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Por Sebastián Robles
Perú es una tierra de victorias y derrotas. Revoluciones y contrarrevoluciones. De ascenso y caída de movimientos de masas y partidos y organizaciones de izquierda. De guerrillas salvajes, maestros militantes, huelgas de masas, rondas campesinas armadas, militares populistas, indígenas que resienten la opresión de que son objeto de ladinos y blancos.
Un país de compañías norteamericanas metidas en las selvas amazónicas, masacre de indígenas en las zonas caucheras, de dictaduras militares y elites gobernantes para quienes la vida de obreros y cholos no valen un centavo. Tierra de grandes escritores que admiraron la Revolución Cubana, como Vargas Llosa, para luego volverse abanderados de la reacción. Un país que todavía espera el regreso del Inca liberador, que intentó (sin lograrlo) defenestrar al Marxismo europeísta con Mariategui, que empuñó las armas bajo una dirección trotskista.
Un resumen de América india, obrera y campesina. Una tragedia, si se quiere, marcada por la incompetencia de crear una verdadera organización revolucionaria que haga lo que su nombre indica, la revolución.
Revolución que espera escondida en el escepticismo de un Perú profundo, que explota de vez en vez, que se quema a fuego lento bajo la expoliación del imperialismo, odia su derrota a manos de Chile en una guerra que pocos recuerdan, que tiene de vecinos a Chávez, Evo Morales y Lula que no le abren, sino que le cierran puertas. Que vota y acaba con gobiernos y partidos en un periódo.
Humala no es la izquierda
Es un militar de carrera, rodeado de organizaciones políticas, la propia y las ajenas que lo apoyan, donde pululan oportunistas de la peor calaña, ex represores y sirvientes del Fujimorismo, jóvenes radicales sin pasado político, campesinos hastiados de los gamonales que sobreviven a pesar de la “reforma agraria” de otro militar “populista” llamado Velazco Alvarado y hasta Marxistas que se dicen radicales.
Ollanta Humala dice que no es izquierdista, sino nacionalista y enciende todas las mechas de un nacionalismo hosco y agresivo que incluye la potencialidad de un conflicto armado con Chile, que quiere negociar con las compañías petrolearas, de gas y otros recursos que hablan lenguas extranjeras en un plano de igualdad, que no quiere ni oír hablar de su pasado como Capitán Carlos, cuando combatía a la guerrilla de Sendero.
Humala camina y corre como un militar. Habla como un militar que da órdenes, no discute con los subalternos de su movimiento. Actúa como un militar cuando defiende a “la familia militar” contra los intentos de amnistía por la guerra sucia porque sabe que eso seria el disparador de un debate público que revelaría los misterios y los asesinos de las “zonas de emergencia” durante la guerra anti-senderista.
Alguien que camina, corre, habla y actúa como un militar, diría hasta el observador más ingenuo, no puede ser otra cosa que un militar. Así lo dice, pero muchos de aquellos que lo apoyan – no los que expresa su movimiento que es otra cosa – sino los que dicen que saben, prefieren creer que lo que dice su líder no es cierto, que hay gato encerrado para engañar a blancos, ladinos, ricos y gamonales.
Oímos esas excusas antes. Sobre Lucio Gutiérrez en Ecuador, Lula en Brasil, Perón en la Argentina... ¿qué pasó?
Eso dicen sobre Humala, por ejemplo, los que desertaron del Movimiento Nueva Izquierda, que para quien los escucha hablar son todavia de la izquierda revolucionaria, que apoyan en esta elección al partido del militar, el Partido Nacionalista Peruano (PNP).
Alguien dijo “es un gamonal que se plantea liberar a los indígenas y campesinos.” Buena definición de un militar. La misma que asumió Velazco Alvarado y sus seguidores que daba concesiones, pero al que discutía – como observa Hugo Blanco – lo cosían a balazos.
O el General Cáceres, del que Humala se dice seguidor y que quiso continuar la guerra contra Chile con una guerrilla campesina pero que, cuando estos le plantearon que estaba bien luchar contra Chile, pero también contra los terratenientes que los explotaban todos los días, Cáceres reunió a sus dirigentes y los fusiló a todos.
Cuando Cáceres llegó a Presidente, gobernó para los terratenientes y las empresas extranjeras. ¡Menudo nacionalista! ¿No será Ollanta Humala una astilla del mismo palo?
El programa no solo es lo que esta escrito...
Si no lo que se dice y hace y el método de intervención en la lucha de clases. Para esto tenemos siete preguntas y siete respuestas basadas en los hechos:
- 1. ¿Promociona en la práctica Ollanta Humala la creación de organizaciones de base obreras, campesinas e indígenas de masas, con funcionamiento democrático? - No. Los “reservistas” de Humala, militares todos, se presentan en los conflictos sociales armados y quieren dirigir por la fuerza de las armas.
- 2. ¿Se eligieron los candidatos que lo acompañan, incluido su segundo y candidato a Vicepresidente acusado de corrupción democráticamente, con la participación de todos los que le apoyan? - No. Fueron todos impuestos a dedo.
- 3. ¿Mas allá de las palabras, ha realizado Ollanta Humala alguna acción especifica contra las multinacionales o los grandes terratenientes? - No.
