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PRESERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE, ES UNA LUCHA POLÍTICA

“La preservación del medio ambiente es, en primer lugar, una lucha política”

Entrevista a Renán Vega Cantor
Por OPSur
Imagen: ecologiablog.com

Renán Vega Cantor es un reconocido historiador y economista colombiano, Doctor por la Universidad de París VIII, y profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Ha publicado numerosos artículos y libros, entre los que se destaca Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar (2007), galardonado en 2008 por la República Bolivariana de Venezuela con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. En la actualidad se encuentra exiliado en Argentina, debido a una campaña de difamaciones promovida desde el seno de la universidad -con complicidad de las autoridades académicas-, que tiene por objetivo acallar su compromiso intelectual y militante, y que recientemente incluyó amenazas directas contra su vida. Afortunadamente, y a pesar de lo lacerante del exilio, Renán no ha dejado de trabajar y de ayudarnos a analizar y comprender la realidad en pos de su radical transformación. A continuación presentamos la segunda parte del diálogo de más de dos horas que mantuvimos con él, a propósito de la crisis económica mundial que atraviesa el capitalismo, la emergencia de una “crisis civilizatoria” como producto de la depredación de los ecosistemas y los bienes comunes naturales –entre los que se encuentran los hidrocarburos-, y los desafíos que esta situación plantea a las fuerzas anti-capitalistas.

En un escenario de escasez de recursos naturales, y especialmente teniendo en cuenta la decadencia del orden unipolar que emergió al finalizar la Guerra Fría, ¿cómo ves los próximos escenarios en términos geopolíticos?

A mí siempre me ha llamado la atención la teoría de Olduvai de Richard Duncan, aunque algunos puedan considerar que el autor que la propuso es un lunático. Si uno mira racionalmente las cosas, esta teoría es muy coherente. Vivimos en la civilización del petróleo, una excepción fugaz que empezó en un lugar y momento determinado, en Estados Unidos en la década de 1920, y va a durar nos dice su autor, casi exactamente un siglo cronológico. En este siglo ha habido abundancia de petróleo, en el sentido en que se puede acceder al recurso y se garantiza este modo de vida capitalista para un número significativo de la población. Duncan nos dice que esto va a durar exactamente un siglo. ¿Y luego qué va a pasar? Pues el regreso a la historia tradicional de la humanidad: cuando se haya terminado la burbuja energética del petróleo, el retorno a la cueva de Olduvai, una caverna de Tanzania en donde se han encontrado los restos humanos más antiguos, y en donde se cree vivieron los primeros hombres. ¿Y ellos cómo vivían? A oscuras. Claro, decir eso hoy en el reinado de la luz y del despilfarro energético, puede sonar lunático y apocalíptico. Si se observa cómo funciona la moderna sociedad industrial, el anuncio no es ilógico. Cada vez aumenta más el consumo de energía a nivel mundial, y es lógico que aumente porque, luego de la desaparición dela Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín y la imposición del mercado capitalista a nivel mundial, se generalizó su lógica productivista y consumista, así como su estilo de vida, entonces el mundo se convirtió en un inmenso supermercado en el que hay que consumir todo lo que exista.

En términos energéticos eso se expresa, por ejemplo, en la generalización del automóvil, porque la cantidad de automóviles que hoy ruedan en el mundo no tiene parangón histórico. Hay casos además extremos como el de China, y lo que sucede en Pekín, que puede considerarse como un ecocidio diario. Autores como Thomas Friedman, de los que uno no dudaría en ese sentido, por el culto al consumo, dicen que en Pekín cada día circulan mil nuevos automóviles. Y si comparamos lo que hoy es Pekín con lo que era hace 25 años, observamos una transformación que comúnmente necesitaría mucho más tiempo para explicar cómo una ciudad se transforma hasta el punto que, de ser la capital mundial de la bicicleta, en donde no había automóviles, ni congestiones, ni choques, ni nada por el estilo, hoy sea un lugar con miles de automóviles, con embotellamientos y la contaminación que producen los coches. Este es el modelo que se está imponiendo a nivel mundial en todas las ciudades, con un consumo intensivo de automóviles con todo lo que eso supone. En esas condiciones, lo que está sucediendo en el capitalismo es algo así como el que sabe que al frente hay un abismo, y en lugar de evitarlo acelera la fuga hacia adelante, que además es propia de los economistas. En lugar de retrasar la llegada al abismo, se está acelerando mediante todas estas formas de consumo, diciendo que las advertencias son anuncios catastrofistas, porque en otros momentos se han hecho anuncios similares pero el capitalismo ha logrado encontrar la alternativa energética necesaria y ahora las cosas no van a ser distintas. Eso es, más o menos, lo que se dice de manera optimista.

