La perrilla económica
José Manuel Marroquín, el poeta mago que recibió un país y lo convirtió en dos, nos cuenta en su inmortal fábula de 'La Perrilla' cómo un famoso cazador, "el más hábil y el mejor alumno que tuvo Diana", una mañana salió al campo, con la parafernalia pertinente, para cazar un feroz jabalí. El animal resultó más astuto que el cazador y que su jauría y les tomó el pelo la tarde entera. En cierto momento, apareció por ahí una perrilla esmirriada "sombra de perra que fue, de quien se dijo que, no era perra ni era nada", a la que una vieja bromista le dijo "¡sus!" y ella solita se lanzó tras el jabalí, y "cosa es de volverse loco, no pudo coger tampoco, al maldito jabalí".
Los economistas neoliberales son como el hábil cazador de la fábula marroquinesca. Llevan cinco décadas tratando de agarrar al maldito jabalí de la economía, y no han podido. Sus jaurías antediluvianas de choque han resultado inútiles. Y su perrilla fiscal, "perra entre canes decana y entre perras protoperra", ha sido pateada y estropeada por el jabalí cuantas veces se le acerca.
La cacería neoliberal del dogma infalible para alcanzar el pleno desarrollo económico y la prosperidad de los pueblos ha hecho varias crisis en esas cinco décadas y producido los efectos contrarios. La más grave estalló en el 2008 y ahora está peor. La última patada recesionista del jabalí propinada a la perrilla neoliberal la ha dejado herida de muerte.
Con la zarandeada del 2009 era de presumirse que los avispados cazadores neoliberales aprendieran la lección; pero, no. Son demasiado avispados y no les interesa aprender. Van detrás de un jabalí al que no pueden alcanzar porque están montados de espaldas a la cabeza de su caballo y lo que ven es la cola de su propia cabalgadura, no la del jabalí.
Creyeron que por fin lo tenían atrapado cuando en la crisis del 2008 el gobierno terminal de W. Bush y el de su sucesor, B. Obama, corrieron a soltarles a los bancos, sin garantía alguna de devolución, la suma inverosímil de setecientos mil millones de dólares para evitar que se hundieran. La Perrilla aulló convencida de que le había hincado los dientes a una de las patas del jabalí y lo que recibió fue su buena patada en las mandíbulas. Las consecuencias no tardaron en verse. Aumentó el desempleo en los Estados Unidos, la situación económica en el interior del imperio es aterradora, los países europeos se sumieron en una crisis letal que empezó por Grecia y que se ha extendido a la Unión Europea.
¿Qué hace la perrilla neoliberal? Con los dientes rotos y el hocico destrozado, sigue tratando de morder al jabalí. El G20 (los veinte países más ricos de la tierra) se reunió de emergencia para estudiar las medidas que conjuren la crisis de recesión y adoptó recetas recesivas. "Cosa es de volverse loco."
¿Qué hicieron los Veinte? Tomaron las mismas medidas que desde 1970 han contribuido con tanta eficacia a agudizar la crisis.
Es como si a un sastre le quedan faltando diez centímetros en la bota del pantalón de su cliente y, para solucionar el problema, en lugar de aumentar recorta otros diez. Los Veinte acordaron, en plena recesión, recortar los gastos, hacer un ajuste fiscal severísimo (atribuyendo erróneamente al déficit fiscal la causa de la recesión), reducir los salarios, deteriorar el poder adquisitivo de los ciudadanos, aumentar el IVA y los impuestos regresivos, etc.
En otras palabras, le decretaron una dieta drástica al enfermo, que está desnutrido y por debajo de su peso mínimo. Le aconsejan que para engordar se baje otros kilitos. "Cosa es de volverse loco."
En cuanto a nuestra perrilla neoliberal criolla, sus mordiscos al jabalí no son menos ridículos. Se divulga la buena nueva de que la economía creció el 4,4 por ciento y se pregona la reactivación. ¿De veras? Nuestros economistas neoliberales deberían darse una vuelta por los restaurantes, los comercios, los cines y el consumo en general a ver si por algún lado encuentran ese +4, 4 por ciento. A lo mejor se topan con la cruda realidad del -4,4 por ciento.
Si hacemos una pequeña abstracción, podremos ver que la situación de la economía impuesta al mundo por el neoliberalismo es la de una persona macilenta, flaca y hambrienta, a quien tratan de restablecer mediante el curioso procedimiento de prohibirle que coma.
Con plena razón dice el analista Larry Elliot que "los locos se volvieron a apoderar de la dirección del manicomio". De ahí que tiendan a cumplirse las proyecciones sombrías que auguran que para fin de año la recesión habrá sido superada por una depresión de características tan espantosas que nos hará añorar la de los años 30.
Enrique Santos Molano