'Chuzo' p'al Gobierno
Javier Cáceres, presidente del Senado. Foto: Felipe Caicedo / Cambio
El 'chuzo' contra la coalición gobiernista es difícil de explicar. Uribe es el presidente más popular de la historia reciente y se supone que a los congresistas que aspiran a su propia reelección les conviene estar con la locomotora que más jala en el electorado de opinión. La oposición liberal y del Polo está debilitada por los largos años de desierto burocrático, y cuando se aprobó el año pasado la ley que permite durante dos meses el transfuguismo, más de uno denunció una maniobra del Gobierno para sonsacarles parlamentarios a esos partidos.
A pesar de que todo está servido a favor del Gobierno, la dinámica política de los últimos días se parece mucho a la tradición de los años finales de los cuatrienios presidenciales: el Congreso no obedece. Pero se pensaba que a Uribe no le llegaría el célebre 'sol a las espaldas' por su gran popularidad y porque el fantasma de una posible segunda reelección mantenía alineadas a las tropas uribistas.
Faltaron caciques
¿Cómo se explica la indisciplina de las fuerzas que apoyan al Presidente? La principal razón tiene que ver con un desgaste que ha venido acumulándose. La notoria pereza para la aprobación del referendo reeleccionista había sido hasta ahora la punta de un témpano mucho más profundo. Se suponía que el paso del referendo por el Congreso era el obstáculo más fácil de vencer, pero es ahí donde está congelado. El apoyo mayoritario de los congresistas al tercer periodo uribista es un axioma falso.
De alguna manera, los partidos de la coalición tienen algún germen de división, sobre todo en torno al tema de la reelección. En el conservatismo, algunos preferirían un sucesor de Uribe surgido de sus propias filas. Y en La U hay sectores que ven con más simpatías al ex ministro Juan Manuel Santos. El panorama en estas dos fuerzas es semejante al de Cambio Radical, cuya bancada está dividida entre quienes votarían por Uribe y quienes lo harán por Germán Vargas. Pero como es bien sabido, este último se marginó de la alianza gobiernista.
Aunque no parece creíble en un Gobierno acusado de aceitar con cuotas burocráticas a quienes le son leales, la repartición de puestos ha generado inconformidad en el Congreso. Unas veces porque los senadores y representantes se sienten tratados en forma injusta en comparación con otros partidos. Esto es especialmente cierto entre los congresistas de origen liberal que hoy forman parte de La U y de Cambio Radical, y que piensan que el secretario general, Bernardo Moreno -el dueño del famoso 'computador de la burocracia'- ha sido demasiado generoso con el Partido conservador. Otras, porque simplemente consideran que si Uribe es reemplazado el 7 de agosto de 2010 por un mandatario más cercano, podrían aspirar a un tratamiento especial. En política no basta con mantener lo que se tiene, y una nueva barajada abre muchos apetitos.
También es cierto que la torta burocrática se ha reducido. El Gobierno ha mantenido las cuotas de los parlamentarios que están detenidos por la 'parapolítica' y sus reemplazos quieren la suya propia. En las bancadas uribistas hay descontento. "Para nadie es un secreto que el Gobierno ha tratado a las minorías como un comodín para votar sus proyectos, pero a la hora del reconocimiento político siempre recibimos tratamiento de tercera", le dijo a CAMBIO el senador Samuel Arrieta, presidente de Convergencia Ciudadana.
Pero la distribución de cargos no es la única explicación de la rebelión que llevó a Cáceres a la presidencia del Senado, a Gómez Román a la Cámara, y al rompimiento de los pactos que se habían hecho ¿y cumplido¿ hace tres años. También ha habido errores en el manejo político del Gobierno. Ni en Palacio ni en el Ministerio del Interior se tomaron en serio las candidaturas de Cáceres y de Gómez Román. Y se durmieron en los laureles de las mayorías, la aureola del Presidente y los acuerdos existentes en torno a los nombres del antioqueño Gabriel Zapata, de Alas Equipo Colombia para la presidencia del Senado, y del barranquillero Miguel Amín, de La U, para la Cámara.
El punto más caliente de la serie de 'metidas de pata' del Gobierno ocurrió cuando, contra todas las posibilidades, el ministro Valencia Cossio intentó evitar el 'chuzo' de la oposición con la propuesta de dividir el periodo de la legislatura con seis meses de presidencia para Zapata y seis para Cáceres. "El Gobierno está pagando los 'platos rotos' de su desprecio por los partidos y por la forma arrogante de personalizar el poder en la figura del Presidente", dice la politóloga Elisabeth Ungar.