Pero hay dos aspectos geopolíticos que deben ser mencionados: una cosa es el discurso público y otro el discurso interno. En el discurso público, que venden las multinacionales, los políticos y muchos académicos, se sostiene que no es cierto aquello que el petróleo se está agotando, y hoy eso ha vuelto a cobrar fuerza, porque en Estados Unidos ha aumentado la producción de petróleo. En consonancia, se dice que no es cierto que el petróleo se esté agotando. Incluso, el periodista ingles George Monbiot, que escribió un libro sobre el calentamiento global, ha dicho que las tesis sobre el pico del petróleo eran falsas y eso que estamos hablando de un personaje próximo al movimiento ecologista. Considera que no es cierto que exista pico del petróleo sino que, antes por el contrario, hay tanto que nos vamos a asar como sardinas en el petróleo, por estos supuestos nuevos descubrimientos. Esto mismo afirman quienes niegan el pico del petróleo, lo que se dice y se escribe para desinformar y negar la magnitud de lo que está en juego, y proseguir con la misma lógica capitalista. Pero en el discurso interno, cifrado, de los políticos se dicen cosas completamente diferentes. En concreto ¿qué afirman tanto las multinacionales como los dirigentes políticos de los estados imperialistas, empezando por el de Estados Unidos? Ellos tienen claro que el petróleo se está agotando, y no solo el petróleo sino muchos recursos. Incluso el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos han elaborado estudios sistemáticos en los que aparece un registro de los metales y de los minerales estratégicos y se establece un registro de sus necesidades. Incluso, hacen una caracterización: hay recursos estratégicos en los cuales Estados Unidos tiene una dependencia total, del 100 por ciento, es decir que todo lo debe conseguir en el exterior. Y luego viene un análisis de los recursos naturales en los que Estados Unidos depende hasta en un 50 por ciento. Y todos los recursos estratégicos están en esa franja. Incluso, hacen una categorización todavía más precisa en aquellos recursos que consideran de seguridad nacional, es decir, es obligatorio que esos recursos se le faciliten a la economía de Estados Unidos. Y en algunos de esos informes se asegura que en el caso de que no sea así, Estados Unidos se reserva el derecho de utilizar todos los medios militares, incluyendo las bombas atómicas, para tener acceso a esos recursos. Obviamente, eso no es de dominio público, ni los políticos, ni los académicos, ni los voceros de las multinacionales hablan de esa forma. Esa es información de consumo interno, que está relacionada con el control geopolítico y geoestratégico del mundo. Ellos tienen claro que los recursos materiales y energéticos se están agotando y, como lo tienen claro, han mapeado el planeta en zonas vitales, en zonas estratégicas, y en algunas zonas de reserva. En la geopolítica mundial se desenvuelve una guerra mundial por los recursos. Me parece que es una tesis muy importante que planteó Michael Klare en varios libros: una guerra no declarada por los recursos, jamás reconocida como tal, un conflicto que se ha acentuado por la entrada en el escenario de nuevos actores, principalmente China e India. Porque lo significativo del tal milagro chino y el tal milagro indio radica en que estamos asistiendo a más de lo mismo, la formación de un capitalismo similar al de la revolución industrial inglesa del siglo XVIII. Eso es lo que esta emergiendo en los países mencionados. Y para hacerlo posible se necesita lo que es ineludible en términos físicos: materia y energía. Lo que están haciendo los chinos, y en menor medida los indios, es buscar fuentes de energía y de materiales. Los chinos ya están incursionando en África, y la división territorial de Sudán es una primera consecuencia. Aquí en América Latina, los chinos han hecho acuerdos con la mayor parte de los gobiernos, incluyendo los llamados gobiernos progresistas, para asegurarse el control de importantes fuentes de minerales, empezando por el petróleo. Como se trata del mismo patrón civilizatorio, funciona con la misma fuente energética, con petróleo. De esta manera, lo que es seguro es el agotamiento del petróleo. Uno se pregunta, si China se embarcó lamentablemente en esa vía capitalista ¿cómo va a hacer después para mantenerla? Esto que estamos planteando no es ni mucho menos popular, nadie lo sostiene porque se aplaude el modelo chino, que se presenta como la alternativa, como lo máximo en términos de crecimiento. Incluso, muchos aplauden que China pueda llegar a convertirse en el país hegemónico y esté impulsando otro tipo de capitalismo y cosas por el estilo.

