La fábrica criolla de robots
Estudiantes de un colegio de la Tebaida hacen desde arañas hasta luchadores con basura electrónica.
El pequeño robot oriundo del Eje Cafetero camina tabaleándose por la mesa. Es pequeño y un poco rústico, pero al verlo es inevitable recordar a Wall-E, el simpático robot que lucha por limpiar un planeta tierra inundado de basura en la famosa película de los estudios Pixar.
Y algo tiene en común este robot colombiano con el personaje de la ficción: le debe su vida a la basura. Esa que, por pura diversión y amor a la ciencia, reciclan los estudiantes de bachillerato del Instituto Tebaida, en Quindío, para aprender una materia más bien propia de universidades: robótica.
Así, voluntariamente y desde sexto grado, los estudiantes pueden optar por dedicar los sábados a sumergirse entre circuitos, baterías, motores y bombillos led con el objetivo de crear varios tipos diferentes de robots: básicos, bípedos, arañas, que siguen una línea blanca y, los más avanzados, luchadores.
¿Y cómo los fabrican? Sencillo. Recogen monitores viejos de computador, impresoras dañadas, grabadoras desechadas, CPU en desuso, teclados incompletos, en fin, todo lo que puede considerarse ‘basura tecnológica’.
Por ejemplo, el pequeño ‘Wall-E’ del comienzo de esta historia fue fabricado a partir de la parte superior de un mouse de computadora.
Y a su lado hay una especie de araña construida con la batería vieja de un celular y un poco más allá un simpático caminador cuyo cuerpo es un dispensador de ambientador para baño y su cabeza es una vieja cámara web.
“Desde sexto se comienza a trabajar con circuitos, luego nos metemos a cosas más avanzadas hasta que llegamos a los robots que son capaces de seguir una línea blanca y finalmente a los luchadores, que chocan entre sí hasta sacarse del ring”, cuenta José David Artunduaga, quien está en décimo grado, la fase más avanzada del taller.
José David es el ‘padre’ de ‘Hades’, un imbatible luchador de ‘sumo’ fabricado con partes de disco duro, ruedas de carro a control remoto y una batería, entre otros elementos.
La tarea de ‘Hades’ es ‘atacar’ a sus rivales hasta sacarlos de un ‘ring’ de color negro delimitado por una franja de pintura blanca. Lo sorprendente del caso es que la máquina jamás se sale de los límites, busca a su rival, lo empuja y lo derrota.
Proceso destacado
El esquema de trabajo de esta clase de robótica pedagógica es sencillo. En sexto, los jóvenes aprenden a reciclar y a identificar qué elementos sirven y cuáles no. En séptimo y octavo abordan circuitos sencillos y luego les dan movimiento.
Pero en noveno y décimo, entran a la fase más ‘dura’ del proceso, que consiste en hacer robots que requieren programación y son, por decirlo de alguna forma, más autónomos.
“En esta parte vendemos el material sobrante y con eso compramos algunos elementos que necesitamos para poder conectar los robots a un computador a través de una USB y programarlos a través de un software”, cuenta Lina Marcela Hidalgo, otra de las estudiantes que dedica buena parte de su tiempo libre a esta actividad.
Para ella y para sus otros compañeros es un orgullo pertenecer a esta clase extracurricular del Instituto Tebaida, presentada la semana anterior en medio de la feria Alteróptica 2012, evento en el que se expusieron novedosas propuestas multimedia y se resaltó el talento de los profesionales y creadores nacidos en el departamento de Quindío.
Y esa, la creatividad, es la clave para enfocar a los jóvenes hacia actividades productivas en su tiempo libre, como lo relata el profesor Fabio Guzmán, responsable de coordinar el programa del Instituto.
“Esto nace de crearles conciencia ambiental a los jóvenes y ver cómo desde el arte, la ciencia y la imaginación se pueden aprovechar los desperdicios para, en este caso, fabricando robots”, cuenta el docente.
Confiesa también que es motivo de orgullo haber participado en eventos regionales y nacionales en los que han competido con estudiantes universitarios, técnicos e incluso profesionales. Y los resultados han sido satisfactorios.
“Hemos ido a eventos en Tolima, en Quindío y en Pereira. Pero quizá el mayor logro fue haber logrado el tercer lugar entre 174 participantes, muchos de ellos profesionales, durante el Congreso Internacional de Informática Educativa realizado en Popayán en el año 2010”, cuenta y recuerda que también han tenido la oportunidad de presentar sus creaciones en el Campus Party en Bogotá.
“Cada año buscamos una meta diferente. Y la del próximo año es comenzar a diseñar nuestros propios juguetes, robotizarlos y a partir de ahí crear con una microempresa con los muchachos”, concluye el profesor Guzmán.
Mientras eso sucede, los jóvenes del Instituto Tebaida siguen exhibiendo sus creaciones. Al fin y al cabo, más que una tarea, es un pasatiempo o, como dice José David Artunduaga, “una cosa que hacemos por voluntad física”.