Además, en las traumáticas horas del lunes 20 e incluso en los días previos, la dirección técnica del equipo gubernamental fue asumida por figuras que no son los jefes naturales de los partidos: Rodrigo Rivera, Roy Barreras, Luis Carlos Restrepo y Armando Benedetti. Ninguno tiene la influencia y peso de Juan Manuel Santos en La U, de un Carlos Holguín en el Partido Conservador, o de un Luis Alfredo Ramos en Alas Equipo Colombia. "Santos habría alineado a La U en cinco minutos", le dijo a CAMBIO un senador que pidió reserva de su nombre. En cambio, en la otra esquina había un peso pesado: el ex presidente César Gaviria, jefe del Partido Liberal. Desde el Hotel La Botica, a media cuadra del Capitolio, manejó los hilos, cuadró la alineación, tiró línea. Por allí desfilaron todos los protagonistas clave de la jornada y se llevaron a cabo cuatro reuniones de bancadas.
La pregunta que surge es si la rebelión de los congresistas de la coalición de Gobierno es pasajera o marca un quiebre definitivo y el presidente Uribe tendrá que sufrir el sol a la espalda en materia legislativa hasta el 7 de agosto de 2010. Hay indicios de que la crisis es de fondo. "No es cierto, como asegura el ministro del Interior Fabio Valencia, que acá no pasó nada -le dijo a CAMBIO el representante Nicolás Uribe, uno de los más destacados uribistas en la Cámara-. Lo claro es que en el Congreso existe una nueva coalición que no responde a los intereses del Gobierno".
Aunque Cambio Radical no se ha retirado en forma abierta, el lanzamiento de la candidatura presidencial de Germán Vargas lo tiene con un pie afuera. La bancada uribista ya no es la misma. La Casa de Nariño tampoco puede contar con los santistas de La U, ni con los conservadores que simpatizan con alguno de los precandidatos azules. Con el periodo de dos meses autorizado por la ley para que los congresistas cambien de partido, se viene un breve lapso de inestabilidad y transición. Cuál sea el punto final depende de la habilidad con que Uribe, que ha demostrado ser un maestro del manejo político, ordene el caos. El Presidente no es partidario de las crisis ministeriales, ni le gusta entregar cabezas del Gabinete en tiempos de tormenta: ¿podrá realinear a las tropas?
En las horas siguientes a la jornada del lunes, tanto en los medios de comunicación como en los mentideros políticos hubo consenso en el sentido de que la segunda reelección de Uribe había sido la gran damnificada de la batalla. A este Congreso que desafió al Ejecutivo en la elección de mesas directivas se le notan pocas intenciones de votar la conciliación que le hace falta al referendo. "El referendo se encuentra en cuidados intensivos porque hay una situación difícil dentro de la coalición, que no sabe si respalda o no a Uribe para otro mandato", dice el senador de La U Marcos Cortés. Y el representante Nicolás Uribe agrega que para nadie es un secreto que "varios partidos de la coalición dicen en público que están con el referendo, pero en privado mueven sus fichas para que la iniciativa se hunda". Más allá de la suerte de la segunda reelección, falta ver también qué pasará en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo y si tiene viabilidad la agenda de 31 proyectos que deberían tramitar las cámaras en el año que le queda al Gobierno. Para el constitucionalista Juan Manuel Charry, "la gobernabilidad está seriamente deteriorada, independientemente de la suerte del resto de la agenda legislativa, porque la nuez de la relación Gobierno-Congreso era el referendo y ya no se le ven muchas opciones de salir adelante".
Y no se le ven muchas opciones porque en el listado de iniciativas pendientes figuran temas que implican costos políticos para quienes los aprueben, como es el caso de la reforma tributaria que presentó el ministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga. Aumentar impuestos en medio de una campaña es nadar contra la corriente, y la marea ahora está más brava que nunca. Tampoco pasarán en forma fácil proyectos tan controvertidos como el que penaliza la dosis personal de drogas. Según el ex alcalde 'Lucho' Garzón "en todos estos asuntos Uribe quedó rehén de la regla de juego de los parlamentarios".