Existe una disputa geopolítica por la apropiación de recursos y los grandes conflictos que hay en el mundo se encuentran relacionados, de manera directa o indirecta, con el control de fuentes energéticas y de recursos minerales. Y otra cosa que se empieza a ver con relación a la teoría de Olduvai estriba en que en muchos lugares del mundo ya es una terrible realidad y, tal vez un ejemplo a pequeña gran escala, es lo que sucede en Haití. Es un país que se debería estudiar, porque es un anticipo de lo que espera al resto del mundo: un país devastado ambientalmente, al que solamente le queda el 2 por ciento de la capa vegetal que tenía hace 200 años, en donde han desaparecido los ecosistemas; la tierra es prácticamente un desierto; a la energía solo puede acceder una minoría escasa, mientras el resto de la gente vive en la oscuridad plena, muriéndose de hambre y miseria, y, además el territorio está ocupado militarmente porla ONUy los Estados Unidos, endeudado y sometido a planes de ajuste. Es un anticipo del regreso a la cueva de Olduvai. En realidad, lo de Haití se presenta en muchos países del mundo, en las regiones donde la fuente energética fundamental sigue siendo la leña o el carbón vegetal. Esto indica que existe una segmentación energética que también es una segmentación de clase, porque, en última instancia, la diferenciación de clase se manifiesta en el consumo de energía, o sea, en el nivel de vida de las clases dominantes que tienen acceso a piscina propia, a casas confortables, a varios automóviles, que consumen productos microelectrónicos, todo lo cual finalmente es consumo de energía. A nivel internacional hay parámetros sobre el nivel de consumo mínimo vital de energía indispensable para que un ser humano viva y se hacen las comparaciones entre el consumo de calorías de un habitante de Haití y un habitante promedio de los Estados Unidos, y las diferencias son impresionantes. Decir estas cosas no resulta popular porque es muy dura la situación, y a nadie le gustan las malas noticias, a la gente le gusta exaltarse con los triunfos o con las grandes realizaciones de la humanidad y los triunfos individuales. Pero en algún momento deben plantearse estas cosas, aunque las personas que lo hagan sean como los malos agoreros del mundo contemporáneo.

¿Cómo se traduce en términos de acción la necesidad de despoblar las ciudades haciendo que los campesinos vuelvan al campo, con la limitación de que los Estados han entregado vastos territorios a empresas trasnacionales para la explotación de recursos naturales? ¿Cómo se da una resistencia cuando no hay ni siquiera acceso a la tierra?

