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¿“El cambio comienza ahora”, Hollande?

Elecciones en Francia: 

François Hollande ganó a Nicolás Sarkozy en la segunda vuelta de las presidenciales

Eduardo Febbro
Página/12 – La Jornada


El margen de la victoria de Hollande es más estrecho de lo que anunciaron los sondeos. Pero la estrechez no pone en tela de juicio el denso coletazo de la historia. La derecha francesa protagonizó durante la campaña electoral, en particular durante las dos últimas semanas, una alocada carrera hacia la ultraderecha: fronteras, inmigración, seguridad, violento discurso contra los medios y un montón de verborragias ultraderechistas ocuparon los largos discursos de Sarkozy.Hasta último momento, el presidente saliente defendió una Francia amenazada por el mundo, los intercambios comerciales desequilibrados, los flujos migratorios, los sindicalistas y los musulmanes. El concepto de “frontera” fue para Sarkozy el antídoto contra esa masa tóxica que era el resto del planeta.

Treinta y una rosas después y una frase que marca un rumbo: “La austeridad no puede ser más una fatalidad en Europa”. Tres décadas y un año más separan la victoria del socialista François Mitterrand para la presidencia de la República (mayo de 1981) del triunfo electoral obtenido ayer por François Hollande por 51,67 por ciento contra 48,33 por ciento de los votos. El modelo más refinado del antihéroe derrotó en las urnas a la versión más xenófoba y ultrajante del liberalismo europeo: Nicolas Sarkozy se quedó sin el gran sueño de revalidar su mandato al cabo de una década en el poder, en la cual sus cinco años de presidencia quedaron marcados por la panoplia de sus excesos, las promesas incumplidas, las reformas a medio camino, el desempleo, el desarme del Estado de Bienestar, el personalismo a ultranza, la arrogancia y la violencia racial con la que, de una u otra forma, trató a los extranjeros.

Francia cerró anoche una fase y rescató del frondoso bosque liberal a la socialdemocracia europea. París tembló con los bocinazos y los gritos y cantos de alegría que cubrieron la Plaza de la Bastilla. “Sarkozy se acabó”, “La Francia Fuerte es la Francia de Izquierda”, gritaba anoche la populosa juventud que se había congregado en la sede parisiense del Partido Socialista, en la Rue Solferino. La gran mayoría de esos jóvenes sólo habían conocido de la acción política los gobiernos conservadores y la fulgurante agresividad de Sarkozy. Ahora amanecían ante una nueva perspectiva: “El cambio comienza ahora”, dijo el presidente electo en el primer discurso que pronunció desde Tulle (región de Corrèze, centro sur del país), la ciudad de la que fue intendente.

De la mano de un hombre discreto, sin la más lejana sombra de aparatosidad, que jamás ocupó un cargo ministerial y por quien, hace un año, ni sus más fieles partidarios apostaban como presidente de la República, el socialismo francés regresa al poder 24 años después de la última victoria de Mitterrand (1988). El triunfo de Hollande es el resultado de una construcción personal que se plasmó luego de haber pasado once años como primer secretario del PS y otros dos elaborando la plataforma con la que, el año pasado y en medio del marasmo provocado por la caída del ex director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn (el candidato socialista campeón de los sondeos), François Hollande salió de la nada. “¿Hollande? No, imposible, es un chiste”, decían sus opositores de la derecha y unos cuantos elefantes del Partido Socialista. El les ganó. Apenas electo, en 2007, Nicolas Sarkozy había pedido que al final de su mandato lo juzgaran por dos variables: la tasa de desempleo y la reducción de la pobreza. El juicio cayó en las urnas: hay un millón más de desempleados y varios millones de pobres. Hollande le pidió a la historia otro juicio, el de “dos compromisos mayores, la juventud y la justicia”. El presidente electo dijo anoche que cada una de sus “decisiones se fundará en dos criterios: ¿acaso es justo, es verdaderamente para la juventud?”. La victoria del socialista francés tiene además otra connotación: su llegada al poder rompe la cúpula hegemónica que regenteó Europa en los últimos años, conocida como Merkozy. La pareja compuesta por la canciller alemana Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy impuso a Europa una sola vía: la austeridad sin crecimiento como método y disciplina. Hasta que François Hollande llegó con su candidatura, no había otro camino fuera de los ajustes y la restricción del gasto. La vida era eso o la nada. Hollande fue el primer dirigente de la Unión Europea que plantó otra bandera y rechazó la biblia del rigor fiscal sin crecimiento. Y le valió la afrenta de un acuerdo secreto pactado entre Merkel; el primer ministro británico, David Cameron; el presidente del Consejo Italiano, Mario Monti, y el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, para no recibir a Hollande. Hace dos meses le cerraron la puerta. Ahora deberán colocar la alfombra roja.