- 4. ¿Se supedita Ollanta Humala a las organizaciones de masas en sus decisiones, propuestas o acciones? - No. Solo escucha a su familia y a una docena de sus amigos militares más cercanos.
- 5. ¿Ha condenado sin equívocos la acción militar genocida contra indígenas y campesinos por mas de una década con la excusa del combate “contra el terrorismo.”? - No. Dice que fueron “épocas difíciles” y que hay que buscar el camino de la “reconciliación.”
- 6. El futuro del Perú, según Ollanta Humala, ¿esta en manos de las masas obreras y campesinas o en manos de los militares? - Siempre ha dicho que el y su hermano se metieron al ejército para, desde allí, dirigir el país y a los trabajadores.
- 7. ¿Viene de una familia de radicales comunistas? - Su papá abogado, a pesar de sus frases rimbombantes, era militante del Partido Comunista – Unidad, pero fué expulsado del mismo por defender en los tribunales los intereses de las empresas que representaba contra los de los trabajadores.
Los traumas de la izquierda
Para no abundar, daremos solo un par de ejemplos.
En 1978, el entonces trotskista Hugo Blanco, asociado con el dirigente marxista argentino Nahuel Moreno, obtuvo el 14% de los votos en una elección general. El FOCEP y el FIR, frentes creados bajo su dirección, tuvieron peso de masas. Blanco venia de ser dirigente campesino, de formar milicias campesinas (rondas) para defenderse de militares y gamonales. Lo seguían cientos de miles de obreros y campesinos. Rifó todo lo obtenido a cambio de una confusa línea ideológica que lo llevó primero al sectarismo hacia el resto de la izquierda, a la ruptura con su maestro Nahuel Moreno, luego a su asociación con sectores centristas del PUM (Partido de Unificación Mariateguista) y ahora, finalmente ,en el Partido Socialista moderado. De lo que pudo ser, no queda nada.
Si viviera en el Perú lo votaría para Diputado del Parlamento Andino (un invento subdesarrollado imitando al Parlamento Europeo) y a su amigo Diez Canseco para Presidente. No porque apoye la política de ninguno de los dos, sino porqué así de mal esta la izquierda peruana.
En los 80s y 90s, Sendero Luminoso, dirigido por Abimael Guzmán, gozó de un cierto apoyo inicial que utilizó para lanzar una guerra de guerrillas ultra-maoísta que terminó en un zafarrancho de sangre en donde los Senderistas libraban una guerra de aparatos con las fuerzas armadas, ajusticiaban campesinos por “colaboradores” y asesinaban izquierdistas de otras organizaciones por “revisionistas.”
Este Pol Pot peruano terminó en una jaula, tratando de negociar con Fujimori quien había lanzado – con la participación de Ollanta Humala – una guerra de contrainsurgencia que terminó con Sendero pero también con el resto de la izquierda y las organizaciones de masas en las “zonas de emergencia.”
¿Qué pasó con los sectores militantes maoístas como Patria Roja que dirigían huelgas de masas de los maestros? ¿Y con la combativa CGTP – Confederación General de Trabajadores del Perú? ¿Y los otrora poderosos partidos comunistas? Fueron todos muriendo asfixiados entre las prebendas burocráticas, las aspiraciones electoralistas o fusilados por el fuego cruzado entre militares y guerrilleros que los usaban de blancos móviles.
Podríamos seguir, pero para muestra basta algunos botones. ¿Alquien se extraña entonces que las masas empobrecidas hayan votado sucesivamente a Alan García que les dió como presidente una inflación del 2.700% o a Fujimori que fusiló a más activistas y encarceló mas izquierdistas que los cinco gobiernos anteriores y finalmente votaron por Toledo, que gobernó para los ricos, aunque triunfó porque vendió una imagen de cholo rebelde anti-Fujimorista como ahora intenta Humala?
Por una nueva izquierda revolucionaria peruana
No a las negociaciones con el ALCA o el MERCOSUR!
Nada de arreglos con las compañías multinacionales. Expropiación inmediata de todas ellas y puesta bajo el control democrático de sus trabajadores organizados en comités de fabrica y lugares de trabajo.
Por la expropiación de todas las tierras fértiles del Perú y su control y administración por los campesinos e indígenas sin tierras, organizados en concilios campesinos.
No al indulto, no a la reconciliación! Juicio y Castigo a todos los militares y policías asesinos que participaron de la represión bajo los gobiernos de García, Fujimori y Toledo.
Por la creación de centrales democráticas de obreros y campesinos. Por la autodefensa de los trabajadores contra la represión y de los campesinos contra los terratenientes.
No a la guerra con Chile! Por la federación socialista de Perú, Bolivia, Chile y el resto de Latinoamérica.
Por la coordinación y centralización de los recursos económicos y naturales de Latinoamérica y su distribución igualitaria entre todos los pueblos del continente.
Por una nueva izquierda revolucionaria, democrática, que se discipline al movimiento de masas y sus organizaciones y rechace el parlamentarismo, el aventurerismo guerrillero y el oportunismo socialdemocratizante.
¿Parece mucho pedir? Tal vez, pero de cualquier otra forma seria una izquierda a medias y las revoluciones nunca las hicieron medias izquierdas. Tal vez debamos discutir mucho sobre la forma y las tácticas de cómo realizar estas tareas. Pero menos que esto, en esencia, no serviría sino para una nueva frustración.
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