La solución que tiene el capitalismo para aplazar el problema es de naturaleza demográfica y por eso se habla tanto de la bomba demográfica. Desde hace muchos años, incluso hay un informe que fue secreto y luego se conoció, un estudio de 1974 dirigido por Nenry Kissinger en los Estados Unidos, en donde se dice que para mantener el estilo de vida de ese país hay que reducir la población del mundo, y existen estudios en los que se afirma la necesidad de reducir la población del mundo, y en los mismos Estados Unidos en casi 100 millones de personas. Estos sectores tienen claro la noción de clase, cada vez son más cínicos, porque reconocen que van a vivir sólo unos pocos, de cierta clase, y pueden eliminar a los pobres, aunque no a todos porque ¿quién les va a trabajar a los ricos? Hay que mantener un cierto número de pobres y de trabajadores y eliminar al resto. Eso está en la agenda del imperialismo. Al respecto, existe un libro célebre, escrito como una burla muy interesante, es el Informe Luganode Susan George. En éste se dice que, el modelo funciona a partir de algunas variables: la energía, la tecnología y la demografía. Incluso hay una fórmula para explicar esto, y la presión que hay sobre el planeta, relacionada con la cantidad de energía que se gasta, la tecnología que se aplica, y la cantidad de gente. Esa formula dice que p (presión sobre la tierra) = Energía x Tecnología x Población. Esto fue descubierto por un ecologista que acaba de morir, Barry Commoner, uno de los precursores del movimiento ambiental y ecosocialista, porque era de izquierda. Él fue el primero que postuló algo tan elemental, ante lo cual uno se pregunta ¿por qué la gente no lo ve? ¿Por qué no lo entiende y no lo quiere asumir?

Cualquier proceso social y económico tiene que considerar esas tres variables: energía, tecnología y gente. Para tratar de remediar la situación, el capitalismo no puede renunciar al consumo de energía, sino que antes lo incrementa, y entonces ataca el problema disminuyendo la cantidad de gente, dando por sentado que la ciencia y la tecnología tarde o temprano van a encontrar una alternativa energética. Y esto es lo que se está haciendo y no estamos especulando: las guerras, el sida y nuevas enfermedades están relacionadas con el factor demográfico. Que en la guerra de Irak se hable de 1,5 millones de muertos en pleno siglo XXI y con todo el cuento de los Derechos Humanos como justificación, es algo que indica a lo que le está apostando el capitalismo. Para que se mantenga el mundo en las condiciones actuales, el capitalismo necesita reducir la población a unos 2000 millones de personas y el resto bien puede desaparecer.

En términos reales, las ciudades cada vez crecen más, mientras es menor la cantidad de gente que está en el campo. Pero ese modelo también es insostenible y hay casos que son dramáticos como Argentina (en donde creo que un 90 por ciento de la población vive en las ciudades), en donde gran parte del campo está despoblado. Pero, tarde o temprano, se tiene que plantear el regreso al campo, pero esto no puede ser una cuestión obligatoria, porque estaríamos incurriendo en un fascismo ambiental, que también existe, sino que debe ser resultado de propuestas y de proyectos que hagan recuperable la idea de que la gente puede regresar al campo y vivir del campo. Esta es la idea que nadie concibe, por lo que ofrece el confort de la ciudad, cuando sabemos que para la gran mayoría eso no es posible.

En el camino esto tiene que plantearse claramente, así como también el control demográfico, pero no de tipo malthusiano, porque se piensa que todo control demográfico es malthusiano. Incluso, hoy se sabe que el crecimiento demográfico va a llegar a un límite, luego de lo cual va a empezar a bajar, y a ese límite se calcula que se va a llegar entre el 2040 y el 2050. Esto se puede ver ya en algunos países europeos, con decrecimiento demográfico. Así que no estamos hablando de cosas hipotéticas.