El margen de la victoria de Hollande es más estrecho de lo que anunciaron los sondeos. Pero la estrechez no pone en tela de juicio el denso coletazo de la historia. La derecha francesa protagonizó durante la campaña electoral, en particular durante las dos últimas semanas, una alocada carrera hacia la ultraderecha: fronteras, inmigración, seguridad, violento discurso contra los medios y un montón de verborragias ultraderechistas ocuparon los largos discursos de Sarkozy. Hasta último momento, el presidente saliente defendió una Francia amenazada por el mundo, los intercambios comerciales desequilibrados, los flujos migratorios, los sindicalistas y los musulmanes. El concepto de “frontera” fue para Sarkozy el antídoto contra esa masa tóxica que era el resto del planeta. Anoche, en la alocución que pronunció una vez que se conocieron los resultados, Sarkozy dijo: “No logré convencer a una mayoría de franceses. Llevo la responsabilidad de la derrota”. La extrema derecha con la que tanto jugó lo espera en la primera emboscada para desmenuzar el partido UMP y convertirse en la fuerza dominante de la derecha. Los conservadores tienen dos enemigos en su camino: las elecciones legislativas del próximo 10 y 17 de junio y la ultraderecha del Frente Nacional. El enfoque moderado de Hollande quebró la contundente apuesta ultraderechista y populista del presidente. Con ella, Sarkozy pensó sepultar la impopularidad que lo perseguía (60 por ciento) y el evidente fracaso de su gestión. El susurro socialdemócrata del presidente electo tapó la furia liberal. Sarkozy perdió, como en toda disputa electoral, pero perdió sin honor.

Inmensa, colectiva, asombrosamente joven y liberadora, como una bocanada de un perfume renovador, como el fin de una pesadilla, bulliciosa y conmovedora hasta las tripas: la alegría que estalló anoche en toda Francia es indescriptible. Ahora mismo, cuando aún se siente el temblor de la historia que se traga lo que ya casi no está, la gente canta y baila en la Plaza de la Bastilla, corre por las calles con banderas francesas, botellas de champagne, retratos de François Hollande y rosas en la mano. Esta explosión colectiva tiene el nombre más humano que se conozca: la esperanza. Sarkozy deja un país agredido: “Demasiadas fracturas, demasiadas heridas, demasiados cortes han podido separar a nuestros conciudadanos. Se acabó. El primer deber de un presidente es unir”, dijo Hollande en su discurso. Sus palabras ya fueron plasmadas en el seno de la izquierda y ello lo condujo al sillón presidencial: unió a las corrientes socialistas, atrajo los votos ecologistas y, sobre todo, agrupó en torno de sí a la leal izquierda radical, liderada por Jean-Luc Mélenchon en el seno del Frente de Izquierda. François Hollande sacó de la caja fuerte a la Francia Histórica. Cuando Hollande terminó su discurso, una mujer que estaba en la Plaza de la Bastilla tenía los ojos llenos de lágrimas. Apenas podía hablar: “Cuando lo escucho –dijo–, tengo la impresión de volver a mi casa. Este es mi país”.

Hollande, un político de maneras amables y carrera popular, llevaba semanas con una ventaja estable, tras esbozar en enero un amplio programa basado en alzas de impuestos, especialmente sobre los más acaudalados, financiar el gasto y mantener bajo control el déficit público.

El candidato se ha beneficiado tanto de su programa como de una corriente de sentimiento anti Sarkozy, debido en parte al estilo vistoso y en ocasiones arrogante del presidente, así como al descontento por esas penurias económicas que ya han derrocado a líderes en Gran Bretaña o Portugal. Muchos seguidores de Sarkozy dijeron que la competencia del presidente es más importante que el que sea agradable. “Sarkozy ha manejado muy bien la crisis. Gracias a él no estamos en la misma situación que Grecia y España”, dijo el profesor de autoescuela Soizic La Riviere en París.

Los comicios coinciden con unas elecciones griegas en las que también se espera que los votantes castiguen a los grandes partidos por la miseria económica.