Rafael Quintero Cerón
ELTIEMPO.COM.
El pequeño robot oriundo del Eje Cafetero camina tabaleándose por la mesa. Es pequeño y un poco rústico, pero al verlo es inevitable recordar a Wall-E, el simpático robot que lucha por limpiar un planeta tierra inundado de basura en la famosa película de los estudios Pixar.
Y algo tiene en común este robot colombiano con el personaje de la ficción: le debe su vida a la basura. Esa que, por pura diversión y amor a la ciencia, reciclan los estudiantes de bachillerato del Instituto Tebaida, en Quindío, para aprender una materia más bien propia de universidades: robótica.
Así, voluntariamente y desde sexto grado, los estudiantes pueden optar por dedicar los sábados a sumergirse entre circuitos, baterías, motores y bombillos led con el objetivo de crear varios tipos diferentes de robots: básicos, bípedos, arañas, que siguen una línea blanca y, los más avanzados, luchadores.
¿Y cómo los fabrican? Sencillo. Recogen monitores viejos de computador, impresoras dañadas, grabadoras desechadas, CPU en desuso, teclados incompletos, en fin, todo lo que puede considerarse ‘basura tecnológica’.
Por ejemplo, el pequeño ‘Wall-E’ del comienzo de esta historia fue fabricado a partir de la parte superior de un mouse de computadora.
Y a su lado hay una especie de araña construida con la batería vieja de un celular y un poco más allá un simpático caminador cuyo cuerpo es un dispensador de ambientador para baño y su cabeza es una vieja cámara web.
“Desde sexto se comienza a trabajar con circuitos, luego nos metemos a cosas más avanzadas hasta que llegamos a los robots que son capaces de seguir una línea blanca y finalmente a los luchadores, que chocan entre sí hasta sacarse del ring”, cuenta José David Artunduaga, quien está en décimo grado, la fase más avanzada del taller.
José David es el ‘padre’ de ‘Hades’, un imbatible luchador de ‘sumo’ fabricado con partes de disco duro, ruedas de carro a control remoto y una batería, entre otros elementos.
La tarea de ‘Hades’ es ‘atacar’ a sus rivales hasta sacarlos de un ‘ring’ de color negro delimitado por una franja de pintura blanca. Lo sorprendente del caso es que la máquina jamás se sale de los límites, busca a su rival, lo empuja y lo derrota.
Proceso destacado
El esquema de trabajo de esta clase de robótica pedagógica es sencillo. En sexto, los jóvenes aprenden a reciclar y a identificar qué elementos sirven y cuáles no. En séptimo y octavo abordan circuitos sencillos y luego les dan movimiento.
Pero en noveno y décimo, entran a la fase más ‘dura’ del proceso, que consiste en hacer robots que requieren programación y son, por decirlo de alguna forma, más autónomos.
“En esta parte vendemos el material sobrante y con eso compramos algunos elementos que necesitamos para poder conectar los robots a un computador a través de una USB y programarlos a través de un software”, cuenta Lina Marcela Hidalgo, otra de las estudiantes que dedica buena parte de su tiempo libre a esta actividad.
Para ella y para sus otros compañeros es un orgullo pertenecer a esta clase extracurricular del Instituto Tebaida, presentada la semana anterior en medio de la feria Alteróptica 2012, evento en el que se expusieron novedosas propuestas multimedia y se resaltó el talento de los profesionales y creadores nacidos en el departamento de Quindío.
Y esa, la creatividad, es la clave para enfocar a los jóvenes hacia actividades productivas en su tiempo libre, como lo relata el profesor Fabio Guzmán, responsable de coordinar el programa del Instituto.
“Esto nace de crearles conciencia ambiental a los jóvenes y ver cómo desde el arte, la ciencia y la imaginación se pueden aprovechar los desperdicios para, en este caso, fabricando robots”, cuenta el docente.
Confiesa también que es motivo de orgullo haber participado en eventos regionales y nacionales en los que han competido con estudiantes universitarios, técnicos e incluso profesionales. Y los resultados han sido satisfactorios.
“Hemos ido a eventos en Tolima, en Quindío y en Pereira. Pero quizá el mayor logro fue haber logrado el tercer lugar entre 174 participantes, muchos de ellos profesionales, durante el Congreso Internacional de Informática Educativa realizado en Popayán en el año 2010”, cuenta y recuerda que también han tenido la oportunidad de presentar sus creaciones en el Campus Party en Bogotá.
“Cada año buscamos una meta diferente. Y la del próximo año es comenzar a diseñar nuestros propios juguetes, robotizarlos y a partir de ahí crear con una microempresa con los muchachos”, concluye el profesor Guzmán.
Mientras eso sucede, los jóvenes del Instituto Tebaida siguen exhibiendo sus creaciones. Al fin y al cabo, más que una tarea, es un pasatiempo o, como dice José David Artunduaga, “una cosa que hacemos por voluntad física”.
Rafael Quintero Cerón
ELTIEMPO.COM.
Armenia (Quindío)