. El amor en los tiempos del colera. Cronica de una muerte anunciada, ademas de sus excentridades son parte de su herencia”.

“Ha muerto un grande de la literatura latinoamericana. Nos deja una obra prolifica e inspiradora,que seguira alimentando nuestra imaginacion”, agregó.

El ex mandatario colombiano, Álvaro Uribe, dijo que “millones de habitantes del planeta se enamoraron de nuestra patria en la fascinación de sus renglones”.

El político mexicano Andrés Manuel López Obrador expresó sus condolencias por el fallecimiento del escritor Colombiano Gabriel García Márquez:

“Murió el más querido de los escritores del mundo: Gabriel García Márquez. Nuestro sentido pésame para sus familiares y amigos”.

El ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton señaló: "Me entristeció enterarme de la muerte de Gabriel García Márquez. Desde el momento en que leí Cien años de soledad, hace más de 40 años, siempre me quedé sorprendido por sus regalos únicos de la imaginación, la claridad de pensamiento, y la honestidad emocional. El capturó el dolor y la alegría de lo común de nuestra humanidad en entornos reales y mágicos".

Del mundo literario, Mario Vargas Llosa calificó a García Márquez como “un gran escritor a quien le sobrevivirán sus obras”.

“Ha muerto un gran escritor cuyas obras dieron gran difusión y prestigio a la literatura de nuestra lengua”, dijo el novelista al Canal N desde la ciudad peruana de Ayacucho, donde realiza una visita turística.

“Sus novelas le sobrevivirán y seguirán ganando lectores por doquier; envío mis condolencias a su familia”, añadió en un escueto comentario.

"Con García Márquez murió el ultimo representante importante el realismo mágico", dijo por su parte el poeta, novelista, activista ambiental, periodista y diplomático Homero Aridjis.

El escritor estadunidense Jon Lee Anderson escribió: “Descansa en paz, querido Gabo. Te extranaremos siempre, como a un padre.Tu legado es muy grande”.

El director de la Fundación Gabriel García Márquez, Jaime Abello, expresó: “Gracias, maestro. Viaja tranquilo, que seguirás vivo entre nosotros”.

En tanto, Shakira subió a Instagram una foto en la que aparece abrazando a su compatriota.

“Querido Gabo, alguna vez dijiste que la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Tu vida querido Gabo la recordaremos como un regalo único e irrepetible, y como el más original de los relatos. Es difícil despedirse de ti, puesto que nos has dado tanto! Te quedarás para siempre conmigo y con todos los que te quisimos y admiramos. Shak”, acompañó la cantante colombiana con este texto la imagen.

Calle 13, grupo portorriqueño escribió: "Frente de frío en el medio del verano, El amor en los tiempos del cólera mi hermano. #GraciasGabo por prestarme las rimas".

El deceso de García Márquez se volvió un trending topic rápidamente en Twitter.

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/04/17/el-mundo-llora-la-muerte-de-gabriel-garcia-marquez-1849.html

LO QUE GABO DEJO
"El mejor oficio del mundo"

En su discurso ante la 52 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), realizada en Los Ángeles el 7 octubre 1996, Gabriel García Márquez, creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, dio una cátedra abierta sobre los cambios que el oficio vivió a lo largo de los años y se explayó sobre su idea de qué es hacer periodismo. "A los graduados en periodismo no los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor", lamentó. A continuación, el discurso completo.

A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.

Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo.

El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.

El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.

La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo... como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.

La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.

Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.

La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.

Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.

No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología.

Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.

Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.

Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.

Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente.

La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.

Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.

El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.

Un grupo de periodistas independientes estamos tratando de hacerlo para toda la América Latina desde Cartagena de Indias, con un sistema de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nombre nada modesto de Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad específica -reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, y tantas otras- bajo la dirección de un veterano del oficio.

En respuesta a una convocatoria pública de la Fundación, los candidatos son propuestos por el medio en que trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos mismos consideren sus mejores y sus peores obras.

La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado -que escasas veces puede ser de más de una semana-, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve.

Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señaló muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomás Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnifico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Ángel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea.

Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía.

Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo.

Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.

http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-244330-2014-04-17.html

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