Por otro lado, una muestra perversa del modelo energético vigente está relacionada con la importancia que ha vuelto a adquirir la tierra como medio de producción, lo cual expresa algunas paradojas analíticas. En la literatura gerencial de la década de 1990, que tanto influyó a Manuel Castells o Toni Negri, se anuncia que la tierra ya no es importante, porque estamos en una nueva sociedad, en La Tercera Ola de Alvin Toffler, en la que predominan los servicios, y donde se ha superado de lejos a la primera ola, vinculada a la tierra, y a la segunda ola, ligada a la industria. Toffler nos dice que en esta tercera ola predominan los servicios. A partir de esa literatura gerencial se generó el prejuicio de sostener que la tierra no es importante como medio de producción y, en consecuencia, los campesinos pueden tranquilamente desaparecer. Esto se anunció desde hace unas décadas y todavía se repite como un gran descubrimiento. Lo paradójico radica en que ahora mismo el capitalismo le ha vuelto a conceder importancia a la tierra para producir bienes sustitutos del petróleo, por eso es que estamos asistiendo a la captura de territorios en todo el mundo. Resulta sorprendente que, aun cuando se diga que la tierra no es importante, empresarios dela Unión Europea, de India, de los Estados Unidos, de China y Canadá estén comprando miles o millones de hectáreas de tierra. Al respecto, valga mencionar el caso de Madagascar, donde se le entregó a Corea de Sur una concesión de miles de hectáreas de tierra por 50 años. 

Y de aquí surge una pregunta elemental: ¿si la tierra no es importante, por qué la están acaparando los empresarios capitalistas y las transnacionales?

Primero, la tierra sí es importante y, segundo, la están acaparando por varias razones: para sembrar cultivos que sirvan como materia prima de los agrocombustibles, para controlar el territorio, para explotar recursos naturales, para sembrar madera y, en general, producir todo aquello que es indispensable para que el capitalismo siga funcionando. En estas condiciones, nuevamente se vuelve a plantear la lucha por la tierra por parte de los campesinos, como sucede en Colombia porque nunca se repartió la tierra y la reforma agraria sigue siendo una reivindicación democrática. En otros casos, donde predomina el modelo agro industrial, como creo que es el caso de Argentina, la tierra también es importante. Y aquí emerge otra paradoja: reaparece en la agenda política una lucha que era de otra época, que se creía superada. Por ejemplo, en Colombia las clases dominantes y sus ideólogos plantean que la tierra no es importante, y si es así caben las preguntas: ¿por qué no la reparten? ¿Por qué la monopolizan? En Colombia la controlan los terratenientes tradicionales, y en muchos lugares del mundo estamos presenciando la emergencia de nuevos empresarios ligados a la tierra, que la están acaparando para sembrar cultivos de exportación. Por todo esto, la lucha por la tierra adquiere múltiples sentidos: es la recuperación de la tierra no sólo como medio de producción sino como medio de vida, de cultura. Para enfrentar a los viejos y nuevos monopolizadores de la tierra, debe reivindicarse la importancia del territorio, tanto en el campo como en las ciudades, porque también hay terratenientes urbanos. En este sentido una propuesta interesante que se ha impulsado en algunos lugares del mundo, en Cuba por ejemplo, es la agricultura urbana, con lo que se quiere romper con la dicotomía de que la ciudad está dedicada a unas cosas y el campo a otras, cuando el mismo capitalismo se ha encargado de romper esa diferenciación. Es necesario que se vuelva a plantear en la agenda política el retorno al campo, pero acompañado de propuestas que hagan atractivo y viable ese retorno. Lo que también está claro es que la urbanización es un suicidio diario. La otra pregunta clave es si se puede vivir sin campesinos, si se recuerda que en algunos países los campesinos abastecen entre el 80 y el 90 por ciento de la producción alimenticia. Si desaparecen, ¿quién va a alimentar a la gente que vive en las ciudades? En este contexto, se vuelve a plantear las crisis de alimento de la que ya hablamos.

¿De qué manera está buscando el capitalismo superar estos límites que se le van imponiendo? Desde el planteo de un proyecto alternativo, ¿habría que esperar a que el capitalismo se derrumbe como consecuencia de esta agudización de contradicciones? ¿O está implícita en la marcha del capitalismo la búsqueda de una solución al costo que sea, inclusive si ese costo es la desaparición de la humanidad?