Crédito económico

Las elecciones se producen en un momento crucial para la convaleciente eurozona, ya que Francia, la segunda economía Europea, es un socio vital de Berlín para salvaguardar el futuro de la moneda única. Al resultar elegido Hollande, sumándose a una pequeña minoría de gobiernos de izquierda en Europa, buscará desafiar el énfasis alemán en las políticas de austeridad pidiendo que el pacto de responsabilidad presupuestaria de la zona euro aborde factores para impulsar el crecimiento.

El socialista tiene previsto visitar a la canciller de centroderecha Angela Merkel en los días siguientes a las elecciones para tratar ideas.

Dejando a un lado las relaciones con Alemania, Francia se enfrenta a un frágil crecimiento y un desempleo del 10 por ciento, un creciente déficit comercial y unos grandes gastos estatales que presionan las finanzas públicas y fueron un factor en la rebaja de su calificación crediticia de triple A por parte de Standard & Poor’s. Aunque los mercados financieros se están abriendo a las ideas pro crecimiento de Hollande, que están ganando apoyo en el resto de Europa, el candidato socialista necesitaría calmar deprisa los temores hacia sus planes económicos, mientras resurge el miedo a la crisis de deuda de la zona euro.

Fuentes originales: http://www.pagina12.com.ar/
http://m.jornada.com.mx/


Elecciones en Francia: Circo, estafa y cinismo

Luis Arce Borja
ARGENPRESS.info

El proceso electoral en Francia nada tiene que envidiar a las elecciones en las republicas bananeras de América Latina o cualquier parte del África, donde los juegos artificiales y el espectáculo de circo encubren el engaño y la estafa. En Francia la contienda electoral fue entre Nicolas Sarkozy presidente saliente que ambicionó la reelección y Francois Hollande, candidato del Partido Socialista francés. El primero, es un personaje egocéntrico, ridículo y con aspiraciones de pequeño dictador. Algo así como una caricatura grotesca de Napoleón. Desde el inicio de su gobierno aplicó una política antipopular y sus posturas groseras hicieron que se ganara el desprecio de la mayoría de franceses. Es tan derechista que es difícil hacer la diferencia entre él y Marina Le Pen la líder de la derecha fascista de Francia. Su gobierno fue marcado por escándalos de corrupción, actitudes racistas y de odio contra los extranjeros. En la mitad de su gobierno, cerca del 70% de los franceses rechazaban su administración.

El segundo candidato y flamante presidente asumió poses de candidato de “izquierda”, reformador y socialista, pero durante su campaña electoral dejo al descubierto sus contradicciones con ofrecimientos puramente electorales. Por ejemplo, al inicio de su campaña, en forma ambigua, como para no herir a los poderosos, dijo que su verdadero “adversario en esta batalla no tiene nombre ni cara ni partido. Es el mundo de las finanzas". Todo el mundo se quedó con la boca abierta. Muchos se preguntaron: ¿y las transnacionales francesas instaladas en Irak, Afganistán, Libia, donde con el dinero de los franceses hacen guerras para apoderarse de gigantescas ganancias. Lo mismo ocurrió con el problema de los extranjeros en este país. En la campaña electoral se opuso al discurso anti extranjero de Sarkozy, pero a medio camino, cambio de rumbo y dijo que en un “periodo de crisis, la limitación de la inmigración económica es necesaria e indispensable”.

En estas elecciones no hubo, como dijo la propaganda, una confrontación entre izquierda y derecha. “Francia gira a la izquierda” han dicho diferentes analistas y diarios del mundo. Los partidos socialistas de Europa son organizaciones al servicio de las transnacionales y del gran capital internacional. Los socialistas europeos cantan la internacional pero son organizaciones anticomunistas y defensores de la propiedad privada y los monopolios. Son defensores del sistema imperialista mundial y enemigos del progreso social, la justicia y el bienestar social. Los partidos socialistas, tanto en Francia, como en España, Portugal, Grecia y otros países están enganchados al Estado, son defensores del sistema, y en recompensa reciben financiamiento del dinero público sin el cual no podrían sobrevivir. Solo para el 2009, el Partido Socialista Frances recibió del Estado cerca de 23 millones de euros a titulo de subvención directa (fuente: Observatotoire des subventions). Aparte de esta subvención, el Estado financia al PSF centenas de organizaciones sin fines de lucro que este partido utiliza para el proselitismo partidario.

