Un falso diagnóstico
Por: Eduardo Sarmiento
La última reunión del Banco de la República no dejó de ser sorpresiva. Luego de que el Gobierno y la opinión le pidieran que actuara para detener la revaluación y promover la reactivación, el Banco bajó la meta de inflación para 2010. Por lo demás, anunció la ampliación de la liquidez en $3 billones para apoyar el déficit fiscal y adquirir dólares para detener la revaluación del tipo de cambio.
Las decisiones constituyen una clara notificación de que la prioridad del Banco es el control de precios y que la reactivación y la regulación del tipo de cambio están en segundo lugar. La expansión de la liquidez de $3 billones anunciada para el final del año está muy lejana de compensar la contracción de 5% del PIB, ocasionada por el desplome del crédito y la caída de las exportaciones.
Los economistas neoliberales no han logrado desprenderse de la ley de Say, según la cual, la oferta crea su propia demanda, que domina la economía convencional de libro de texto. No obstante toda la evidencia de la caída libre de la demanda y la producción, las autoridades monetarias siguen montadas en el mito de que el dinero sólo produce inflación y no tiene efectos reales.
Otra ilustración de esta visión equivocada es la agricultura. Como ha quedado claro en el debate reciente, durante 20 años el país se matriculó en la creencia de que la actividad agrícola es determinada por la productividad y la competencia. A principios de la década del 90 se desmontaron los aranceles y se dio rienda suelta a la revaluación, y en los siete años siguientes el área cosechada cayó 25%. Luego, el intento de compensar la desprotección con medidas de crédito, entre los cuales se encuentra la ley de Agro Ingreso Seguro (AIS), también fracasó. En los últimos ocho años el área agrícola no ha aumentado y el sector crece muy por debajo del promedio, los índices de productividad se mantienen inmodificados y las desigualdades se ampliaron.
El balance es contundente. La caída de la demanda ocasionada por la apertura, que tuvo su principal manifestación en los cereales, nunca pudo compensarse con los incentivos de crédito y subsidios.
Algo similar ocurre con la industria y las exportaciones. El país propició el desarrollo de ambas actividades con aperturas, acuerdos comerciales e inversión extranjera guiados por el criterio de ventaja comparativa. Nunca se avanzó en una estructura productiva diversificada con capacidad de penetrar en los mercados internacionales y sostenerse. Lo cierto es que el desplome de la economía mundial se llevó por delante la industria y las exportaciones. En la actualidad, la producción manufacturera cae 10% y las ventas externas más de 25%. La economía tiende a una especialización en recursos naturales y servicios que da lugar a bajas tasas de crecimiento, elevado desempleo y bajos salarios.
El país ha operado con un falso diagnostico. Las autoridades están comprometidas en controlar y desarrollar una economía limitada por la demanda con políticas y criterios de oferta. Parte de la explicación está en la resistencia ideológica a aceptar el cambio de las condiciones mundiales y nacionales.
En la última parte del siglo XX las economías eran limitadas por la productividad decreciente del capital y el ahorro. El producto crecía cerca de la capacidad máxima, la liquidez ocasionaba presiones inflacionarias y la tasa de interés era positiva. Sin embargo, el contexto se ha visto modificado por la rápida adaptación tecnológica y conversión en uso de los países asiáticos, la baja de los precios de los bienes de capital y la abundancia de ahorro ocasionada por la represión salarial. Cada día es más difícil vender los bienes que producirlos. Así, la economía mundial queda expuesta a excesos de ahorro sobre la inversión, que se destinan a la valorización de activos, y a tasas de interés cercanas a cero.
Todavía no se ha reconocido en forma explicita la influencia de esta transformación en la crisis. Las instituciones y políticas que causaron los descalabros se mantienen incólumes. Los esfuerzos de las autoridades colombianas para reactivar y normalizar la economía se encaminan a darle prioridad a la inflación, entregar cuantiosos recursos a los ricos para elevar sus ganancias y acentuar la apertura y aprobar el TLC para incrementar la producción industrial de bienes que nadie compra.
Eduardo Sarmiento
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