La categoría de límites es muy importante en el pensamiento ambiental y debería incluirse en el análisis político y en el económico. Al respecto existe un libro extraordinario de Jorge Riechmann sobre los límites que se titula Gente que no quiere viajar a Marte. En esta obra se demuestra que negar los límites es propio de una mirada arrogante, la que predomina en el capitalismo, en la cual todo, absolutamente todo, puede ser superado, recurriendo sobretodo a la tecnología. Como si nosotros no fuéramos un producto de la naturaleza, una especie animal y la razón y el pensamiento, que nos diferenciaría del resto de animales, nos posibilitaran por sí mismas escapar a cualquier restricción, de tipo energético o de tipo físico. Entonces, como no existirían límites se difunden una cantidad de anuncios delirantes, en distintos terrenos. Por ejemplo, superar la muerte individual. Riechmann habla de los anuncios de muchos científicos para quienes la biotecnología y la ingeniería genética permiten el remplazo de los órganos del cuerpo que se vayan deteriorando y la prolongación de la vida hasta unos 500 años. Ya hay quienes anuncian esto como una gran novedad, como algo posible, gracias a las modernas técnicas científicas aplicadas a la refacción corporal. En este caso se pretende evadir las limitaciones corporales y biológicas. Otro límite que se pretende rebasar es el del propio planeta Tierra porque hay economistas que afirman, y no es raro que sean economistas los que lo dicen, que si los recursos se acaban acá podemos seguir explotando otros planetas en donde se supone, de manera optimista, que habrá tantos recursos como enla Tierra y se podrá vivir comola Tierra. Esta es, justamente, la gente que quiere viajar a Marte y trasladarse a vivir allá por si enla Tierra se agotan los recursos. El problema de esta visión es cómo van a hacer los que quieren trastearse o, más exactamente, que energía van a utilizar para emprender sus viajes. También se niegan los límites energéticos, que el petróleo no se va a agotar, y si se agota podemos regresar al carbón y éste se puede licuar, convertir en petróleo y usar en los automóviles. Y si no es el carbón, es el uranio, es decir, la energía nuclear, y si no es el uranio es el hidrógeno. Y si todo eso no da resultado, la energía se puede extraer de la tierra, vía agrocombustibles. Pero noten que siempre se mantiene el capitalismo, lo que podría decirse que corresponde a una limitación vital y epistemológica. El modelo no se toca, el modelo es el mismo, podemos seguir existiendo en la sociedad y en la civilización que es producto del petróleo sin petróleo, sin modificarla. Las grandes ciudades, rascacielos, autopistas, y los privilegiados que viven en zonas aisladas y pueden transportarse gracias al automóvil individual, todo eso se quiere mantener aunque no haya petróleo. Pero yo creo que ahí es donde está el problema, porque precisamente ese modo de vida no tiene futuro a largo plazo, porque para que tal modo de vida exista, es necesario el petróleo. En otros términos, no se puede seguir pensando en rascacielos y automóvil privado sin petróleo, aunque algunos sostengan que los automóviles van a funcionar con litio, o con energía eléctrica. Es el mismo capitalismo, pero sin petróleo. Aquí es donde está el debate. Si una sociedad alternativa al capitalismo, va seguir con su misma lógica con su mismo patrón civilizatorio. Eso se podía pensar hace unas décadas, pero hoy ya no es posible. O sea, es necesario seguir pensando en una sociedad anti-capitalista, pero esa sociedad no puede basarse en el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas porque tal idea también está en crisis. En este punto es indispensable reivindicar otro tipo de valores. ¿Qué es la buena vida? ¿La buena vida tiene que ver con el derroche energético y material? ¿O la idea de felicidad de los seres humanos supone e incluye otras cosas? Este es un elemento interesante de la discusión en la que entra a considerarse el decrecimiento, como una hipótesis digna de ser pensada. Me parece que hay muchos elementos criticables en esa idea y también muchos aspectos interesantes. Por ejemplo, ¿es sostenible a mediano plazo el modelo chino? ¿Es sostenible el modelo chino con un crecimiento del 15 por ciento anual? ¿Se va a crecer de forma indefinida a una tasa del 15 por ciento, con lo que cada año va a haber un 15 por ciento más de automóviles, de ciudades, de rascacielos y todo lo que necesita el capitalismo? ¿Eso crecimiento no tiene ningún techo? ¿Puede prolongarse de manera indefinida? ¿Hasta cuándo?