Las diferencias entre Francois Hollande y Nicolas Sarkozy se refieren sobre todo al tono del discurso electoral, pero no a cuestiones fundamentales del sistema político y económico. El propósito de este proceso electoral, ha sido reacomodar las clases políticas en el poder. La crisis obliga a cambiar las caras en el sistema administrativo del Estado. El gobierno ha sido removido, no para cambiar el carácter del Estado y menos la esencia del sistema político y económico francés. El cambio de gobierno responde a las necesidades actuales de la crisis de este país. Sarkozy se había desgastado demasiado para seguir al frente del Estado. Vista la perspectiva de la crisis económica resulta conveniente para los grupos de poder, un presidente de “izquierda” que por un tiempo (extenso o corto eso dependerá de la crisis) podrá seguir mintiendo y conteniendo las expectativas del pueblo francés. Aquí ocurre algo semejante que en España donde los “socialistas” de Zapatero, que han dejado un país en ruinas con cerca de 6 millones de trabajadores en la desocupación (5.639.500 y 24,44%), fueron cambiados no por otra “izquierda”, sino por la extrema derecha franquista.

El diario Le Monde dijo que el triunfo de Hollande fue celebrado con música de acordeón y la canción “La vida en rosa” de Edith Piaf. Para Hollande fueron 17,8 millones de votos (51.62 %) y para Sarkozy 16,7 millones (48.33%). De 45 millones de inscritos solo votaron 36,6 millones de personas. Ello significa que 8,6 millones de personas no les importaron ninguno de los candidatos. Sobre el total votos (inscritos) Hollande solo tuvo 48,6% de los votos, lo que hace menos de la mitad. A esta cifra hay que agregar que dos millones 100 mil electores votaron en blanco o anularon su voto (5,84 % des votantes). Como han dicho diferentes analistas, es la primera vez en la historia de la quinta Republica que el voto blanco y nulo fue tan abultado.

El marco coyuntural de las elecciones francesas es la grave crisis mundial del capitalismo, la decadencia del liberalismo y el ascenso de la extrema derecha llámense populista, nacionalista y fascista en todo Europa. En el aspecto interno Francia es un país hundida en crisis general, sobre todo moral y política. Tiene en la actualidad 2 millones 870 mil trabajadores desempleados y más de un millón de ellos perdieron sus puestos durante el gobierno de Nicolas Sarkozy. Su grandioso pasado filosófico, cultural y político, nada tiene que ver con la mediocridad de la actualidad, cuyas clases políticas (derecha e izquierda) constituye lacras mediocres en comparación con los gestores de la Revolución Francesa y la Comuna de Paris. Durante todo el periodo del régimen de Nicolas Sarkozy, los intelectuales, escritores y periodistas se han preocupado más del trasero de Carla Bruni que del destino de la nación. Las andanzas perversas sexuales de Dominique Strauss Kahn (DSK), del mismo partido que Hollande, ocuparon mas espacio que la guerra en Afganistán o la revuelta en las países árabes. Como ha dicho el escritor Philip Gourevitch “Francia un país de historia prodigiosa es ahora un Estado disminuido, apenas un pedazo de Europa, y ella encarna todas las líneas de factura del siglo XX”.

Hollande, se ha presentado como representante de las aspiraciones del pueblo francés, pero ello no es muy cierto. Diferentes investigadores franceses y extranjeros han escarbado un poco en su amigos influyentes. La lista es amplia. Un amigo poderosos de Hollande es Jean-Pierre Jouyet, presidente de la Autoridad de Mercados Financieros (nombrado por Nicolas Sarkozy). Este personaje de derecha le gusta hacerse llamar “gaulliste de izquierda”. Ha presentado a Sarkozy como un “republicano y demócrata”. Este “gaullista” y amigo de Hollande es casado con Brigitte Taittinger, heredera de la gran familia propietaria del champagne del mismo nombre. Entre los amigos de alta finanza de Holanda hay que nombrar a Emmanuel Macron, banquero de la banca privada Rothschild. Otro de los banqueros que ha sostenido la campaña electoral de Hollande es Henri de Castries. Este es presidente del Grupo AXA, una transnacional de seguros y de capitales. Tienes 95 millones de clientes y funciona en 61 países. Este banquero se hace llamar también “gaulliste social”. El gigante Grupo Carrefour, a través de su administradora Anne-Claire Taittinger, es otro de los grandes capitalistas que sostienen a Hollande. En el lado de la prensa, el nuevo presidente francés ha sido sostenido por el diario el Mundo (Le Monde) que esta controlado por tres millonarios y hombres de negocios: Pierre Bergé, Xavier Niel y Matthieu Pigasse, este último es director general del banco Lazar en Europa.

