Las enfermedades sicológicas de los educadores asociadas con el estrés y la depresión continúan en aumento, esto debido a la ausencia de políticas que protejan a los maestros.
Diariamente los maestros colombianos deben afrontar en sus aulas las consecuencias de las políticas educativas neoliberales que recortan maestros y aumentan el número de niños por aula, fusionan y cierran colegios, limitan al máximo la compra de materiales didácticos y nuevas tecnologías y desmontan los presupuestos para salidas pedagógicas, proyectos innovadores y capacitación docente.
Este coctel de medidas no solo hace de la escuela un lugar aburrido, más parecido a una cárcel que al paraíso de sueños, juego y conocimiento que debería ser, sino que de paso, debilita la salud mental de quienes tienen la responsabilidad de formar mejores ciudadanos.
Leonardo Conti, Director de Medicina Ocupacional de la Clínica Fundadores, comenta acerca del estudio adelantado por un psiquiatra de la Universidad Javeriana donde asegura que la depresión presente en los maestros se debe a la falta de reconocimiento de ellos mismos tienen como profesores, con los alumnos, los padres de familia e incluso los mismos compañeros de trabajo.
Pero también reconoce que la segunda causa de estos problemas, se debe a los traslados dentro de los mismos colegios en Bogotá y Cundinamarca.
Pero los maestros también deben ayudar a subsanar los destrozos de las políticas sociales y económicas de los últimos años. Deben dar amor a niños fruto de hogares conformados por parejas irresponsables, destruidos por la guerra, separados por la falta de empleo y agobiados por un sistema que enriquece a las grandes compañías nacionales y extranjeras y empobrece a los nacionales colombianos.
Obviamente, estos niños presentan problemas de desnutrición, falta de afecto, hiperactividad o total desinterés por el estudio. Esta mezcla ataca la poca salud que le queda al maestro luego de afrontar las nefastas políticas educativas.
Para Leonardo Conti la depresión de los docentes llega generalmente acompañada de un híper stress que desarrollan como consecuencia de dictar clases a 55 alumnos en malas condiciones de ventilación, luz y ruido; ese híper stress es un desgaste del organismo constante hasta el punto de agotar completamente al educador, es decir, la adrenalina que posee se acaba y cuando esto sucede se pasa a un estado de ánimo depresivo.
Y para rematar, los educadores deben pensar en cómo asegurar un buen ingreso para terminar el mes, cubrir sus necesidades y las de sus familias, dejar algo para adquirir libros, textos o asistir a capacitaciones, porque la verdad es que el nuevo estatuto no les garantiza estabilidad laboral, ingresos suficientes ni status social y estas carencias, unidas a las anteriores, se encargan de aumentar las cargas emocionales y de llevar al límite la cabeza de nuestros docentes.
Leonardo Conti hace un paralelo entre Suecia y Colombia: “Suecia pese a ser un país donde el pago a los docentes es bueno y por lo tanto, su nivel económico es excelente, no se presentan casi a este cargo, porque saben que los factores de riesgo adversos que están presentes en los puestos de trabajo de un docente siempre están latentes. En nuestro país esta situación de riesgo, que es tenida en cuenta por los suizos, se suma a otros factores que afectan la estabilidad física y sicológica de los educadores”.