por jrecuador
La estrechez de las relaciones sociales del capitalismo impide la absorción de la riqueza creada, lo que deviene no solo en el constante incremento de las tasas de explotación a las clases trabajadoras, sino además en el aparecimiento de sucesivas crisis que solo pueden ser superadas“preparando el camino para otras más destructivas y extensas”.
Cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista y desarrollaron toda su concepción revolucionaria sobre las sociedades y el inevitable triunfo del socialismo, la humanidad no conocía el capitalismo como ahora se presenta; era una época en la que este sistema apenas estaba creciendo en Europa, sin embargo tuvieron la capacidad de analizarlo y encontrar sus rasgos esenciales, su dinámica interior para comprender cómo y hasta dónde llegaría su ulterior progreso.
La relectura de este documento, particularmente en estos días en los que las potencias capitalistas se estremecen por efecto de una aguda crisis, permite entender la razón del análisis marxista sobre el capitalismo, y sobre todo la vigencia absoluta de sus postulados.
En el análisis que respecto del aparecimiento y desarrollo del capitalismo realizan, Marx y Engels advierten aquello que Lenin estudiaría a profundidad al analizar la época del imperialismo: el dominio de la burguesía sobre el mercado mundial y el aparecimiento de las empresas monopólicas. “La moderna sociedad burguesa- con sus relaciones de producción, de intercambio y de propiedad- es una sociedad que ha conseguido unos gigantescos medios de producción y de intercambio, y es como el brujo que ya no puede controlar las fuerzas del infierno que ha desatado”, escribieron. La burguesía es incapaz de controlar las cíclicas crisis económicas que se producen, como la que en estos días presenta. La irracionalidad de sistema la descubren al sostener la capacidad de la burguesía para revolucionar incesantemente los medios de producción, al punto que el mundo podría disfrutar de lo suficiente para vivir a plenitud con educación, salud, vivienda, trabajo, recreación, etc., sin embargo la estrechez de las relaciones sociales del capitalismo impiden la absorción de la riqueza creada, lo que deviene no solo en el constante incremento de las tasas de explotación a las clases trabajadoras, sino además en el aparecimiento de sucesivas crisis que solo pueden ser superadas “preparando el camino para otras más destructivas y extensas”.
La burguesía ha pretendido desmentir la aseveración formulada en el Manifiesto respecto de la miseriacreciente de la clase obrera, pero análisis económicos constatan que la parte del Producto Nacional Bruto de la clase obrera decae constantemente en todos los países del mundo aunque, cierto es, en algunos momentos, debido a su movilización y fortaleza, haya obtenido concesiones importantes. En términos relativos existe un declive constante de sus niveles de bienestar respecto a la burguesía. Incluso en el período de auge económico de 1950-73, cuando los niveles de vida de la clase obrera crece en el mundo industrial avanzado, no ocurre lo mismo en el mundo colonial y neocolonial. Pero con la embestida neoliberal el capitalismo se quitó la máscara: Así, en Estados Unidos, entre 1980 y 1996 la proporción de ingresos del 5% de familias más ricas creció del 15,3% al 20,3% del PNB y, en ese mismo período, los ingresos del 60% más pobre descienden del 34,2% al 30%.
Tendencias análogas se observan en lo que respecta a la concentración del poder económico en un número cada vez más reducido de inmensas corporaciones, de modo que, en 1998, de las 100 entidades mayores de la Tierra 51 eran corporaciones y solo 49 países. Cuarenta mil agentes económicos en todo el planeta daban cuenta de más de la mitad del comercio mundial de manufacturas y de las tres cuartas partes de los servicios. En Estados Unidos 300 grandes monopolios ejercen el poder sobre el mercado y la economía de ese país, y unos 150 hacen lo propio en el Reino Unido, controlando el 85% de la economía de ese estado.
La concentración y centralización de la riqueza, denunciada por Marx y Engels, es una realidad.