Hollande, reconoce solo un padre político. Ese es François Mitterrand, icono de los actuales socialistas. Mitterrand fue durante dos periodos presidente de Francia. Gano las elecciones en 1981 y reelegido en 1988 cuyo mandato duró hasta el 1995. Sus dos mandatos en cohabitación con la derecha terminan en desastre. La desocupación que era en 1981 de 1,5 millón de trabajadores (6%) pasó en 1993 a 3 millones (cerca del 10%) de los asalariados. François Mitterrand siempre ha estado acompañado de un oscuro pasado político. Oficialmente se ha dicho que durante la segunda guerra mundial fue funcionario del odiado régimen de Vichy (gobierno de colaboración con Hitler) pero que aprovechó ese cargo para colaborar con una red de resistentes.

La verdad ha sido otra. Diferentes historiadores han señalado que Mitterrand tuvo simpatías y colaboró voluntariamente con el gobierno de Vichy. Por esta razón, en 1981 Alain de Boissieu Gran Canciller del Consejo de la Orden de la Liberación se negó a entregar a Miterrand la Orden Nacional de la Legión de Honor, que desde 1802 corresponde a los altos dignatarios de Francia. Mitterrand, antes de alcanzar la presidencia fue ministro del interior y después ministro de justicia (1954) del gabinete de Guy Mollet. A partir de esos cargos ministeriales se encargó de reprimir violentamente a los patriotas de Algeria colonizada por Francia. ‘Algeria es Francia, y cada departamento de Algeria son departamentos de la Republica francesa”, decía Francois Mitterrand el 12 de marzo de 1954. Se opuso violentamente a la independencia de Algeria.

Tanto la primera vuelta electoral (22 de abril) así como segunda (6 de mayo) ha mostrado las incoherencias del sistema político francés, así como la desesperanza política de millones de franceses. En Francia votar no es obligatorio como en otros países de Europa. En la primera vuelta se inscribieron 46 millones de personas. De esta cantidad 10’145,333 no votaron o anularon sus votos lo que significó el 22.04% del total inscritos. Esta tasa de abstención (voto de protesta) ha sido superior que en las elecciones de 2007 que solo significó el 16,2 % de los votantes. En la primera vuelta Francois Hollande logró 10’272 705 lo que significa 23% de los inscriptos y no 28.63% como ha dicho la prensa francesa. Por su parte, Nicolas Sarkozy (Union pour un mouvement populaire (UMP) en segundo lugar tuvo 9’753 629 que en porcentaje es algo así como 21% de la votación y no 27.18% como dijo la propaganda. La derecha fascista estuvo representada por Marina Le Pen (Frente Nacional) en tercer lugar atrajo mas de 6 millones de votantes (17,90 % de los votos validos).

Aparte de Hollande, Sarkozy y Marine Le Pen, se presentaron una serie de pequeños aspirantes a la presidencia que como los arlequines del teatro italianos del siglo XVI tuvieron el rol de dar un poco de música y colorido a la comedia electoral. El panorama se vistió de gala para recibir a los marxistas-leninistas, revolucionarios, trotskistas, obreros candidatos y ecologistas, cuyos porcentajes de votos servirían solamente para sostener al candidato presidencial favorito y mostrar la generosa democracia burguesa en Francia. Ahí estuvo en primera línea Jean-Luc Mélenchon del “Frente de Izquierda” (11,10 %), el obrero Philippe Poutou del Nuevo Partido Nouveau Anticapitalista (1,15 %), Nathalie Arthaud del grupo Lucha Obrera (0,56 %), Jacques Cheminade, de Solidaridad y Progreso (0,25 %), Nicolas Dupont-Aignan del grupo De pie la Republica (1,79 %), Eva Joly de los ecologistas (2,31 %), y François Bayrou, un católico de derecha del Movimiento Democrático (9,13 %) que en segunda vuelta inclinó su voto por Hollande.

El triunfo de Francois Hollande no cambia la estructura de poder en Francia. El nuevo presidente francés no está en contra de las transnacionales y de los ricos de este país. Desde muchos antes de su campaña electoral, ha apoyado la intervención de las tropas francesas en Afganistán, Libia y en otras guerras de rapiña. En plena campaña por la presidencia ha expresado su apoyo a la utilización de la fuerza nuclear como “arma de disuasión y de garantía” estratégica del poderío militar de Francia. Ha sostenido la campaña internacional antiterrorista de las potencias mundiales que encabezan los Estados Unidos. El 20 de abril (dos días antes del primera vuelta) declaró que de ser elegido apoyará una intervención militar a Siria.

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