Considerando aspectos como los incluidos en las preguntas, me parece importante tener en cuenta la propuesta del decrecimiento. Ahora bien, se plantea la cuestión si el capitalismo se va a derrumbar por sí solo, y en tal caso qué pasaría con los seres humanos. Me parece que la cuestión es mucho más dramática, porque el capitalismo se concibe a sí mismo como la última sociedad y no es raro escuchar con tono apocalíptico a sus defensores más acérrimos que si el capitalismo desaparece que también desaparezca la humanidad. Esa es un poco la lógica destructiva inherente al propio sistema. Y mientras se llega a ese momento, estamos soportando el aumento de la desigualdad social a vasta escala, porque un sector minoritario disfruta de ese modo de vida, del cual están cada vez más alejadas las vastas mayorías de la población. ¿Y cómo se preserva eso? Mediante la represión. En ese sentido, el modelo para el mundo es el de los Estados Unidos, el de los guetos pero ahora en sentido invertido. Antes era el gueto asociado a la discriminación de la población afro en los Estados Unidos y ahora son los guetos de confort y bienestar, en urbanizaciones enmalladas y controladas en cualquier lugar del mundo, en donde se replica el caso de los condados más prósperos de los Estados Unidos, protegidos por todos los sistemas: guardias personales, ejércitos privados, alta tecnología, helicópteros. Y el que trate de penetrar allí será hombre muerto. Al mismo tiempo, el resto de la gente malvive en grandes espacios de miseria generalizada. Esto que estamos diciendo no es especulativo, puesto que hoy, en casi todas las ciudades se replica, lo que los urbanistas denominan el “modelo California”, un modelo de segmentación urbana en el que los ricos se desplazan cada vez más lejos de la ciudad, y de sus problemas, mientras ésta es un territorio de nadie, sin servicios públicos, sin infraestructura, con todo privatizado. Son las Ciudades Muertas de Mike Davis.

Por otro lado, la teoría del derrumbe tiene el gran problema de que es fatalista y la acción política desaparece. En otros términos, si el capitalismo se va a caer, no se puede hacer nada, solo esperar a que eso acontezca. Me parece que todo está por hacer, ahora con nuevos retos, y esto supone que en la agenda política de la izquierda y de los movimientos revolucionarios, el tema ambiental no sea algo accesorio sino que debe convertirse en un aspecto central. Cómo repensar un proyecto anticapitalista que plantee la superación de los problemas estructurales del capitalismo, incluyendo los factores ambientales y tecnológicos, y por supuesto, la base energética que los produce. Creo que nadie tiene la respuesta al asunto, pero tiene que plantearse el problema para empezar a buscar respuestas, soluciones y alternativas, sobre todo con los sectores populares más afectados. Porque esa segmentación de la que hablábamos se manifiesta, por supuesto, en los efectos negativos que impactan de manera directa a los sectores más empobrecidos de la población, porque son ellos los que más sufren la contaminación, la destrucción de las reservas hídricas y de los ecosistemas. Nos referimos a la gente más pobre, de las comunidades campesinas, de los barrios populares, los indígenas y gran parte de los trabajadores. Me parece que la teoría del derrumbe tiene ese carácter fatalista, que no es nuevo, se anunció también hace un siglo, pero con otra lógica estrictamente económica, argumentando que, siguiendo los esquemas de reproducción del capital, se llegaba a un momento en que este no se podía seguir reproduciendo e iba a caerse. En ambos caos no hay sujeto político, ni acción política. Porque si las cosas están fatalmente determinadas no hay nada que hacer, crucémonos de brazos. Creo que la acción política debe ampliarse y por eso son importantes todas las estrategias de difusión, una nueva concientización y la necesidad que la gente asuma los problemas y luche por superarlos. Eso supone reivindicar los factores clásicos de la lucha anticapitalista, pero asumir los nuevos factores en la agenda. Sin embargo, la mayor parte de las izquierdas históricas son sordas ante el asunto, porque siguen hablando del desarrollo de las fuerzas productivas. Y, en efecto debe admitirse que en muchos países es necesario desarrollarlas, pero no digamos que ese es un principio obligatorio, general y permanente. Porque aquí está la cuestión de los límites al crecimiento, al desarrollo y la misma noción de desarrollo tiene que ser cuestionada. Ese es el panorama y creo que hay perspectiva para nuevos sujetos políticos organizados, conscientes, que se planteen la necesidad de buscar y proponer un nuevo modelo civilizatorio. Algunos ya le han dado nombre, lo denominan “el socialismo solar”, o sea, que la fuente energética sea el Sol, tal cual es, porque constituye la fuente energética de todos los modelos pero no de manera directa. Pero si hablamos de socialismo solar ya no podemos hablar del automóvil individual, ni del computador portátil o de teléfono celular para todos.

