CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
Viernes 20 de Marzo de 2009 00:00
Viernes 20 de Marzo de 2009 00:00
En el mes de marzo de 2002, mientras realizaba actividades profesionales en su calidad de ingeniero agrícola en una finca del municipio de La Unión en Antioquia, la hoy gestora de Paz ‘Karina’, ordenó fusilar con disparos de AK47 al joven Fidel Jaime Jaramillo Galvis, por no tener callos en la mano y usar botas plataneras, prueba plena –para la gestora de paz - que demostraba la pertenencia del joven Jaramillo al paramilitarismo que masacraban y enlutaban esa rica región antioqueña.
Jaime Jaramillo Panesso, padre de Fidel Jaime, asumió el penoso vía crucis existencial, por demás doloroso, de rescatar el cadáver de su hijo y de escribir –creo que con mucho llanto solitario- su columna bajo el título de "Esta es mi cuota"- en un diario de Medellín, que por su excelente construcción literaria, por la serenidad y madurez de sus proclamas, fue objeto de reproducción en importantes diarios nacionales. Jaramillo Panesso le reclamaba a la asesina de su hijo, que pusiera ella su cuota de sacrificio por la paz en compensación al inmenso dolor que él aportaba como padre de su hijo cobardemente asesinado. Pero el afligido padre, jamás imaginaba las fichas que movería el destino en su ajedrez existencial.
Pues bien, la asesina ‘Karina’ se entregó acorralada por el cerco militar. Jaime Jaramillo la vio desde lejos y sólo un rato –no resistió más tiempo- en diligencia judicial. ¿Qué pudo sentir? Sólo él lo sabe. Pero tomó la decisión, en su columna periodística y luego en entrevista de El Tiempo, de perdonar a la asesina, fundamentado en el ancestral axioma –por demás anacrónico y no eterno- según el cual el dolor personal y familiar debe ceder a la tranquilidad, la paz y la serenidad nacional. Pero, en su generosidad humana dejó una ventana abierta, al precisar que él hablaba sólo a partir de su dolor personal sin comprometer el sufrimiento familiar. Y, por esa ventana apareció y habló su otro hijo, Carlos Mauricio Jaramillo Galvis, hermano del joven cobardemente asesinado por la gestora de paz ‘Karina’, o sea, de Fidel Jaime, quien se apiadó más que de su hermano asesinado, de su propio padre en levitación de paz y convivencia nacional.
Carlos Mauricio, doblegado por el dolor en el alma como debe estar, nos recuerda que su padre como gestor de paz en Antioquia hace más de 20 años, de manera humanitaria, transparente, democrática, honesta, pulcra, en funciones de gestor de paz ha logrado no sólo vincular a nuestros azarosos procesos de reconciliación a profesores de Harvard de la talla de Robert Fisher y a premios Nobel de Paz como Óscar Arias, sino también haber contribuido de manera desinteresada, pero eficiente, a la liberación de más de 60 ciudadanos secuestrados, y se asombra –con razón- de imaginar, que a la altura de su padre, en un mismo escenario, se puedan encontrar en igualdad de condiciones, es decir, como gestores de paz, presidiendo la misma mesa, nada más ni nada menos que su padre Jaime Jaramillo Panesso al lado de la gestora de Paz Elda Neyis Mosquera, alias ‘Karina’, precisamente la asesina de su hijo Fidel Jaime.
Carlos Mauricio ya ha sentido el dolor de haber perdido a su hermano. Pero se asombra ante el dolor que puede sentir su padre en ese momento. Jaime Jaramillo Panesso, que sabe como pocos en Colombia, de la sabiduría que encierran los tangos, sabrá lograr el milagro de detener a tiempo, una lágrima asomada que ya no puede contener. Pero eso de nombrar como gestores de paz a sujetos ampliamente conocidos por sus actos de crueldad y de barbarie, parece que no encaja bien en ninguna propuesta seria de paz para Colombia.
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