El presidente Uribe y su escudero en el Congreso, Fabio Valencia, fueron en fin los grandes derrotados. Es muy probable que el primer mandatario tenga que aclarar más pronto que tarde hasta dónde está dispuesto a seguir buscando la reelección, porque sin duda un anuncio de que no irá a las elecciones sería una de las pocas herramientas que producirían sosiego y tranquilidad. El propio ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, dijo el martes desde Madrid, España, que "la dinámica política obliga a que la situación (si Uribe es candidato o no) esté aclarada en el mes de septiembre... Yo pensaría que el tiempo se está agotando para tener una definición".
Enfocar la estrategia legislativa y realinear las huestes será una tarea compleja. El año previo a las elecciones ya arrancó y la correlación de fuerzas entre el Gobierno y la oposición se alteró a favor de esta última. Falta ver cómo actuará el impredecible presidente del Senado (ver perfil en el siguiente artículo), en su curioso papel de uribista que lideró una rebelión contra el Presidente y que prefiere la candidatura del jefe de su partido Germán Vargas Lleras.
Javier Cáceres se ganó a golpes sus primeros pesos. En su adolescencia, mientras su familia sobrevivía en el deprimido barrio de San Francisco, cerca del aeropuerto de Crespo en Cartagena, él se calzaba los guantes y se subía a un cuadrilátero en Turbo, en el Urabá antioqueño. "¡Vamos, Cartagena!", le gritaban braceros del puerto y apostadores, atraídos por la forma como aquel muchacho menudo enfrentaba el combate.
La rudeza y el azar eran su pan de cada día. Para enviar dinero a su madre también se había empleado en la finca de un tío en el Cesar y, ante el magro jornal decidió probar suerte en Venezuela. En Valencia trabajó hasta como ayudante de una pitonisa. De esa época data su gusto por la bohemia y la noche. No es raro encontrarlo en algún bar de la Cartagena colonial y oírlo declamar El brindis del bohemio de De Greiff y desplegar sus dotes histriónicas hasta terminar en llanto la última estrofa.
Como en los cuadriláteros de Turbo, en la política también se abrió paso a golpes y en medio de pleitos. Su mentor fue el médico Álvaro Benedetti, que antes de caer en desgracia por cuenta del Proceso 8.000 en 1995, vio que el Cáceres que encabezaba una beligerante asociación de guías turísticos podía ser su alfil en el Concejo de Cartagena. Allí, el pupilo terminó quedándose con el capital político de su promotor y marcó territorio en medio de controversias y peleas con funcionarios públicos. Por ejemplo, al primer secretario del gabinete distrital que intentó atravesársele a sus aspiraciones de llegar a la presidencia del Concejo, lo sacó del ring con un debate sobre tráfico de cadáveres de la morgue oficial que vendían a estudiantes de Medicina.
Al escenario de la política nacional llegó en la campaña del 98. En medio del desprestigio del liberalismo -su partido de origen- como consecuencia del Proceso 8.000, dejó de lado a Horacio Serpa y se unió a la causa de "Liberales con Andrés" y logró que el propio Pastrana le allanara el camino para inscribirse en las listas para el Senado. Pero el paso por el pastranismo fue efímero, como lo sería también su militancia en el Polo Democrático con el que rompió amarras para unirse a las huestes de Cambio Radical. En sus primeros tiempos en el Senado aplicó la misma fórmula que le permitió hacer carrera en el Concejo de Cartagena: hacer oposición. En más de una ocasión le hizo al gobierno de Pastrana debates de control político. Los más sonados fueron por la millonaria conciliación con Dragacol y por los contratos de una empresa familiar del secretario privado de la Presidencia, Juan Hernández, para la confección de uniformes para los organismos de seguridad. De ahí el eslogan que utilizaba para hacerse publicidad, "chuzo pa' los corruptos", y que hizo valer en los debates por la conciliación del contrato de la troncal del Magdalena Medio. Los debates de Cáceres han sido para la galería. La mayoría de los medios cartageneros lo exaltaban e incluso algunos noticieros populares lo presentaban como el Robin Hood de la comarca. Pero el súmmum de la lambonería fue el periodista Fernando Marimón, que se refería a él como "el volcán de la acción social", y quien antes de entrevistarlo hacía sonar el Himno Nacional.
"Una buena dosis de escándalo combinada con el histrionismo propio de su declamaciones de medianoche le dieron réditos políticos", dice William Dau, ex director de la ONG Cartagena Honesta que, a raíz de amenazas de muerte, debió irse al exilio. "Cáceres parecería distinto en el empaque y en la forma pero en el fondo es el mismo político tradicional sin hígados", dice Dau.
cambio.com