Es interesante cómo planteas la necesidad de que estos problemas se integren en la agenda de la izquierda, porque, particularmente al marxismo, el movimiento ecologista le ha imputado la falta de una “conciencia ambiental”, por así llamarla. Esta tesis es discutible en varios aspectos, ya que existen estudios que demuestran que, si bien no hay un pensamiento ecológico sistemático en Marx, sí están presentes en su obra diversas preocupaciones ambientales -que inclusive aparecen en su trabajo más importante, El Capital-, que luego fueron desarrolladas por varios de sus seguidores. Sin embargo, por esa supuesta falta de una conciencia ecológica, se ha tendido a desechar al marxismo, cuando lo que debería hacerse es otro balance crítico de su legado, comprendiendo sus limitaciones y su momento histórico, pero sin dejar de reconocer que hay contradicciones sociales que perduran -como la existente entre capital y trabajo-, y que son ineludibles para el análisis y la comprensión de la crisis ecológica. En este sentido, el pensamiento de izquierda sigue siendo una herramienta fundamental para la emancipación y para la construcción de una sociedad alternativa. 

En el diálogo de sordos que ha existido la mayor parte del tiempo entre el marxismo y el movimiento ambientalista ha habido sectarismos de ambas partes. Del ambientalismo, porque se niega a asumir la lucha anticapitalista y ve los problemas ambientales como una cuestión de simple voluntad, que se resuelve en términos puramente técnicos. Eso predomina en gran parte del pensamiento ambientalista, el que además se niega a asumir una acción política, desconociendo que la preservación del medio ambiente es, en primer lugar, una lucha política. Eso sí lo tiene el pensamiento marxista, reivindicar la lucha política y a los seres humanos como sujetos activos de su propia historia. Además, como lo dice usted, habría que diferenciar en el seno del marxismo: hay de todo, pero también ha habido un marxismo muy abierto que ha hecho contribuciones muy importantes al análisis ambiental. En tal sentido, no se puede seguir desconociendo las contribuciones ecológicas que en distintas partes del mundo se han hecho desde una perspectiva marxista. Se trata de integrar las luchas y la agenda fundamental del pensamiento anticapitalista que proporciona tanto el marxismo como otras corrientes políticas, junto con el pensamiento ambiental y el feminismo. Creo que eso es una necesidad histórica urgente, por la diversidad de problemas y por la multiplicidad de factores que están en juego en este momento de crisis civilizatoria.

http://www.opsur.org.ar/blog/2012/11/28/la-preservacion-del-medio-ambiente-es-en-primer-lugar-una-lucha-politica/

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